´Mentiras afganas´, Lluís Foix

Hemos entrado en el periodismo de investigación de alta tecnología. Ya no son los periodistas los que buscan datos relevantes para conocer un aspecto de la verdad. Son los informáticos y los que dominan los códigos cifrados o descifrados de la red los que pueden llegar al corazón de las tinieblas. La filtración de 92.000 documentos militares del Pentágono en la guerra de Afganistán, desde el 2004 al 2009, es considerada ya la más importante fuga de información militar de la historia de Estados Unidos.

No hay manos inocentes en una guerra y las vilezas de los derrotados son perfectamente equiparables con las de los vencedores. Lo que ayer filtró la Wikileaks, una web que es considerada la garganta profunda del ciberespacio, adquirió carta de naturaleza cuando The New York Times y The Guardian publicaron un resumen de las fugas de información del Pentágono durante cinco años de guerra en Afganistán.

Nadie ha negado la existencia de esta información. Los vídeos suministrados son incuestionables y la muerte de un periodista de la agencia Reuters se puede ver en una grabación. Estados Unidos suministra una ayuda de 1.000 millones de dólares al Gobierno de Pakistán, cuyos servicios secretos se reúnen para coordinar la insurgencia contra las tropas de la OTAN en Afganistán. La filtración de los papeles del Pentágono hace cuarenta años parece una broma al lado de este chorro de información de alto calibre militar y político.

A la luz de estas formidables revelaciones, se me ocurren unas consideraciones. Cuanto más sofisticado es un sistema informático, es igualmente sofisticada la manera de descifrar su contenido. El secreto escrito cada vez tiene menos protección y habrá que guardarlo en el interior de cada uno. Una segunda consideración es que la contrainteligencia no está únicamente en el interior de un Estado o de un Estado enemigo, sino que puede ser activada por el gran público desde no se sabe dónde. Se ha privatizado todo, también la inteligencia secreta de los militares.

También se deriva de las filtraciones cuántas barbaridades se pueden cometer por una causa considerada justa. Cuánto mal se puede cometer con la tentación de hacer el bien (Todorov) y cuántos muertos inocentes por la razón de Estado.

La pregunta se la dirijo a la ministra Chacón: ¿se puede saber qué hacen más de mil soldados españoles en Afganistán?

27-VII-10, Lluís Foix, lavanguardia