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Fue una gran jornada para la Bengasi rebelde, pero no empezó a la medianoche, sino ya por la mañana, cuando logró imponer su propia zona de exclusión aérea.

Poco después del mediodía, un responsable de seguridad del Consejo Nacional transitorio decía a este diario que los tiroteos cotidianos que empezaban por la tarde y acababan a veces de madrugada no eran otra cosa que las prácticas de los shabab en los campos de entrenamiento. Ahmed apenas hablaba, con los ojos entornados y una media sonrisa irónica bajo su bigote, cuando el zumbido de un cazabombardero le hizo abrir unos ojos como platos y saltar del sillón directamente a la calle.

Bengasi, la ciudad rebelde, polvorienta, rota, colmada de basura y olvidada por el régimen de Gadafi, se había echado a la calle, tal como volvería a ocurrir por la noche; los miles de jóvenes en paro, los que se han convertido en combatientes y los que no lo han hecho. Las chicas, casi invisibles en esta sociedad conservadora, estaban en los balcones con banderas, y en los tejados de la escuela militar cuatro o cinco milicianos tenían sus lanzacohetes antiaéreos sobre el hombro apuntando al cielo. El otro día, el ex diputado alemán Jürgen Todenhöfer decía en Bengasi que hacían falta estas armas, los Stinger que fueron tan efectivos en Afganistán. Aquí estaban, pues.

El estruendo por toda la ciudad no lo producían las bombas sino el júbilo por un avión gadafista derribado. Eran poco más de las dos de la tarde y la fuerza aérea de Gadafi había repetido su ataque al aeropuerto de Benina, a unos treinta kilómetros, destruyendo un avión comercial de Air Libya y dañando la pista. Aparentemente, le salió caro. En Sidi Mansur, a una decena de kilómetros, había un caza estrellado, un Mirage F-1. El piloto había logrado saltar. Pero aún había otro avión, de cuyo derribo La Vanguardia no pudo tener otra confirmación que la fiesta desencadenada en la calle, y que generó un atasco de tráfico monumental. El Mirage habría sido abatido durante el el ataque aéreo de la madrugada. Los portavoces del Consejo Nacional transitorio dijeron que no ha sido obra de la defensa antiaérea sino de sus propios cazas, tres, y añadieron que, además, con ellos habían atacado las columnas blindadas de Gadafi en Ajdabiya, desde donde, según el Gobierno, avanzan sus tropas hacia Bengasi.

Si todo fuera cierto, ya serían tres los cazabombarderos que los rebeldes han sido capaces de liquidar - el primero al principio de la guerra en el este, en Ras Lanouf-,sin esperar al Consejo de Seguridad de la ONU.

18-III-11, F. Flores, lavanguardia