inquietut de les autoritats xineses

Nunca ha habido tantos barrenderos por metro cuadrado como los que había ayer en Wanfujing, la principal calle comercial de Pekín, y menos que miren a la cara de los transeúntes en lugar de afanarse en limpiar el pavimento. Como seguramente nunca unos camiones cisterna habían mostrado tanto empeño en regar durante varias horas los pocos cientos de metros de esta arteria, repleta de tiendas y restaurantes, impidiendo a los transeúntes pasear por ella.

Estas brigadas de limpieza complementaban el enorme despliegue policial que las autoridades chinas distribuyeron por Wanfujing, situada a unos cientos de metros de Tiananmen y de la Ciudad Prohibida.

Desde primeras horas de la mañana la calle estaba custodiada por centenares de policías uniformados y un número indeterminado - pero sin duda parecido-de agentes de paisano, que deambulaban en grupo por Wanfujing sin parar, reconocibles por unos pinganillos mal disimulados. A ellos se sumaban decenas de trabajadores con un brazalete rojo en el que se podía leer en letras amarillas Voluntario de la Seguridad Pública,que permanecían vigilantes dentro y fuera de los establecimientos.

Esta demostración de fuerza era la respuesta que la autoridades chinas dieron a un misterioso llamamiento difundido a través de internet que invita a los pekineses a imitar la revolución jazmín de los países árabes. La convocatoria, realizada a través de la web estadounidense Boxun. com, dirigida por disidentes chinos, pide que la gente se concentre y pasee cada domingo a las dos de la tarde frente al McDonalds de Wangfujing, en favor de reformas democráticas.

No hubo forma de averiguar si el llamamiento fue exitoso o no. Era imposible distinguir si los transeúntes formaban parte de la muchedumbre que los fines de semana acude a hacer sus compras o eran simpatizantes de esta manifestación silenciosa.

La conclusión, sin embargo, fue clara. Los anónimos convocantes lograron su propósito de sembrar la inquietud entre las autoridades chinas. Prueba de ello no fue sólo el despliegue policial, sino también el control ejercido sobre la prensa internacional.

Desde mediados de la semana pasada, enfrente del McDonalds empezaron unas obras en mitad de la calle, protegidas por una empalizada que dificulta el normal flujo de transeúntes. Ayer, además, numerosos policías obligaban a circular. Mientras tanto, otros agentes de paisano se dedicaron a filmar con cámaras de vídeo a los transeúntes, una medida intimidatoria utilizada habitualmente por el régimen.

De forma paralela, la presión a la prensa se inició el viernes pasado, cuando las autoridades anunciaron que a partir de este fin de semana los periodistas tenían que pedir permiso para entrevistar a los pekineses, al igual que si quieren viajar a Tíbet o a la región autónoma uigur de Xinjiang. Y numerosos medios recibieron llamadas telefónicas recordándoles esta prohibición.

La jornada de ayer estuvo plagada de incidentes y conatos de violencia. Desde primera hora, grupos de policías controlaron a todos los extranjeros que intentaron pasear por Wanfujing. Los que no llevaban pasaporte fueron rechazados. Igualmente vieron prohibido el acceso algunas cadenas de televisión y otras, como RTVE, la BBC y las alemanas ARD y ZDF, vieron dificultado su trabajo. Algunos periodistas fueron asaltados y uno de ellos acabó en el hospital tras ser agredido por las fuerzas de seguridad, según la Asociación de Corresponsales Extranjeros.

28-II-11, I. Ambrós, lavanguardia