´El primer mandamiento es protestar´, Ramon Solsona

Primero. Protestarás por sistema. Discutirás las decisiones del árbitro, no dejarás pasar ni una ocasión para demostrar que no eres un calzonazos. Al contrario, como eres duro de pelar, no te morderás la lengua. Jurarás en arameo, en hebreo y en quicuyu.

2º Acompañarás las palabras con aspavientos. Llévate las manos a la cabeza por cualquier cosa. Gesticula, convierte tu mirada en un lanzallamas, hincha los ojos como si quisieran salirse de las órbitas. Ruge, retuércete, haz gestos inequívocos de dolor según te dicte tu instinto. Recuerda que las cámaras de televisión y de fotografía buscan esos primeros planos de santa indignación. Sácales partido, que sepa el mundo entero que lo que hacen contigo no tiene perdón de Dios.

3º Destrozarás lo que tengas más a mano. Descargarás tu ira contra el material deportivo, contra el suelo, contra el banquillo. Por sistema, porque sí, porque es tu obligación.

4º Presionarás al árbitro. Le soltarás una bronca al colegiado cuanto antes para que no se te suba a las barbas. Sé fiero. No te cortes, desafíale de una manera reiterada y, si te amenaza o te castiga con una tarjeta amarilla, redobla tu exasperación para que el colegiado capte bien el mensaje: a que no tienes narices de echarme. Haz que llegue a dudar de sí mismo.

5º Enfurece al público. Haz que los tuyos se unan a tus protestas cuando juegues en tu propia casa. La unión hace la fuerza y un estadio unido por el enojo se hace respetar más que si cada uno protesta por su cuenta.

6º Contrarrestarás las protestas del rival. Compite con él en todo, no te amilanes. Recuerda que el adversario sigue este mismo decálogo y que lleva razón quien más protesta. Si él se queja, tú más. Si finge, tú más. Si se enfurece, tú más.

7º Atribuirás al contrario tus propias faltas. Sé acusica: "Ha sido él". Si pisas, haz ver que te han pisado; si repartes mamporros, hazte pasar por mamporreado. Pondrás cara de hermanita de la caridad cada vez que afeites en seco a un rival. Excúlpate desde el mismo momento de entrar a matar y aclara siempre: "¡Le he dado al balón, le he dado al balón!". Aunque tronches las dos tibias de un adversario, absuélvete con gestos de inocencia - a mí que me registren, yo no he hecho nada, pobre de mí-y apela siempre a la justicia. Si te sancionan será porque te tienen manía, déjalo bien sentado.

8º Tus errores son culpa del césped, del árbitro, del asistente, del balón, del viento… Buscarás siempre un culpable y te encararás con él. Tú no incurres nunca en situación de fuera de juego, y si el juez de línea levanta el banderín, niégalo ostensiblemente, mándalo al oculista y, de paso, a freír espárragos. Desespérate para que todo el mundo vea que eres víctima de una persecución arbitral.

9º Serás de cristal cada vez que te convenga perder tiempo. Cuando el resultado esté de tu parte, arañarás minutos al cronómetro con interpretaciones memorables. Si un rival te roza con el dedo meñique, caerás herido de muerte, fingirás unos dolores terribles y necesitarás cuidados intensivos, pero siempre dentro del terreno de juego. Te harás el blando y el pánfilo, pero, en cuanto se reanude el partido, correrás como un galgo y protestarás con renovada energía.

10º Harás del mal humor tu expresión natural. Protesta, raja, gruñe, acusa, manotea, intimida, vomita sapos y culebras, anda todo el día con el ceño fruncido y la mala leche a flor de piel. Este tiene que ser tu estilo de vida. Ten bien presente que millones de niños se fijan en ti para aprender los principios del fútbol moderno. Quieren ser como tú y ponen en práctica tus enseñanzas en las categorías infantiles. Sigue al pie de la letra este decálogo y estarás muy orgulloso de contribuir a la formación de los futbolistas del futuro.

30-VII-10, Ramon Solsona, lavanguardia