davant el 68 magribí?

Prudencia y moderación. La reacción francesa a la situación en Túnez ha sido hasta ahora enormemente tímida. Ninguna condena, ninguna presión, ha salido de París hacia el régimen de Ben Ali, un aliado de quien se valora sobre todo - y más en este momento-que haya frenado al islamismo. El Gobierno francés se ha limitado a expresar su "preocupación" y a llamar al diálogo y al "apaciguamiento". Una benevolencia que desde la izquierda algunos consideran "complacencia". La ministra de Asuntos Exteriores, Michèle Alliot-Marie, ha "deplorado la violencia", pero llamando a no caer en los "anatemas". Su compañero Bruno Le Maire, titular de la cartera de Agricultura, ha ido más allá, al defender la figura de Ben Ali como la de un modernizador que "muchas veces ha sido mal juzgado". El socialista Jean-Pierre Sueur, presidente del grupo de amistad francotunecino en el Senado, se ha desmarcado al denunciar la "represión violenta" del régimen.

La intifada de Túnez, piedras contra balas, continúa creciendo e indignando la opinión pública del Magreb e incluso la internacional. Anoche y pese a las promesas del presidente Ben Ali de crear hasta 300.000 empleos en los próximos dos años, las protestas seguían alcanzando incluso barrios de la capital. Según fuentes de la oposición, el número de muertos ya se eleva a 50, cifra que el régimen rebaja a 21.

En una primera reacción de Washington, un portavoz del Departamento de Estado declaró que "Estados Unidos está profundamente preocupado por las informaciones que apuntan a un uso excesivo de fuerza por parte del Gobierno tunecino".

Los rebeldes del Magreb siguen imponiendo su lógica juvenil al conflicto. Si en la vecina Argelia han quemado setenta escuelas e institutos, en Túnez todas las instituciones educativas continúan cerradas.

Las protestas y los disturbios se reactivaron anoche, después de cierta calma tras el despliegue de tropas del ejército, y alcanzaron la capital. En el barrio popular de Ettadamen, cientos de jóvenes cortaron calles, quemaron una sucursal bancaria y asaltaron tiendas, siendo perseguidos por la policía. La violencia estalló minutos después de que el Gobierno contabilizara tres nuevas víctimas mortales.

La determinación y la valentía de estos jóvenes continúa sorprendiendo a propios y extraños, y tras la intervención televisiva del lunes del presidente tunecino Ben Ali, parece que el fuego no sólo sigue fuera de control sino que se ha avivado. Resulta prematura cualquier previsión de futuro para este conflicto, pero lo que parece claro es que la sociedad tunecina y magrebí en su conjunto considera inadmisible que el presidente Ben Ali haya permitido que la policía dispare indiscriminadamente contra los jóvenes rebeldes. O que Túnez, productor de petróleo, y Argelia, productor de gas y de petróleo, tengan secuestradas sus enormes riquezas naturales por unas clases dirigentes pretendidamente modernas y progresistas (nacionalistas y socialistas), apoyadas por Occidente, cuando en realidad presentan más coincidencias que diferencias con las monarquías absolutas del Golfo.

Mientras los intentos de instrumentalización del movimiento juvenil e estudiantil no cesan, el presidente libio, Muamar el Gadafi, ha intervenido para ofrecer trabajo a "todos los jóvenes licenciados sin empleo". Y por su parte, la máxima autoridad islámica, el muftí de la República de Túnez, Otman Batij, ha hecho una llamada al orden y ha recordado que los jóvenes suicidas que se han matado durante esta intifada han atentado gravemente contra la religión islámica, puesto que "sólo Dios todopoderoso puede dar y quitar la vida".

