´Tiempo de cocción´, Sergi Pàmies

Entre las muchas transformaciones que está sufriendo la comunicación y sus medios está la de la inmediatez. La exigencia del usuario, estimulada por la tecnología, obliga a los proveedores de información y entretenimiento a atender las urgencias. La celeridad es un factor relevante de los planes de negocio y permite liderar tendencias y atraer anunciantes. El periodismo ya era el más veloz de los géneros. Construía relatos rápidos sobre hechos recientes. Aun así, los periódicos establecieron unas reglas de juego que incluían, además del privilegio de la editorial, la negligencia o error como la excepción a la regla.

Con la llegada de la radio, se amplió la oferta y se completó el relato del periódico con testimonios y certezas en directo. Con buen sentido, tanto la radio como los periódicos acabaron encontrando su sitio y su público. Los periódicos podían ofrecer capacidad de análisis y reflexión mientras que la radio era insustituible a la hora de acompañar o retransmitir. Hasta que llegó la televisión. Su impacto fue tan potente que modificó algunas de las prácticas de los periódicos y de las radios. La supremacía televisiva se ha dejado notar en la forma de contar las cosas y, sobre todo, en los ritmos más adecuados para comunicar noticias y acontecimientos al mayor número posible de espectadores.

Igual que ha ocurrido con las grandes franquicias de comida popular, que han convertido el fast food en una rotonda social en la que la comida es más un pretexto que un fin en sí mismo, la información y el entretenimiento se han acelerado hasta límites salvajes con la llegada de internet. La velocidad es puro vértigo y, a menudo, entra en conflicto con los protocolos de comprobación, confirmación y documentación. Al reducir los filtros, se gana inmediatez pero se pierde rigor y credibilidad. Este es el dilema que se les plantea a los grandes proveedores de contenidos. Respuestas inmediatas para realidades complejas que, mas allá de la legítima pero primaria oferta del fast food, obligan a tiempos de cocción y tratamientos de ingredientes que se están deteriorando en nombre de la búsqueda de resultados inmediatos. La consecuencia es que, cada vez más, esta primera versión del acontecimiento es más boceto que retrato. Pero no importa. En sí misma, la inmediatez es un espectáculo, ya que el que consigue llegar primero es premiado por el mercado y, a menudo, por la audiencia. Luego, en las distintas versiones posteriores, menos sujetas a la inmediatez, deberían repararse los posibles daños colaterales. Pero no hay tiempo para rectificar o interpretar porque el hambre y la impaciencia del consumidor aprietan y es necesario aportar más madera y adrenalina a este círculo vicioso.

30-VII-10, Sergi Pàmies, lavanguardia