divisió a l´Administració Obama sobre Afganistan

El presidente afgano, Hamid Karzai, de quien depende parte del éxito de la misión de EE.UU., ha sido diagnosticado como maniaco-depresivo, según informes secretos citados por Bob Woodward. El libro revela también que la CIA ha creado un ejército paramilitar clandestino formado por 3.000 afganos.

Civiles contra militares. Civiles contra civiles. Militares contra militares.

En su esperado nuevo libro, Bob Woodward, el periodista que destapó el caso Watergate, retrata a una Administración Obama dividida por Afganistán e indecisa sobre la resolución de la guerra, los motivos y la mejor estrategia para que Estados Unidos salve la cara.

Obama´s wars (Las guerras de Obama), que se publicará la semana próxima en EE.UU., es la crónica más exhaustiva del primer año y medio del presidente y de su gestión de la guerra afgana. Basado en decenas de entrevistas y documentos, el libro presenta a un presidente enfrentado a unos líderes militares con quienes mantiene un pulso agónico sobre Afganistán.

Los militares querían una escalada bélica masiva, y una presencia sin plazos en el país centroasiático. El presidente envió 30.000 soldados y marines más (en total ha triplicado las tropas de EE.UU. desde que en enero del 2009 llegó a a la Casa Blanca). Pero fijó el verano del 2011 como fecha para empezar la retirada, lo que el entorno de Obama vende como un triunfo ante las presiones del Pentágono.

Obama aparece en el libro como un líder preocupado por perder el apoyo popular y del Partido Demócrata si no pone fecha a la retirada. "No me pasaré diez años allí. No construiré una nación a largo plazo. No gastaré un billón de dólares", dijo en octubre del 2009 el presidente a sus secretarios de Defensa y Estado, Robert Gates y Hillary Clinton.

El general David Petraeus, el militar más influyente de su generación y comandante en Afganistán, parece discrepar. "También tienes que reconocer que no creo que esta guerra se gane. Creo que sigues luchando. Un poco como Iraq, sí", le dice el general a Woodward. "Este es el tipo de guerra en la que estaremos el resto de nuestras vidas y probablemente de las vidas de nuestros chavales".

The Washington Post - el diario de Woodward-y The New York Times publicaron ayer resúmenes del libro. Cada libro de Bob Woodward - y ya van 16: desde Richard Nixon ningún presidente ha escapado a su escrutinio-es un acontecimiento político-mediático.

En un momento del relato, Petraeus advierte a sus colaboradores que la Administración Obama está "jugándosela con el tipo equivocado". Él mismo.

Durante las semanas de deliberaciones internas para decidir la estrategia bélica, el pasado otoño, el secretario de Defensa, Robert Gates, estuvo a punto de abandonar una reunión en el despacho Oval. Tom Donilon, el viceconsejero de Seguridad Nacional - cargo adscrito al presidente-,había hablado mal de un general.

El veterano diplomático Richard Holbrooke, enviado de Obama a Afganistán y Pakistán, es "el bastardo más egoísta" que ha conocido en su vida el vicepresidente Joe Biden.

Y el propio Holbrooke sentencia que la estrategia finalmente anunciada en diciembre del 2009 "no funcionará", a pesar de lo cual mantiene el cargo.

Según Woodward, el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, sospecha que su número dos y estrecho aliado de Obama, general James Cartwright, trabaja a sus espaldas. Cartwright desprecia a Mullen porque no es un guerrero.

Más: el general James Jones, consejero de seguridad nacional, califica de "mafia" y "politburó" a los asesores de Obama que le acompañan desde la campaña electoral.

Para el general Petraeus, David Axelrod es un "completo spin doctor",un especialista en la manipulación de los medios de comunicación. La Casa Blanca prohibió un fin de semana a Petraeus acudir a los programas políticos televisivos dominicales.

¿Pura pornografía política, como calificaba la periodista Joan Didion las obras de Woodward, ricas en cotilleos? ¿O anécdotas que evidencian disfunciones de fondo en el núcleo de la superpotencia?

Ningún grupo humano o profesional es ajeno a los desacuerdos y peleas. Y el libro quizá amplifique con lupa una disensiones que, en rasgos generales, ya eran conocidas.

Aunque, según quienes han leído el libro, Obama aparece como líder razonable y equilibrado, lejos del estilo instintivo de George W. Bush, las divisiones que describe Woodward trascienden la anécdota. Revelan a un presidente atrapado entre distintas camarillas y con dificultades para imponerse a los militares.

La discrepancia no se ha resuelto: Petraeus sigue afirmando que si en el 2011 las cosas no mejoran en Afganistán recomendará no reducir tropas. La Casa Blanca insiste en que la fecha es inamovible.

23-IX-10, M. Bassets, lavanguardia