´El legado de Mubarak: instituciones rotas, país roto´, Fawaz A. Gerges

La dimisión del presidente Mubarak representa el principio del fin de la era autoritaria en el mundo árabe. Su marcha iguala, si no supera, en importancia a la Revolución egipcia y el derrocamiento de la monarquía en 1952. Yda paso a uno de los periodos más cruciales del Egipto y mundo árabe modernos, lleno de riesgos y posibilidades.

Lo ocurrido en las últimas tres semanas ilustra la realidad del hombre que ha estado situado al timón de Egipto así como su singladura de 30 años atrincherado en el poder absoluto. Constituye una ironía el hecho de que, cuando Mubarak sucedió a Sadat tras su asesinato en 1981, se abrigaran extraordinarias esperanzas de que iba a conducir a Egipto por una senda distinta de la de las políticas incendiarias y la polarización de la época de Sadat, cuando se detenía a todo tipo de líderes políticos y el propio presidente actuaba de modo notablemente autoritario.

Durante los primeros años de su mandato, Mubarak (comandante de la fuerza aérea que cimentó su carrera en la guerra de 1973 entre Egipto e Israel) trató de distanciarse de la era de Sadat. Liberó presos políticos, procuró congraciarse con todas las fuerzas políticas y mitigó la dureza del mando autoritario. Al principio, representó verdaderamente un soplo de aire fresco.

Tras el mandato de Sadat, en el que este se adhirió polémica y plenamente a la visión estadounidense e israelí a través de los acuerdos de Camp David, Mubarak se comprometió a devolver a Egipto al redil árabe. Pese a que tenemos un tratado de paz con Israel, decía, esta cuestión no debe interponerse entre nosotros.

De este modo, se produjo una coyuntura que podría haber transformado verdaderamente tanto Egipto como la presidencia de Mubarak. Pero no fue así. Su legado es un Egipto roto y destrozado económica, política y socialmente.

¿Cuál es el legado de Mubarak? Aniquiló las instituciones del país. Permitió que sus aliados del partido en el poder dominaran todos los aspectos de la vida política. Las fuerzas armadas son el único estamento que conserva un resquicio de legitimidad. Y ello da fe del daño infligido por la presidencia de Mubarak al tejido institucional de Egipto.

Durante su mandato, Mubarak ha convertido al país en un Estado basado en el axioma de la seguridad, edificado sobre un aparato de seguridad temido y brutal de casi millón y medio de agentes poderosos sobre los que cabe preguntarse qué hacer ahora con ellos.

Esta es la tragedia de Egipto, pues durante la primera mitad del siglo XX poseyó uno de los sistemas judiciales más sólidos y dinámicos del tercer mundo. La constitución egipcia de 1923 era tan progresista y avanzada como la de Estados Unidos. Indudablemente, se anotó tantos, pero Mubarak ha representado el golpe de gracia.

En la década de los años cincuenta y principios de los sesenta, Egipto era tan competitivo como Japón y Corea del Sur. Sin embargo, Sadat y Mubarak amalgamaron negocios empresariales y un aparato de seguridad que desangraron a Egipto.

Desde el 2004 ha habido un 7,5% de tasa de crecimiento anual, pero la riqueza no ha permeado el tejido social ni ha supuesto una mejora del bienestar social. Hay una pobreza extrema, con más de 40% del país que vive en la pobreza o bajo el umbral de la pobreza, con menos de dos dólares al día.

En 1952, Egipto tenía una población de menos de 15 millones de habitantes, ahora posee 84 millones y dentro de unos años alcanzará los 100 millones. Y, sin embargo, no ha creado una productiva infraestructura ni puestos de trabajo que se le parezcan. La corrupción reinante durante el mandato de Mubarak se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida del país, desde el policía en cada esquina a las élites. Enormes sumas de dinero - decenas de millardos de dólares amasados por los amigotes de Mubarak-han propiciado una tremenda confabulación entre las empresas parasitarias del régimen y la élite del poder.

Egipto es un país muy orgulloso de su condición que solía constituir la joya de Oriente - los egipcios llaman a su país Um al-Dunya (la madre del mundo)-,una de las civilizaciones más antiguas del mundo.

Mubarak deja atrás un país roto y quebrantado que tardará décadas en recuperarse, aparte de que el futuro se halla erizado de peligros. El fortalecimiento de las instituciones es un proceso difícil y prolongado. El ejército es demasiado poderoso como para aceptar y respetar un liderazgo civil democrático y transparente.

Y, sin embargo, Egipto es pieza fundamental, capital cultural del mundo árabe. Lo que sucede en este país viaja por toda la región.

Este momento, tan preñado de posibilidades y riesgos, representa el comienzo del desmantelamiento del Estado árabe autoritario. Los líderes árabes de toda la región reflexionan ahora sobre el modo de rescatar a sus propios barcos en trance de naufragar y de diferir lo inevitable, el cambio estructural. La marea es demasiado poderosa como para detenerse. Atentos a los próximos acontecimientos.

 

 12-II-11, Fawaz A. Gerges, director del Centro sobre Oriente Medio de la London School of Economics and Political Science, Universidad de Londres, lavanguardia