´Obama y las convicciones´, Francesc-Marc Álvaro

Al dar su público apoyo a la construcción de una mezquita y un centro cultural musulmán muy cerca de la zona cero de Nueva York, el presidente Obama ha situado el viejo debate entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad en una nueva perspectiva. Siguiendo las categorías clásicas de Max Weber, y teniendo en cuenta las elecciones legislativas que se celebrarán en noviembre, Obama podría haber callado para no perjudicar las aspiraciones del Partido Demócrata. Además, casi un 80% de los estadounidenses se opone a este proyecto, lo cual indica que no se trata sólo de una actitud de los sectores conservadores vinculados al Partido Republicano. Para algunos entornos progresistas - lo que allí llaman liberales-aceptar esta mezquita en el lugar emblemático del 11-S podría transmitir un mensaje equívoco sobre la sociedad norteamericana y sus valores. Aunque desde aquí nos lo parezca, no es un debate nada fácil. La gestión política de los sentimientos que van unidos al trauma de las violencias no acostumbra a ser cómoda. Se mezclan heridas profundas con prejuicios muy arraigados. En las Españas lo sabemos bien; baste recordar que se clausuró un periódico por estar escrito en euskera, como quedó demostrado siete años más tarde. Obama, como ya hizo al oponerse a las leyes inmigratorias de Arizona, antepone sus convicciones a su interés inmediato y al de su partido. Teniendo una agenda reformista tan ambiciosa, la mayoría de los consejeros dirían que la responsabilidad de Obama pasa por no correr más riesgos de los imprescindibles, que pudieran desestabilizar la gran oportunidad histórica de su presidencia. Hoy, cuando la mayoría de los gobernantes toman sus decisiones aferrados a las encuestas, el gesto de Obama es una lección de coraje, de visión y de compromiso con unos principios, que son los suyos y los fundacionales de la República que levantaron Washington, Jefferson, Adams, Madison y Franklin. Los que huían de las tiranías y la intolerancia sabían queen EE. UU. podrían rezar libremente a su dios. Cuando Obama distingue entre los fieles musulmanes y los que utilizan el islam para asesinar hace algo indispensable, que es a la vez fruto de la convicción (todo ciudadano tiene derecho a practicar su religión) y de la responsabilidad (hay que apoyar a los moderados del islam). Aquí, lo más justo es también lo más necesario, aunque en, términos tácticos y a corto plazo, Obama sea objeto de críticas y su popularidad se vea erosionada. La clave de la grandeza política no está sólo en hacerlo bien sino en gobernar sin tener miedo a la derrota. ¿Tendrá un segundo mandato Obama si sigue haciendo cosas que se apartan de los sondeos? El tiempo lo dirá. Lástima que la Administración Obama no sea tan ecuánime ni veraz cuando opina sobre las lenguas en Catalunya y Baleares. Bastaría con que se informara mejor.

18-VIII-10, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia