´No valgan las redundancias´, Quim Monzó

En el momento de escribir este artículo, el último en opinar sobre las diputaciones provinciales ha sido Enric Vilert, presidente de la de Girona, que dice que hay demasiadas administraciones y que le parece bien suprimirlas. Siempre y cuando se defina de una vez cuál debe ser el papel de los consells comarcals.Antes que Vilert, fue el presidente de la Diputación de Lleida, Jaume Gilabert, quien se mostró favorable a eliminar las diputaciones y convertir Catalunya en una única demarcación. Cada vez queda más claro que hay administraciones intermedias que se sobreponen unas a otras y que son un dispendio innecesario, y más en las condiciones actuales de crisis: etcétera etcétera etcétera. Vilert explica que la desaparición de las diputaciones permitiría, además, agilizar trámites.

Antes que Gilabert y Vilert, fue el ex presidente español Felipe González quien apostó por cargárselas. Según él, son "redundantes" y los funcionarios que trabajan en ellas podrían fácilmente recolocarse en las otras, que los absorberían sin problema. Según González, ahorraríamos mucho - y de forma poco complicada-si nos quedásemos con sólo cuatro niveles administrativos. De abajo hacia arriba: administración local, autonómica, estatal y europea. Todas las demás, las intermedias, fuera. Como muestra de que las diputaciones no sirven para nada útil dijo, a propósito de su eliminación: "Nadie lo dudó en las autonomías uniprovinciales, porque era redundante, y lo es también en las pluriprovinciales". Tiene razón. Es lo más lógico del mundo: si La Rioja es una comunidad autónoma y no necesita para nada tener, además, una diputación provincial, ¿por qué tenemos en Catalunya que soportar cuatro, que ya me dirán para qué sirven? Le faltó tiempo a Zapatero para responder a González y decir que suprimir las diputaciones provocaría "una fuerte respuesta social". Viniendo de quien viene, su vaticinio tiene nulo valor, e incluso es probable que, días después, él mismo haya cambiado ya de opinión, si así se lo han indicado.

Acabar con las diputaciones es una necesidad que no se puede aplazar por más tiempo. Son arterioscleróticas, no tienen ningún sentido. Y, cuando hayan acabado con las diputaciones, por favor, eliminen también el Senado, una Cámara sin razón de ser, supeditada al Congreso de los Diputados, que es donde de verdad se debaten (o no) las cosas. El Senado es una porcelanita de Lladró, un hotel residencia para muchos políticos que así se entrenan para el geriátrico que les espera a la vuelta de la esquina. Es un despilfarro sin ningún sentido. Algunos dirán: "Hombre, ¿suprimir el Senado ahora que por fin hemos conseguido que se pueda hablar en catalán...?". Más a mi favor: si nos dejan hablar catalán en el Senado es que no sirve absolutamente para nada. Chápenlo ya, por favor.

9-II-11, Quim Monzó, lavanguardia