Lo cierto es que los discursos oficiales procedentes del nacionalismo árabe y de las autoridades islámicas, o incluso del islamismo, parecen no hacer mella alguna en la revuelta de los jóvenes descontentos que continúan muriendo por las balas de una policía que carece de autoridad moral a ojos de los tunecinos. Ayer en Kasserin las cámaras de la televisión francesa entrevistaban al padre de uno de los jóvenes muertos por la policía, el cual accedía a mostrar el cuerpo de su hijo, envuelto en una mortaja verde con versículos del Corán, "para que todos puedan ver su belleza" y para mostrar el casquillo de la bala mortal.

La revuelta, una vez que se han mostrado inútiles los intentos de atajarla, es completamente imprevisible. Los viejos presidentes de Túnez y Argelia, Zin el Abidin Ben Ali, y Abdelaziz Buteflika, se han petrificado en el poder con la anuencia de un Occidente temeroso del islamismo. El ministro de Comunicaciones tunecino, Samir Labidi, decía ayer que "movimientos religiosos extremistas y de izquierda se han infiltrado en estas protestas y atizado la violencia".

En realidad, la demagogia de Bin Laden nada representa para estos jóvenes exaltados, que sólo creen en su hybris,en su derecho a la cólera. No tienen hambre, pero les parece un robo que el azúcar y el aceite dupliquen su precio. No luchan por el islam ni por la versión izquierdista o comunista para el tercer mundo; en eso quizás creyeron sus padres o sus abuelos y no les convence.

Hoy por hoy, mientras no sean instrumentalizados políticamente, los jóvenes rebeldes del Magreb tienen una causa por la que luchar. Su programa político es tan simple e inconsistente como auténtico. Simplemente están hartos y han dicho basta. No sólo se enfrentan a la policía, también se suicidan, impotentes, como el primer joven que se quemó a lo bonzo, Mohamed Buazizi. Están hartos. El interés por estos jóvenes ha surgido cuando han apelado a la épica, cuando su causa sin sentido se ha cobrado ya muchos muertos según la oposición. Cuando sus muertes han puesto en evidencia que sólo pueden hacer lo que hacen. Decir no.

12-I-10, J. Galves, lavanguardia

El gran problema del Magreb no es el islamismo radical o el burka, que tanto obsesionan a Europa, sino la corrupción", afirma Francis Ghilès, investigador de la Fundación Cidob y gran conocedor de la región, donde ejerció como corresponsal para el Financial Times entre 1977 y 1995. "El integrismo está allí. Sobre todo porque cuando la gente no puede expresarse en la calle va a la mezquita. También hay desempleo. Pero lo que echa a la gente a la calle es la injusticia de saber que sólo puede conseguir un trabajo con sobornos o contactos. Es una cuestión de dignidad", sostiene.

¿Qué similitudes guardan los disturbios en Argelia y Túnez?

La corrupción, el nepotismo es un problema común a todo el mundo árabe. También la indignación popular. Pero si en Argelia estamos ante una revuelta social, como las hay regularmente, ante la subida de los precios y la presión repentina sobre la economía informal, en Túnez lo que comenzó como una protesta contra la falta de oportunidades de los jóvenes y condiciones de vida cada vez más precarias ha mutado en una protesta política que apunta directamente al presidente.

Para Europa, Túnez siempre ha sido el alumno aventajado.

Sí, se le presenta como un ejemplo que debería seguir el resto del mundo árabe. Túnez comenzó su independencia con muy buen pie: en 1957, por ejemplo, las mujeres tunecinas gozaban de derechos que las españolas o las italianas tardaron años en conseguir. La sanidad funciona, el 80% de la población sabe leer y escribir. Es una demostración de que, contrariamente a lo que se dice en Europa, los árabes son capaces. Por eso es tan triste. Túnez, que lo tenía todo para convertirse en un laboratorio de apertura en el Magreb, ha acabado siendo lo contrario. Debajo de la imagen de mujeres sin velo, paraíso para los turistas, libertad sexual, hay una dictadura y bastante dura. No es una casualidad que los tunecinos llamen al matrimonio Ben Ali los Ceausescu.

