Panchen Lama: el presoner polític més jove del món

Panchen Lama: el preso político más joven del mundo
P. Adriano, periodistadigital.com, 14-IV-06.



El 17 de mayo de 1995, a la edad de seis años, Gedhun Choekyi Nyima y su familia fueron secuestrados por las autoridades chinas pocos días después de que el Dalai Lama reconociera al pequeño como reencarnación del décimo Panchen Lama. Tras la muerte de éste a comienzos de 1989, el líder espiritual del Tíbet, Tenzin Gyatso, Dalai Lama, promovió una búsqueda, clandestina dada la situación política de su país, con el objetivo de localizar al sucesor del Panchen Lama, segunda autoridad religiosa del pueblo tibetano.

Al mismo tiempo, y desde Pekín, el Gobierno chino, en una hábil estrategia pensada para controlar a uno de los dos pilares religiosos del Tíbet, impulsó la selección de un nuevo Panchen Lama que contara, obviamente, con el beneplácito del régimen comunista. El elegido, Gyaincain Norbu, también de seis años, fue proclamado oficialmente decimoprimero Panchen Lama en una fastuosa ceremonia rodeada de medidas de seguridad.

Norbu, hijo de un miembro del partido comunista en la región “autónoma” tibetana, puede ser al día de hoy el representante oficial del “budismo patriótico” del país de las nieves puertas adentro de China. Para la mayoría del pueblo del Tíbet, y para el gobierno en el exilio indio de Dharamsala, liderado por el Dalai Lama, Norbu no es más que un títere del Partido Comunista, dominante en un régimen que, proclamándose oficialmente ateo, pero apoyándose en nadie sabe qué deidad o doctrina espiritual –quizás el maoísmo-, se ha considerado capaz de detectar una reencarnación.

Desde aquel día de 1995, nada se ha sabido del destino y paradero de Gedhun Choekyi Nyima o sus progenitores. Las autoridades chinas proclaman que su retención responde a motivos de seguridad relacionados con supuestas amenazas de muerte. La polémica la zanjan asegurando que el pequeño, hoy un adolescente, y su familia, son felices en algún rincón perdido de la vasta China. El mismo argumento utilizado para justificar la invasión del Tíbet, según la propaganda gubernamental un pueblo hoy feliz gracias a la modernización, la “hanificación” –impulso demográfico de la raza han, mayoritaria en China-, y la “horterización” cultural. Quien no sabe, no quiere conocer o se traga ingenuamente el discurso oficial de las escuelas chinas, opina que el gigante asiático salvó al desagradecido Tíbet de las garras de la India. Un cuento chino.

También existen aquéllos, muchos de ellos autóctonos ideológicamente reciclados, que prefieren criticar la teocracia y el sistema feudal que primaba en Tíbet antes de su obligada fagocitación por China, obviando las “bondades” del maoísmo y su consecuente totalitarismo. Esgrimen como supremo y reiterativo argumento la desgracia antaño sufrida por un pueblo ignorante alienado por la religión. Tíbet no era, desde luego, el “paraíso feliz” acuñado en ciertos imaginarios occidentales seducidos por la tradición oriental. Sin embargo, resulta innegable su derecho histórico a elegir su propio destino.

No obstante, el trasfondo de la desaparición del que habría de ser primer ministro tibetano reviste gravedad, más allá de consideraciones de una u otra índole. Según la tradición tibetana, el Panchen Lama es el encargado de reconocer la reencarnación del Dalai Lama y viceversa. Tenzin Gyatso supera ya los setenta años, y cuando fallezca, se supone que Gedhun Choekyi deberá reconocer su reencarnación. Algo a todas luces imposible dada la privación de libertad que sufre el verdadero Panchen Lama.

Será en ese momento cuando el Panchen Lama “patriótico” designe un nuevo Dalai Lama, estableciendo el gobierno títere total, y poniendo punto y final a las apetencias anexionistas iniciadas por Mao en los años cincuenta. En suma, tal como profetizó el decimotercero Dalai Lama, los fundamentos tradicionales del Tíbet –religión y administración seglar- habrán quedado dinamitados desde el interior y desde el exterior.