´Bolivia y Ecuador ante su futuro´, Ferran Requejo

Actualmente, Bolivia y Ecuador se encuentran inmersos en dos complejos procesos constituyentes cuyo resultado es hoy por hoy incierto. Se trata de dos países que en los últimos años han vivido intensos procesos de emigración hacia Europa y Norteamérica. Una persistente crisis económica y una clase política muy desprestigiada están en la base de los problemas estructurales de ambos países. Ello explica la inicial ola de esperanza cuando por la vía electoral han llegado al poder dos presidentes (Morales en Bolivia; Correa en Ecuador) con vocación de realizar cambios estructurales.

Existe una serie de elementos comunes en los dos procesos constituyentes:

1. Ambos están dirigidos no por un partido o coalición de partidos tradicionales, sino por movimientos políticos liderados por unos presidentes elegidos con un elevado índice de apoyo popular. En ambos casos el discurso impulsado desde el Gobierno es de regeneración o refundación democrática, con una clara voluntad de ruptura con la situación anterior.

2. La vía institucional elegida ha sido no la de una típica reforma constitucional, sino la de emprender un proceso constituyente: elección de un nuevo Parlamento con la misión básica de redactar una nueva Constitución.

3. La agenda socio-económica de la reforma es extensa: combatir la corrupción, aumentar la productividad, combatir las desigualdades y salir de la pobreza (Bolivia, 2.740, y Ecuador, 4.070 dólares per cápita PPA, 2005).

4. Un tema estructural pendiente: la acomodación política de la población indígena. Ésta última parte de una situación de postración histórica. Afecta a tres tipos de cuestiones: la propiedad y explotación de la tierra, la protección y difusión de las lenguas y culturas indígenas, y el encauzamientos de los temas ecológicos.

5. La decisión sobre la propiedad y explotación de las materias primas (gas en Bolivia; petróleo en Ecuador)

6. Las líneas que impulsar en política internacional (tema del tratado de Libre Comercio (TLC); política regional andina o sudamericana).

7. El proceso de descentralización política. En ambos países existen zonas de desarrollo económico (Santa Cruz y la denominada media luna en Bolivia; Guayaquil en Ecuador) cuyos líderes son muy críticos con los respectivos gobiernos centrales de La Paz y Quito.

El proceso constituyente boliviano se halla en una fase más avanzada. Sin embargo, a pesar de los diez meses transcurridos, la Asamblea Constituyente casi no ha redactado ningún artículo de la nueva Constitución. El Gobierno de Morales ha cometido algunos errores graves en este periodo, como pretender cambiar la mayoría para la aprobación de la Constitución (pasar de los dos tercios requeridos a sólo la mayoría absoluta que tiene en el Parlamento el Movimiento Al Socialismo del presidente); no acabar de articular de forma coherente la cuestión indígena; y haberse opuesto al proceso de descentralización reclamado por los cuatro departamentos orientales que votaron a favor de dicho proceso en referéndum. Estos errores, que han sido reconocidos por el mismo Gobierno, están en la base de la creciente pérdida de popularidad del presidente Morales.

Por su parte, el proceso ecuatoriano está en sus inicios. La elección de la nueva Asamblea está prevista para septiembre-octubre de este año. La dinámica política que ello representa y la popularidad inicial del presidente Correa (más del 80%) amortiguan la crisis institucional que vive actualmente el país (contraposición entre el Tribunal Electoral, el Tribunal Constitucional y el Parlamento). Evitar los errores bolivianos, replantear, en su caso, el TLC con Estados Unidos, establecer una reforma territorial que acomode las reivindicaciones del área de Guayaquil, y encauzar la cuestión indígena aparecen como temas prioritarios de la agenda ecuatoriana.

Visto en perspectiva, se trata de un proceso que parece contar con mayores perspectivas de éxito para que se produzca un proceso modernizador del Estado y de la sociedad anhelado por diversos sectores sociales.

El reto general de estos procesos constituyentes es el de compatibilizar la democracia con el Estado de derecho, incluyendo además un claro proceso de descentralización y la acomodación de la diversidad cultural indígena. No son temas fáciles. Especialmente, cuando coinciden en el tiempo. Hasta ahora el populismo planea sobre ambos procesos, más de momento en el caso boliviano, pero hasta ahora no ha aterrizado todavía claramente en ninguno de ellos. En el lado positivo se trata de dos países con posibilidades de futuro. Ambos cuentan con una geografía privilegiada, repartida en zonas diferenciadas: zona andina y Amazonia en el caso de Bolivia, y costa, zona andina y una pequeña Amazonia en el caso de Ecuador (a pesar de que Bolivia suele clasificarse como un país andino,de hecho, dos terceras partes del país forman parte de la geografía verde de la Amazonia). En el caso ecuatoriano, se cuenta además con la posibilidad ecológica de intercambiar la no explotación de los recursos petrolíferos por la importación de otro tipo de recursos. Sin embargo, hoy por hoy, nada está garantizado. Tampoco su éxito institucional. Dos países y dos procesos que merecen todo el apoyo de las democracias occidentales, mientras se cumplan los requisitos del Estado de derecho que el populismo siempre dinamita en nombre de alguna concepción autoritaria, no liberal, de la democracia política.

lavanguardia, 26-V-07.