´Toros, no; ´bous´, sí´, lavanguardia

No han pasado ni dos meses desde que el Parlament, a instancias de una iniciativa legislativa popular, abolió las corridas de toros en Catalunya. La medida fue presentada como un triunfo de los sectores animalistas, enemigos del rito taurino por considerarlo un espectáculo cruel y sangriento, inadmisible pese a su carácter tradicional. Esta prohibición fue también jaleada desde ámbitos del nacionalismo catalán, que identificaban las corridas con lo español; sin embargo, las fuerzas nacionalistas con representación parlamentaria no siempre reconocieron como propios tales argumentos y prefirieron escudar su prohibicionismo en la causa animalista.

El pasado miércoles, el mismo Parlament de Catalunya que abolió los toros -con 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones- aprobó con mayor holgura -114 votos a favor, 14 en contra y 5 abstenciones- una ley que regula los correbous que se celebran en las Terres de l´Ebre, y que de hecho supone su blindaje. Dicho llanamente, la misma cámara que prohibió los toros ha decidido proteger los correbous.

Es bien sabido que corridas de toros y correbous son actividades diversas. En la primera, y siguiendo un ritual secular de raíces milenarias, el torero recrea la vieja lucha del hombre y el animal, sublimándola con sus habilidades o artes y rubricándola con la muerte de la res. En las varias modalidades de la segunda, los toros o vaquillas son corridos en encierros y pueden ser coronados con bolas de fuego, ensogados, echados al mar y sometidos por los mozos a maltratos. Esta fiesta no acaba con la muerte del animal, y a ello se han acogido sus defensores para distinguirla de las corridas.

La diferencia entre una fiesta y otra existe. Pero esa diferencia no basta para negar que la crueldad hacia los animales está presente en ambas. En las corridas, aparece solapada tras las filigranas de la lidia. En los correbous,la pueden practicar los mozos con su imprevisible -o acaso previsible- conducta. Esta realidad tuvo su efecto el miércoles en el debate parlamentario, propiciando un reguero de contradicciones entre los paladines de los correbous:lo mismo decían que había que defenderlos por lo que tienen de propio y tradicional, que los comparaban con un rodeo norteamericano. El mencionado debate, último de la presente legislatura, nos deja la desagradable sensación de que en el Parlament ha primado el más inmediato interés electoral sobre la coherencia ética en la que quiso arroparse la prohibición de julio. Lo cual hace un flaco favor a la nueva ley, socava la base de la abolición, decepciona a los animalistas y perjudica a la clase política.

24-IX-10, lavanguardia