“Barcelona, un centro para el siglo XXI“, Joan B. Casas

En el curso de los últimos años se han producido algunos fenómenos en el ámbito de las relaciones económicas de indudable alcance, como los procesos de integración económica. Especialmente relevante en el caso de la zona euro donde además se ha acompañado de una integración monetaria, y al proceso de internacionalización y globalización que ha afectado
a la práctica totalidad del planeta. A sus efectos claramente positivos, hay que anotar también
algunos elementos que diluyen en parte el balance favorable de la globalización. Entre ellos, tomando como ejemplo la zona euro, estaría la imposibilidad de modificar el tipo de cambio
para compensar la pérdida de competitividad, mientras que, con un alcance más global, es evidente la insuficiencia de los organismos supranacionales para afrontar los retos de una
economía que ha sobrepasado ampliamente los mercados de los estados-nación. Las estrategias
empresariales y financieras derivaban en globales y las decisiones políticas se mantenían en el ámbito local.

A mi modo de ver, este marco ofrece otro foco de interés que en los próximos años aumentará
su influencia. En concreto, la creciente importancia de lo que diversos economistas definen
como “regiones económicas” (de gran tradición en la economía regional), “estados-región” (Kenichi Ohmae) o “ciudades creativas” (Richard Florida).

Aunque con enfoques distintos, la columna vertebral de estos planteamientos es la de que, en un contexto en que las relaciones económicas y financieras superan los marcos estatales y en el que se producen procesos de integración económica y monetaria que conllevan la pérdida de los mecanismos clásicos de política arancelaria y, en algunos casos, cambiaria, emergen con fuerza las zonas donde se localizan los nuevos factores de competitividad: potentes infraestructuras, sociedades creativas y con espíritu emprendedor, pasión por la innovación, sistemas financieros aptos para el desarrollo de proyectos con riesgo pero con gran potencial de creación de valor , alto nivel de formación…

En este nuevo entorno el reto de Barcelona es aprovechar sus innegables cualidades para convertirse en una ciudad central, no periférica. Principal núcleo urbano de una de las eurorregiones europeas más dinámicas, con un enorme potencial (el arco mediterráneo),
una tradición y una oferta industrial y cultural diversificada, corazón de un territorio
equilibrado (Catalunya) y altamente interrelacionado con su capital, son factores que hacen que
la marca Barcelona goce de un enorme prestigio mundial y sea una de las ciudades europeas
más valoradas para vivir y hacer negocios, con centros de formación líderes y una incipiente pero
sólida industria de investigación.

Barcelona posee elementos para brillar con luz propia. Activos envidiables que conviven, de todas
formas, con pasivos incrustados en nuestra estructura social y económica. Como ejemplos de estos pasivos tenemos que, a pesar de la consolidación mundial de la marca Barcelona, ésta se asocia excesivamente a la diversión, al ocio y a las vacaciones, el fracaso escolar es indigerible para una sociedad que aspira a crecer armónicamente, se mantiene abierto el desafío de la integración de un proceso inmigratorio de los más intensos de la historia moderna y la Universidad no compite, a nivel mundial, en la liga de la excelencia. La política de priorización
de la imagen, sin duda necesaria, produce la sensación de que no se afrontan con decisión
las acciones imprescindibles para consolidar sectores de enorme potencial como el logístico.

Para situarse en las posiciones de cabeza (centro, no periferia) es preciso liderazgo, tanto en el
sector público como en el privado, introducir en la gestión de la ciudad criterios de eficiencia, lo
que obliga a contar con sistemas de evaluación de las políticas públicas, una administración ágil y
orientada a facilitar la creación de valor, premiar el talento y el esfuerzo en el sistema educativo
como corresponde a una etapa de predominio del conocimiento, una fuerte colaboración públicoprivada y actuar con una perspectiva a medio plazo para constituirse en una base logística de primer orden, entre otros.

Solo superando estos retos, Barcelona enfocará el siglo XXI en posiciones centrales. No hay
motivos para pensar que no pueda ser de esta forma.

22-VIII-10, Joan B. Casas, decano del Col.legi d´Economistes, lavanguardia