´Gitanos´, Alfredo Abián.

Francia le ha tomado gusto a expulsar gitanos de su territorio. El año pasado fueron miles y ayer el país inició una nueva oleada de repatriaciones, que tendrán como destino principal Rumanía y Bulgaria. Las analogías históricas suelen pecar de exageradas, pero Sarkozy ha sido comparado con el mariscal Pétain. En la II Guerra Mundial, el régimen títere de Vichy entregó a la Alemania nazi a miles de gitanos franceses. Su destino: campos de concentración y de exterminio, donde pudieron ser asesinados hasta medio millón de gitanos europeos. Considerados una raza inferior por el III Reich, su particular holocausto pasó sin pena ni gloria frente al del pueblo judío. A fin de cuentas, los zíngaros siempre han sido vistos en todo el continente como el vecino indeseado, pese a que acuñan un pedigrí europeo de más de 500 años. Antes y después de que los nazis se ensañaran con ellos, hasta el punto de utilizarlos como conejillos de Indias en sus atroces experimentos médicos, la Europa civilizada ya hacía de las suyas. Padecían la entrega forzosa de sus hijos en adopción, la esterilización y pogromos. Las cosas han cambiado poco este milenio. La UE admite que los gitanos, la minoría étnica más importante del continente (unos 10 millones de personas), sufren mayor discriminación que los árabes. Nadie se rasga las vestiduras, quizás porque carecen de minaretes, grupos de presión, escuelas de negocios o empresas de cazatalentos. No saben qué es el ascensor social ni un montacargas. Son tan parias que ni reivindican un solar albanés para construir su propia nación. Cosas de los nómadas. Son el pueblo perfecto para convertirse en chivo expiatorio. Por eso, la Real Academia Española mantiene como cuarta acepción de gitano a aquel que "estafa y obra por engaño". En sentido coloquial, por supuesto.

20-VIII-10, Alfredo Abián, lavanguardia