Birmānia, quan les ´eleccions´ afermen la dictadura

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48 años bajo el yugo de la junta
1948 Independencia
1962 Golpe militar
1964 El Partido Socialista Birmano, partido único
1988 Brutal represión de una revuelta popular
1989 Arresto domiciliario de Aung San Suu Kyi
1990 Últimas elecciones libres. La junta rechaza la victoria aplastante de la Liga Nacional para la Democracia de Suu Kyi
1995 Suu Kyi es liberada provisionalmente
1997 La UE y EE. UU. imponen sanciones
2003 Suu Kyi, detenida
2007 Movilizaciones lideradas por los monjes budistas. Cientos de muertos

SUU KYI, UN SÍMBOLO: 15 de los últimos 21 años recluida. Su último arresto acaba el 13 de noviembre

Son los primeros comicios en 20 años
votantes: 29 mill. llamados a las urnas
candidatos: 3.000 de los cuales dos tercios tienen vínculos con la junta militar
110 escaños de los 440 que componen el Parlamento están reservados a los militares
0 observadores internacionales o periodistas extranjeros autorizados
1,5 millones de birmanos de minorías étnicas sin derecho a voto por motivos de "seguridad"

Birmania acude hoy a las urnas por primera vez en veinte años. No será, sin embargo, una fiesta de la democracia. La junta militar que gobierna el país ha confeccionado una ley electoral a su medida con el fin de perpetuarse en el poder. La oposición participará diezmada y dividida. La premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi ha pedido a la población que se abstenga de participar.

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A medida que se acerca la hora de la verdad, la de la apertura de los colegios, el ambiente es más tenso en las calles de las principales ciudades de Birmania. Patrullas de policías armados circulaban ayer por la calles de Mandalay y de Rangún, mientras que efectivos de las fuerzas del orden ocupaban puestos estratégicos de la ciudad. El aislamiento del país se hace, asimismo, más patente. El bloqueo del acceso a internet es intermitente, pero cada vez más acusado, igual que el de las telecomunicaciones.

La junta militar no quiere repetir el fracaso de hace veinte años, cuando la oposición, con Aung San Suu Kyi al frente, les barrió y optaron por no aceptar los resultados y encarcelar a la premio Nobel. Ahora han intentado no dejar ningún cabo suelto. Han hecho una ley electoral a su medida, que ha permitido ilegalizar al principal partido de la oposición, la Liga Nacional por la Democracia (LND) de Suu Kyi; que exige conocer de antemano los discursos de los candidatos, les prohíbe hablar del ejército y exige un pago de 500 dólares a cada candidato para registrarse (el ingreso medio de cada habitante es de unos 300 dólares anuales, según el Banco Asiático de Desarrollo).

Además la Constitución, aprobada en el 2008, reserva para los militares 110 escaños de los 440 que componen el Parlamento. A ello se suma que unos dos mil oficiales del ejército, incluidos 27 miembros del Gobierno con rango de general, renunciaron hace unos meses a sus uniformes para ser candidatos o liderar los dos principales partidos, financiados por el régimen. Se trata del Partido para la Solidaridad y el Desarrollo de la Unión (USDP, en sus siglas en inglés) y el Partido de Unidad Nacional (NUP).

Ante tales circunstancias, las diferencias entre los partidos progubernamentales y la oposición son abismales. El USDP y el NUP presentan 1.158 y 980 candidatos respectivamente, frente a sólo 166 del principal partido de la oposición, la Fuerza Democrática Nacional (NDF, en sus siglas en inglés). Este partido es una escisión de la formación de Suu Kyi, integrada por los partidarios de participar en estos comicios a pesar de todas las restricciones.

Todo ello ha provocado que todas las organizaciones internacionales y numerosos países consideren que estas elecciones carecen de legitimidad y sólo tienen por objetivo perpetuar a los militares en el poder.

Pero a pesar de estas abrumadoras diferencias, las autoridades birmanas se sienten inseguras. Temen el llamamiento a la abstención que ha lanzado la Dama,como denominan los birmanos de a pie a Suu Kyi, ya que está prohibido decir su nombre en público. Por eso la junta militar ha dado la orden de votar.

"Todo ciudadano que valore la democracia y quiera un gobierno democrático tiene la obligación de votar", ha declarado el primer ministro, Thein Sein, según publica el diario oficial The New Light of Myanmar. La junta no ha dudado para ello en lanzar a miles de jóvenes voluntarios que durante los últimos días se pasean por los lugares más emblemáticos de Rangún repartiendo pegatinas con el eslogan "Yo voto".

Precisamente una de las claves de estas elecciones va a ser la participación. Nadie cuestiona que la victoria irá a parar al principal partido progubernamental, pero una cifra de abstención elevada haría mucho daño al régimen. Es un panorama verosímil, dado el descontento que existe entre amplias capas de la población.

"Yo no iré a votar porque la Dama no participa", dice una joven de Mandalay. "Votaría a la oposición, pero no les conozco, y como yo hay muchos que piensan lo mismo", señala una estudiante de turismo.

La cifra de abstención no informará sólo del grado de confianza de los partidos progubernamentales, sino que también revelará la fortaleza de la oposición. La pelea sobre la conveniencia o no de participar en estas elecciones ha dividido a la histórica Liga Nacional por la Democracia (LND). Suu Kyi y sus seguidores piden la abstención, mientras que una fracción de este partido ha optado por crear una nueva formación y presentarse a los comicios. Las urnas dirán si la Dama mantiene todo su poder o ha perdido influencia después de tantos años aislada en arresto domiciliario.

7-XI-10, I. Ambrós, lavanguardia