´Protestas´, Xavier Batalla

El Mediterráneo ha sido históricamente un espacio de trasvases económicos, culturales y humanos, pero se ha convertido en una gran fractura entre el norte, rico y envejecido, y el sur, pobre y atestado de jóvenes que sueñan con emigrar.

Los intentos de acercamiento entre el norte y el sur han sido abundantes. El norte dio el primer paso por una cuestión de seguridad (un informe interno de la Comisión Europea concluyó ya en la década de 1990 que en el Mediterráneo "está en juego la seguridad de Europa"). Y el sur se movió por el deseo de desarrollarse. Pero la región sigue estando fragmentada y desequilibrada.

Quince años después de iniciado el proceso de Barcelona, que pretendió liberalizar las economías, promover la democracia e incidir en el proceso de paz entre árabes e israelíes, el norte de África,desde Mauritania hasta Egipto, es un escenario convulso. La transición a la democracia aún está por empezar; la región no es competitiva (un informe de la ONU, Doing Business,dice que los países de la región están en la cola del mundo, con la excepción de Túnez, en el lugar 55), y la corrupción es rampante. Según los documentos del Departamento de Estado filtrados ahora por Wikileaks, la corrupción "alcanza las más altas esferas del poder en el Marruecos de Mohamed VI"; en Túnez, la familia del presidente Ben Ali "roba todo lo que tiene valor", y en Argelia, "la corrupción llega hasta los hermanos del presidente".

El resultado son las protestas y convulsiones que ahora se suceden en el norte de África.La carestía de los alimentos provoca la protesta de los jóvenes en Argelia, una autocracia militar que disfruta del gas natural. En Túnez, donde el poder adquisitivo es inferior al de 1983, los jóvenes están protagonizando la mayor protesta contra el régimen de Ben Ali, en el poder desde hace veintitrés años. Y en el Egipto de Hosni Mubarak, que reina desde 1981, el renacimiento islamista - terrorismo contra los coptos incluido-es una reacción a la crisis social que traduce el gran fracaso de la autocracia.

El resurgir del islam político no sólo es una cuestión de fe. Es posible por la carestía del pan, la corrupción y la alianza de tres grupos sociales: la juventud pobre y urbana, que, según en qué países, representa entre el 40% y el 65% de la población; una pequeña burguesía que no tiene acceso al sistema político, tanto en los países que se dicen socialistas, donde el poder pertenece a los militares, como en las monarquías, donde son unas pocas familias las que disfrutan del poder, y, finalmente, los universitarios, que, ante el fracaso de las recetas occidentales, han optado por ser los ingenieros del Estado que creen absolutamente perfecto: el islámico. El resultado de toda esta combinación es un callejón sin salida para los gobiernos occidentales, que no convencen al autócrata para que cambie o se dejan convencer por el autócrata de que él es un baluarte contra el islamismo. En los próximos veinte años, la población del Magreb crecerá un 48% mientras que la europea lo hará un 3%.

9-I-11, Xavier Batalla, lavanguardia