entrevista a Ahmed Rashid, analista polític pakistančs

Cuando los talibanes nacieron, él ya estaba allí, informando. Nadie sabe tanto sobre Ahmed Rashid, autor de Los talibán y Descenso al caos,y colaborador de La Vanguardia. Encontramos al ensayista en el Festival Literario de Jaipur, con la expresión de satisfacción y alivio propia de los raros pakistaníes que consiguen viajar a India.

¿El descenso al caos de Pakistán se acelera?

Ningún momento de nuestra historia es comparable a este marasmo político, ni siquiera cuando se perdió Bangladesh. Tenemos una profunda crisis de liderazgo político y seguimos teniendo un ejército desproporcionado.

¿El cerco sobre los liberales se está estrechando?

Estoy muy deprimido por el asesinato (a manos integristas) de mi amigo (el gobernador de Punyab) Salman Tasir.

¿No es algo cínico que los privilegiados se presenten como adalides de la democracia frente a la masa?

Ciertamente, la élite pakistaní es tremendamente irresponsable. No paga impuestos, no aporta liderazgo... ¡Aún vive con los esquemas de la guerra fría! No ha sido capaz de aprovechar la globalización como ha hecho la élite india. Lo único que ha globalizado es la yihad.

Cierta élite aprovechó su condición de trinchera frente a la URSS. ¿Bascular hacia China es su nuevo chantaje?

China seguirá siendo un aliado de Pakistán, pero diría que hemos sabido mantener una relación equilibrada entre EE.UU. y China. Si India y Pakistán alcanzaran una solución a sus disputas en Cachemira o Afganistán, China sería menos importante para Pakistán.

Se acerca el final de partida en Afganistán y parece que la apuesta encubierta del ejército pakistaní por los talibanes afganos lleva las de ganar.

Me pregunto qué victoria es esa cuando Afganistán está en ruinas y Pakistán, en el caos.

Tal vez alimente el viejo sueño del ejército de proyectar a Pakistán como potencia del mundo islámico.

¿Y qué liderazgo es ese? ¿Qué proyectamos como país? ¿Algo positivo para la región?

Han bordeado el límite de la paciencia de los aliados con su doble juego en Afpak.

Han podido hacerlo porque George W. Bush no hizo los deberes en Afganistán durante ocho años. Sólo en los dos últimos años, con Barack Obama, se le ha prestado la debida atención. No es posible diferenciar entre talibanes afganos y talibanes pakistaníes como ha hecho hasta ahora el ejército pakistaní, utilizando a los primeros y combatiendo a los segundos.

¿Obama es menos ingenuo?

Sigue sin tener lo más importante, que es una estrategia política de salida de Afganistán. Si sólo se considera una salida de la OTAN, una evacuación militar, es imposible alcanzar una solución duradera. Por eso este año Obama debe empezar seriamente a abrir una línea de diálogo con los talibanes.

¿Algún consejo?

Lo primero que tiene que hacer Obama es terminar con esta guerra, porque nada de lo que se haga en educación o sanidad sirve de nada o se puede consolidar mientras haya guerra.

¿Y luego?

La cuestión más importante es que los países vecinos - Pakistán, India, Irán, Rusia- eviten enzarzarse en una guerra regional por persona interpuesta.

Hace falta estómago para vender un retorno de los talibanes.

Pero los talibanes han cambiado, no son los mismos de hace quince años. Y hay una nueva generación que no quiere estar bajo la tutela de la inteligencia pakistaní.

¿Cabe esperar algo bueno de ellos?

Para empezar, nadie tendría más autoridad que los talibanes afganos para convencer a los talibanes pakistaníes de que abandonen las armas.

Pero la potencia regional, India, regresó a Afganistán tras la caída de los talibanes y se resiste a que vuelvan.

El problema de India es que puso todos sus huevos en la misma cesta, la de Hamid Karzai. Ahora India necesita dialogar con Pakistán, en público, en secreto o como sea. Pero India y Pakistán deben trabajar juntos para sacar a Afganistán del atolladero.

Lo dificulta Cachemira.

Han pasado seis meses desde el último estallido popular en Cachemira y Manmohan Singh no se ha movido, no ha hecho nada. Es sorprendente, porque India tiene un historial de haber sabido integrar las reclamaciones políticas de sus partes.

7-II-11, J.J. Baños, lavanguardia