la Nobel de la Pau i líder demòcrata noviolenta Aung San Suu Kyi segueix presonera

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A sus 65 años, ella ha prometido seguir luchando por la democracia.

Los problemas se le acumulan al régimen militar birmano a pesar de su acaparadora victoria en las elecciones (nada limpias) del pasado domingo, las primeras desde 1990. El sábado finaliza el periodo de arresto domiciliario de Aung San Suu Kyi, Nobel de la Paz en 1991 y principal rostro de la oposición. Esto no significa, necesariamente, que vaya a quedar en libertad. En previsión de cualquier altercado, la junta ha decretado 90 días de estado de excepción, una medida, al fin y al cabo, innecesaria en un país en el que los militares mandan sin dar explicación alguna.

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Aung San Suu Kyi ha pasado 14 de los últimos 20 años en prisión o bajo arresto domiciliario. Ya estaba detenida en 1990 cuando su partido ganó las elecciones con el 59% de los votos, lo que suponía controlar el 80% de los escaños en el Parlamento. La junta ha ido renovando las acusaciones en su contra para impedir que vuelva a encabezar un movimiento democrático. Recibió su última condena en agosto del 2009: 18 meses por haber asistido a un estadounidense que llegó a su casa exhausto después de cruzar a nado el lago que la baña.

La junta, presionada por Estados Unidos y otros países para que deje en libertad a sus más de dos mil presos políticos, anunció el 1 de octubre que Suu Kyi sería liberada el próximo día 13. Sin embargo, ahora que las elecciones han sido duramente protestadas por la comunidad internacional, además de boicoteadas por la mayoría de los birmanos, la junta teme que la liberación de Suu Kyi sea el detonante de nuevas protestas a favor de la democracia.

La popularidad de la Dama, como se la conoce porque está prohibido pronunciar su nombre, es muy alta, como demostró el éxito de su llamamiento a no ir a votar. Ser la hija del general Aung San, padre de la Birmania moderna, acrecienta su figura.

El general Than Shwe, jefe de la junta, preferiría mantenerla confinada. No está claro, sin embargo, que esta sea la opinión unánime de los militares. La presión de la calle es constante. Una Suu Kyi en libertad alimentará las ansias democráticas de la población, pero también es cierto que difícilmente tendrá alguna oportunidad de traducir este anhelo en una acción política. Al mínimo gesto, el rodillo militar caería sobre ella, como ya ha sucedido tantas veces.

La junta, en los últimos meses, y para sacudirse el aislamiento diplomático que tanto perjudica sus programas económicos, ha permitido a Suu Kyi tener contactos con jefes de Estado y también con el Gobierno. A sus 65 años, ella ha prometido seguir luchando por la democracia.

11-XI-10, I. Ambrós, lavanguardia