´Divide y perderás´, Ramon Suñé

El sentimiento independentista que anida en buena parte de la población catalana, fortalecido en los últimos tiempos como reacción más que justificada a la hostilidad que manifiestan muchos de nuestros vecinos hacia todo lo de aquí, parece irremediablemente condenado a no poder expresarse en las urnas con el potencial que se le supone. La historia contemporánea del independentismo político catalán es la historia pequeña de un sinfín de grupúsculos más preocupados por administrar su minúscula cuota de poder partidista que por unirse en un objetivo común sacrificando egos personales, obstinados como están en tropezar una y otra vez en la misma piedra.

El error está a punto de repetirse en las elecciones municipales del 22 de mayo. El presidente del grupo de Esquerra Republicana en el Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Portabella, cerró hace unas semanas un acuerdo con Reagrupament que le podría garantizar que los 7.000 votos obtenidos por esta formación en la capital catalana en las pasadas autonómicas no vuelan al limbo. Desde entonces, el objetivo de Portabella, más allá del sueño imposible de poder atraer a algún socialista desencantado a esa tercera vía que él pretende trazar entre PSC y CiU, ha sido repetir la operación de Reagrupament con Solidaritat Catalana per la Independència, una formación que, esta sí, contribuyó de manera decisiva a disgregar el voto independentista en los comicios al Parlament. En aquella ocasión, la coalición de partidos liderada por Joan Laporta arrancó de una tajada a ERC el apoyo de más de 20.000 barceloneses, una cifra que sumada a los 46.000 logrados por la propia Esquerra hubiera dejado a los republicanos ligeramente por encima de Iniciativa per Catalunya, con la que desde hace varias elecciones mantiene un pulso muy igualado.

En una contienda muy polarizada entre Jordi Hereu y Xavier Trias - el Partido Popular de Alberto Fernández tiene un electorado fiel que difícilmente va a desplazarse hacia alguno de los dos grandes-,el independentismo político se juega ni más menos que seguir en el Ayuntamiento de Barcelona y lo hace en circunstancias que no son las óptimas. Es por ello que Portabella - puro instinto de supervivencia-está a punto de cerrar una operación no exenta de riesgos. Asociarse en esta empresa con el ex presidente del Barça, conocido el personaje, puede tener a la larga efectos letales que el ex teniente de alcalde tendrá que saber neutralizar. Pero, a corto plazo, es la única opción que tiene ERC si quiere mantener su presencia en el consistorio.

En cualquier caso la alianza de conveniencia entre Jordi Portabella y Joan Laporta está a punto de desencadenar una escisión en Solidaritat, la enésima en el agitado magma del independentismo político catalán, movimiento canibalista acostumbrado a devorar sus réditos interpretando a su manera la máxima del divide y vencerás.

5-III-11, Ramon Suñé, lavanguardia