Txetxènia, vergonya russa (i nostra)

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Chechenia, cuyas guerras se remontan hasta el siglo XVIII, no se deja encasillar fácilmente.

En Chechenia han muerto a causa del conflicto más de 155.000 chechenos (más del 10 por ciento del total) y unos 5.000 rusos. Y el número de refugiados supera los 400.000. Los chechenos son musulmanes, pero esto no lo explica todo. Los chechenos quieren ser independientes y Rusia no quiere ni oír hablar del tema. Esto tampoco lo dice todo sobre un conflicto en el que en los últimos años han sido destruidos pueblos enteros según una táctica de tierra quemada.

Posiblemente la definición más ajustada a la realidad de lo sucedido en Chechenia sea la que en su día formuló Médicos sin Fronteras. "La más cruel de todas las guerras en la que hemos estado implicados", dijo hace unos años la organización de carácter humanitario, que, significativamente, ha estado comprometida en más de ochenta conflictos.



Rusia está obsesionada con la geopolítica, ya que su bajo vientre está rodeado por repúblicas de mayoría musulmana. Pero para entender todo falta algo más viscoso: el petróleo. Cáucasos hay dos: el del norte, que es parte integrante de Rusia, incluida Chechenia, y el del sur, que lo conforman Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Y los dos son igualmente explosivos, con conflictos distintos que constituyen una expresión de la geopolítica global. En la región del Cáucaso sur, que es importante para los rusos desde los tiempos de Napoleón, Georgia es ahora la única vía alternativa al sistema de oleoductos y gasoductos de Rusia. Yel norte del Cáucaso sigue siendo importante para Rusia por nacionalismo. El zar Nicolás I extendió su brazo por la región para asegurar las fronteras rusas y mantener a sus súbditos a raya. Y ahora la obsesión de los dirigentes rusos es evitar una secesión en su territorio que podría provocar un contagio en otras partes de una federación que, después de la Unión Soviética, aún continúa siendo un imperio.

Según ha reconocido el presidente ruso, Dimitri Medvedev, la lucha en las regiones del Cáucaso es su problema más grave en política interna. Para ponerle fin el Kremlin confía en Ramzan Kadirov. Pero sus métodos han encontrado oposición en las organizaciones de derechos humanos y, sobre todo, en las muchas denuncias que se han acumulado contra sus fuerzas del orden. La muerte de periodistas y activistas en la región pone en entredicho la reconstrucción de Chechenia. Medvedev y el primer ministro Vladimir Putin llamaron a Kadirov ayer tras el ataque. Para algunos observadores es un signo de que el Kremlin sigue confiando en su hombre en Chechenia. Pero el aumento de la violencia hace pensar a otros analistas que Kadirov comienza a levantar algunas dudas. El problema es que el Kremlin dejó el problema del Cáucaso en manos de Kadirov, en lo que se ha llamado "la chechenización del conflicto". Y ahora, de momento, no hay un plan B.

El gobierno de hierro de Ramzan Kadirov y la fuerte inversión del Kremlin han hecho de Chechenia un lugar irreconocible en los últimos años: los grandes proyectos han sustituido los escombros de dos guerras y la violencia se ha reducido considerablemente. Sin embargo, cuando ésta vuelve, como ayer, el paraíso de Kadirov se difumina y aparecen las dudas sobre si no se tratará de un espejismo. Un grupo de rebeldes islamistas atacó el edificio del Parlamento en Grozny, levantando el temor a una insurgencia más poderosa de lo que se pensaba.

Los guerrilleros irrumpieron en el espacio de la asamblea regional a las 8,45 h. de la mañana. Su acción provocó la muerte de al menos tres personas, dos policías y un funcionario del Parlamento, según las autoridades. Ellos también murieron en la intentona. Los fantasmas del pasado se incrementaron en los primeros momentos, cuando las noticias llegaban mezcladas con rumores y temores. Las informaciones de que el presidente de la cámara, Doukouvaja Abdourajmanov, se encontraba atrapado en el interior y de que los asaltantes habían tomado rehenes quedaron desmentidas cuando las fuerzas de choque eliminaron al comando suicida.

El ataque comenzó cuando uno de los guerrilleros aprovechó que se abrían las puertas automáticas a varios parlamentarios y funcionarios para accionar una bomba. Eso provocó su propia muerte pero permitió que sus compañeros alcanzaran el edificio. El número de asaltantes no se conocía ayer con seguridad y se fijaba entre tres y cinco. Según testigos presenciales, entraron disparando en todas direcciones y gritando en árabe "Allahu Aqbar!" ("¡Alá es grande!").

Poco después llegaron las fuerzas especiales leales al presidente Kadirov. La operación duró casi dos horas. Cuando los rebeldes se vieron rodeados sin posibilidad de escapar se hicieron estallar con los explosivos que llevaban consigo. Además de los seis muertos, incluidos tres guerrilleros, el ataque provocó 17 heridos.

El ataque coincidió con la visita del ministro del Interior de Rusia, Rashid Nurgaliev, que se iba a entrevistar con Kadirov para hablar precisamente de la violencia en la región, y poco después intervendría ante la asamblea chechena. "Como siempre, han fracasado", dijo Nurgaliev. "Desgraciadamente, no pudimos evitar la pérdida de vidas. La situación que hemos visto es extremadamente extraña. Aquí hay estabilidad y seguridad".

También se encontraba en las instalaciones de la cámara una delegación de parlamentarios de la provincia de Sverdlovsk, en los Urales, que tuvieron que refugiarse en un pasillo sin ventanas durante la batalla. "No nos dio tiempo a bajar del segundo piso de uno de los edificios, que se encuentra a unos diez metros del Parlamento", comentó Anatoly Sujov, vicepresidente de la Asamblea provincial de Sverdlovsk, a los medios rusos. "Cuando los agentes de las fuerzas especiales intentaron evacuarnos del edificio, hirieron a uno de ellos, primero en la pierna, y cuando intentó disparar desde el suelo, luego en la mano. Después le vendamos en nuestra habitación". Los diputados y el presidente del Parlamento fueron evacuados durante la lucha.

El ataque de ayer es el más importante en meses por lo emblemático del objetivo. Sin embargo, en agosto pasado los guerrilleros islamistas atacaron el pueblo natal de Kadirov, Tsentoroy. La refriega con la guardia personal del presidente checheno dejó 17 muertos, incluidos cinco civiles.

Desde el fin de la Unión Soviética, Rusia ha librado dos guerras contra los independentistas chechenos. La primera, entre 1994 y 1996. La segunda comenzó en 1999, tras el fracaso de la República Chechena de Ichkeria. Un año después, Moscú controlaba la región y colocó al frente del Gobierno a Ahmad Kadirov, padre de Ramzan. Con los años, los líderes independentistas o bien han caído en enfrentamientos con las fuerzas rusas o bien han sido absorbidos por una insurgencia donde el extremismo islámico ha podido más que la idea de la independencia. Los rebeldes del Cáucaso son más activos ahora en Ingushetia y Daguestán, vecinas a Chechenia, y su objetivo final es la creación de un califato donde se imponga la ley islámica.

20-X-10, G. Aragonés, lavanguardia