´Metáfora AVE´, Pilar Rahola

Para ir de Madrid a la playa -la valenciana, of course-, todos se pusieron guapos y atropellaron las fotos. Finalmente la villa y corte conseguía algo más que un simple Manzanares para retozar los fines de semana, y así quedaba inaugurado otro tramo de la gran velocidad que, como todo el mundo sabe, sirve para ir de Madrid al cielo. En sus tiempos ya habían conseguido, con la diurnidad y alevosía propia del poder, garantizar sus paseos por la Feria de Sevilla, para que el señor Guerra, don Alfonso, pudiera bajar al duende con más rapidez. ¿Que las grandes infraestructuras, enormemente caras, servían en los países serios para conectar las grandes redes económicas, y que la prioridad debía ser la conexión con Francia? Quita, bicho, que eso es propio de Europa, territorio que, como todo el mundo sabe, es un planeta muy lejano. Y así España fue poblándose de AVES que no volaban hacia el horizonte, sino hacia su propio ombligo, garantizando el modelo radial que tan bien ha radiado Germà Bel en su preclaro libro. Perdida Cuba, siempre le quedará al viejo imperio la Puerta de Alcalá, o la estación de Atocha, que es por donde pasan los reyes del siglo XXI. Ni la crisis puede parar la velocidad imparable de una España que tiene que dominar el mundo desde la altura de su madroño, y por ello el país de los cuatro millones de parados se permitirá tener el doble de alta velocidad que tiene Alemania, doblegar la que tiene Francia y hasta superar por la tangente a Japón, ese país donde al tren no se le pone el sol. De Madrid a todas partes de su propio yo, a Sevilla, a Barcelona, a Valencia, pronto a Cantabria, que si no se hace, caen los socialistas del Gobierno, verbigracia de las amenazas del simpático promotor de anchoas, de profesión presidente Revilla. Por eso el Gobierno no va a recortar por este lado, que ya tiene el saco de las pensiones para buscar las perras gordas que le faltan, y cuando vienen los americanos y dicen "ustedes son muy ricos; nosotros no nos lo podemos permitir", le cae la baba a Blanco, que para eso es ministro de las provincias. O ministro provinciano, tanto monta en la semántica. ¿Que no tenemos viajeros para amortizar tanto despilfarro? Y qué más da si somos el país con más tramo de gran velocidad del planeta, para ir de nosotros hacia nosotros. Al fin y al cabo, el ombliguismo alienta la historia de España desde la Contrarreforma. ¡Que tiemble la Merkel! Y por temblores, todos a temblar de alegría en la foto sonriente del Madrid-Valencia, tan apretujados que no tuvieron tiempo de despegarse para ir a celebrar la conexión con Francia, una menudencia en las altas vías de comunicación. Por ello sólo estaban los alcaldes de Figueres y Barcelona, que para conectar el AVE con el mundo no hacen falta los grandes. De Madrid al cielo, pues, en gran velocidad. Hoy el ombligo está más pobre, pero es más redondo.

21-XII-10, Pilar Rahola, lavanguardia