¿Por qué calla Europa?

Francia, en particular, bloquea cualquier acción europea para presionar al régimen. Sarkozy alecciona a Mubarak sobre los coptos, pero guarda silencio sobre Túnez. Como el alcalde de París, que tanto critica a China por el Tíbet. Por una parte, existen grandes intereses económicos. Pero también hay hipocresía, insensibilidad y condescendencia. El discurso subyacente es que los árabes no están listos para la democracia. Es parecido a lo que se decía sobre España en tiempos del franquismo. Y luego esta la lucha contra el terrorismo islamista, que los regímenes árabes aprovechan a su favor. Sólo hace falta oír a Ben Ali, asegurando que los disturbios están siendo provocados por "extranjeros infiltrados".

¿Cómo reaccionará Ben Ali?

Todo hace prever que intensificará la represión. Y quizás logre calmar temporalmente la ira popular, pero si no hay reformas profundas, si no se resuelve el verdadero problema político, en uno, dos años volverán los disturbios. Y con más virulencia.

12-I-10, G. Saura, lavanguardia

El poder absoluto no lo puede todo cuando roza el ridículo completamente. Mientras el mundo occidental, en el que se apoya el régimen de Ben Ali, no concibe la democracia sin la libertad de prensa y de información, el poder en Túnez está anclado en el pasado más chusco, completamente desconectado de la desbordante realidad que representan los jóvenes kamikazes que lo desafían sin cesar. El presidente general Ben Ali sigue omnipresente en todas partes, como si fuera Dios. No sólo en las decenas de miles de imágenes que pueblan las calles de la capital, también en la televisión, la radio, los medios de comunicación escritos.

En casi todas las fotografías de la prensa oficial podemos ver al general Ben Ali, que - no hay que olvidar-es una especie de Putin del Magreb. Partidario convencido de la mano dura, antes de derrocar al presidente Habib Burguiba fue el responsable de la seguridad del Estado, el mejor especialista en represión. Aunque el mundo ha cambiado completamente, sus métodos son los clásicos, tan brutales como insostenibles. Incluso ridículos.

Es ridículo que hace dos días La Presse de Tunisie,el principal rotativo del país, repitiera el mismo titular en portada, palabra por palabra, que Le Renouveau,el órgano oficial del Reagrupamiento Constitucional y Democrático, el partido de Ben Ali: "Adhesión y apoyo a las políticas de reforma global y de concordia nacional". Un artículo es idéntico al otro y la foto de los dos diarios es la misma: el primer ministro Mohamed Buchiha conversando con Ben Ali en la residencia presidencial. Para mayor desconcierto, la misma publicidad en portada del año internacional de la Juventud 2010-2011 que se celebra en Túnez bajo el lema "Es nuestro año, es vuestra voz".

Al día siguiente, La Presse de Tunisie se ha dejado de sutilezas y anuncia que Ben Ali ha animado a la banca a que invierta para crear muchos empleos para jóvenes. En páginas interiores hay una foto que muestra al joven Ben Ali aplaudido por otros jóvenes y el titular: "Diálogo permanente y directo con los jóvenes", que se acompaña de un espontáneo lema ciudadano: "Ben Ali, con usted, caminamos con la cabeza bien alta. Ben Ali, es con usted que queremos continuar construyendo el Túnez actual y futuro". El diario está repleto de informaciones sobre lo mucho de bueno y de feliz que les espera a los jóvenes con las reformas económicas que Ben Ali ha decidido emprender de repente.

"Lo peor es que nos toman por tontos; la solución es largarnos a Europa", dice Tareq, un joven opositor con el que hablo en un café de Túnez. Su compañero se ríe y le corrige: "Podemos quizás derrocar a Ben Ali pero nunca vamos a conseguir abrir las fronteras de Europa". "Bueno - responde-,pues... ¡a la mierda todo ¡" .

12-I-10, J. Galves, lavanguardia