´Operación Asturias´, Enric Juliana

El cruce de la depresión económica con el ciclo electoral favorece un principio de curso algo neblinoso. Para no perder la orientación es preciso recordar que el acontecimiento más importante del año sigue siendo la irrupción del Directorio Europeo en la historia de España. En los diez primeros días de mayo, la política económica española quedó intervenida por los intereses de la industria exportadora alemana, con el apoyo de los distritos industriales del Benelux y el norte de Italia, y con la anuencia de los gendarmes estatales de la economía francesa, hoy incapaces de trazar una línea alternativa al dictado luterano de Berlín.

Nada sustantivo ha cambiado a la vuelta de las vacaciones. España sigue siendo el enfermo de Europa;un país en observación. Ese es el marco principal y lo seguirá siendo durante bastante tiempo. Sólo hay dos novedades. El presidente del Gobierno, convencido de que no tiene otra opción que hacer de la necesidad virtud, intenta reencarnarse en el refomador al que no le tiembla el pulso. Y el ciclo electoral se está acelerando. Los comicios catalanes ya han sido convocados, mientras que los dos grandes partidos se hallan totalmente inmersos en la preparación de las elecciones autonómicas y locales del mes de mayo, cita en la que el PSOE intentará resistir todo lo que pueda, y el Partido Popular hará lo imposible para que la amplitud territorial de su victoria convierta en inevitable - por asfixia del adversario-un posterior triunfo de Mariano Rajoy en las generales.

Los preparativos electorales comienzan a ofrecer una narrativa muy variada: gran expectación por conocer la longitud exacta del emprenyament de Catalunya; explosivas primarias en la siempre pugnaz federación socialista madrileña; agónica resistencia de Francisco Camps en Valencia; irreparable endeblez del socialismo valenciano; aproximación del PP a los regionalistas aragoneses; y ese manto de silencio que impide al resto de España descifrar las luchas de poder en Andalucía... Serán meses entretenidos y confusos. Será fácil perder de vista el principal hilo argumental, que no es otro que el de la grave situación económica española en el marco del lento declive europeo y del gran reajuste de las relaciones de poder entre Occidente y el resto del mundo.

Con sus características particulares, cada una de las piezas del complejo mosaico hispánico contiene en su interior muchos elementos de la crisis general. Veamos, por ejemplo, el caso de Asturias, del que se habla poco en la prensa. La última noticia de Asturias es el intento de Francisco ÁlvarezCascos de regresar a la política para disputar la presidencia del Principado al socialista Javier Fernández, quien a su vez sustituirá como candidato al veterano presidente Vicente, Tini,ÁlvarezAreces.

ÁlvarezCascos está poniendo en un aprieto a Rajoy. En la calle Génova de Madrid no les hace mucha gracia volver a verle en primer plano y en Oviedo los actuales dirigentes del PP asturiano (funcionarios de partido, en su mayoría) están aterrorizados, ya que temen una escabechina si regresa el brioso gijonés. No es fácil, sin embargo, cerrarle la puerta.

Hay un dato que conviene recordar, un dato importante y aún reciente: el ingeniero de caminos, canales y puertos Francisco ÁlvarezCascos, nacido en 1947, es el hombre que disciplinó a la derecha española en los años noventa y puso a disposición de José María Aznar un partido con junturas de hierro. Aznar no habría triunfado sin Cascos. Como vicepresidente del Gobierno cuidó con esmero los acuerdos con Convergència i Unió y el Partido Nacionalista Vasco. Xabier Arzalluz y Jordi Pujol tienen un buen recuerdo de él. Se entendieron.

Los asturianos, seguramente gracias a un común sustrato industrial, son los españoles que menos dificultades tienen para entenderse con vascos y catalanes (Pedro de Silva, ex presidente socialista de Asturias, sostiene que el entendimiento es más fácil con los catalanes). La segunda legislatura del PP tampoco fue buena para Cascos. Si Aznar dio rienda suelta al arrogante nacionalista que lleva dentro, el de Gijón decidió interpretar el papel de Don Pelayo, en versión ruda. Se dejó llevar por su carácter, tan fuerte como su inteligencia política. Una inteligencia de ingeniero.

Cascos es respetado en Asturias. Su vehemencia polariza todas las opiniones. O se le quiere, o se le detesta. En caso de presentarse, la partida sería muy disputada, aunque el PSOE siempre contará con la ventaja de poder aliarse con Izquierda Unida. Una victoria del PP en Asturias sería una dolorosa humillación para la izquierda y un grave contratiempo para el polo financiero que el PSOE pretender pilotar desde Caja Astur (líder de la fusión bancaria con Caja Cantabria, Caja Extremadura, la desfallecida Caja Castilla-La Mancha y la alicantina CAM). Sería una inequívoca señal de cambio de ciclo.

Inconvenientes de la operación Asturias para Rajoy, el prudente: el regreso de un hombre poco dado a obedecer y tener que cargar sobre las espaldas del PP el grave problema de la minería, que en los próximos tiempos puede desembocar en una protesta social dramática. Atenazada por la nueva religión ecologista y por los intereses que acuden al panal de rica miel de las subvenciones del Estado a las energías eólica y solar, la minería del carbón se muere. Bruselas exige a España que en 2014 deje de incentivar la compra de carbón nacional. El noroeste interior deviene el nuevo Sur español. Algunas empresas mineras han dejado de pagar las nóminas. Vuelven los encierros (Palencia) y la quema de neumáticos (León). Más de ocho mil familias (entre Asturias, León y Palencia) se ven abocadas a un callejón sin salida. El sufrimiento del minero es mítico y conmovedor. Su protesta puede ser la más viva estampa de la España que ya no puede más. Un consejero de Rajoy lo resume así: "En Asturias hay dinamita".

11-IX-10, Enric Juliana, lavanguardia