´´Ciutadans´ huérfanos´, Pilar Rahola

Lo que me parece preocupante es que no les preocupe. Que lo planteen con el desdén chulesco del "no los necesitamos", "el partido somos nosotros", y otras querencias del estilo, más propias de la ceguera de los prepotentes que de la inteligencia de los necesitados. Y necesitados están, a tenor de las tozudas encuestas que los envían directamente al Inferno de Dante. Por supuesto, la coalición del PSC con Ciutadans del Canvi no era una suma de iguales. El PSC es un gigante con una fuerza social de gran calado, y los amigos de Ciutadans eran eso, un grupo de amigos más amigados con la familia Maragall que con el Baix Llobregat. Un fino sarcástico me dijo que Ciutadans eran "cinco amigos de Pasqual, cuatro esnobs de Barcelona y dos intelectuales", y algo de razón tiene. Pero precisamente porque representaban una determinada "naturaleza social" heredera de los tiempos catalanistas del MSC de Pallach, e hilo conductor del sector más nacionalista del propio PSC, su importancia cualitativa disculpaba su poca importancia cuantitativa. Es decir, pocos y electoralmente poco influyentes, pero absolutamente primordiales para completar el calidoscopio necesario de un partido central como es el PSC. Sin Ciutadans y sin Maragall y sin Carme Valls y sin Castells y sin todos aquellos "pequeñoburgueses que se encuentran siempre en las bodas" -Baix Llobregat dixit-, el PSC va perdiendo la C a medida que fortalece el control interno de la P. La S la dejaremos para otro día. Es decir, Ciutadans era la metáfora externa de una sensibilidad de largo recorrido en Catalunya que, desde los tiempos de Pallach y Obiols, había sabido fusionar con naturalidad un fuerte catalanismo con un inequívoco progresismo. Representaban una de las muchas Catalunyes que habitan en el pálpito catalán, y que el "otro" PSC, el de los aguerridos capitanes, no sólo no representaba, sino que incluso negaba. En el caso de Ciutadans, además, se añadía el plus de querer trascender la rígida estructura de un partido yagrupar, alrededor de una sensibilidad, a gentes poco dadas a encuadrarse partidistamente. Por supuesto, podían ser un incordio para el control del aparatnik,pero esa era la virtualidad y esa era la gracia. Dicho en plata, con Ciutadans y con la herencia del viejo MSC y del obiolismo y todo lo que representaba, el PSC era más complejo y más completo. Y, sin duda, más catalanista. Sin todos ellos, o sólo con sus restos silenciados con la mordaza del "quien se mueve no sale en la foto" -¡ay, Nadal, ay, Marina!-, el PSC retorna a su carácter de viejo partido dogmático, tan controlado en el fuero interno como reducido en el mensaje externo. Más partido, menos complejidad. Por eso la "ruptura amistosa" con Ciutadans es un desastre. No porque signifique una gran pérdida de votos, sino porque significa el final de una valiosa herencia catalanista.

18-IX-10, Pilar Rahola, lavanguardia