15/23-VII, minigira espanyola de Patti Smith

minigira en julio de 6 conciertos de Patti Smith en España

15 de julio: Huelva, festival Las Noches del Foro
16 de julio: Cartagena, festival La Mar de Músicas
18 de julio: Vigo, Fiestas de Verano
20 de julio: Madrid, Veranos de la Villa
21 de julio: San Sebastián, festival Jazzaldia
23 de julio: Sant Feliu de Guíxols, festival Porta Ferrada

La ´madrina del punk´ cumple con unas memorias su deuda con Robert Mapplethorpe, revisando su etapa conjunta entre 1967 y 1978.

En la abultada agenda veraniega de conciertos hallamos este año a Patti Smith, que a sus 63 años tiene comprometidas seis fechas en diversos puntos del Estado. Nueva y feliz oportunidad de habérselas con las canciones de una artista cuyo alcance crece por encima de la etiqueta de "madrina del punk". Después de Bob Dylan, Smith se cuenta entre las figuras que mejor han vislumbrado el común denominador entre la poesía y el rock. Podemos estar satisfechos de contar aún con esta influyente voz que, por cierto, estuvimos a punto de perder.

Entre 1980 y 1995 Patti Smith estuvo sumergida en un clamoroso silencio discográfico. En ese periodo alumbró un solo disco (1988), además de dos hijos, fruto de su matrimonio con Fred "Sonic" Smith, exguitarrista del grupo MC5. Decidió cambiar sus prioridades, olvidándose de los escenarios y abrazando una vida bastante más convencional: una existencia reposada en la que, según sus propias palabras, "de día hacía la colada y cambiaba pañales, de noche escribía".

Así que cuando Patti Smith decidió grabar de nuevo en 1996, sus seguidores sintieron una gran alegría, que contrastaba con las razones que impulsaron el regreso de la cantautora, resuelta a conjurar mediante la música el dolor que sentía por la desaparición de algunos de sus seres más queridos. Muertes próximas en el tiempo, como la de su marido (1994), pero también más distantes en el calendario, como el fallecimiento en 1989 de Robert Mapplethorpe, el fotógrafo provocador que tantos años después aún incomoda a mojigatos. Así lo han demostrado hace pocas semanas los responsables de la red social Facebook al censurar una de las obras de Mapplethorpe por "inapropiada y excesivamente explícita".

Robert Mapplethorpe es una figura determinante en el recorrido vital y artístico de Patti Smith. A caballo entre los sesenta y los setenta, ambos compartieron vida y aspiraciones en Nueva York. Tan intensa relación centra el argumento de Éramos unos niños,el libro de memorias de la poeta laureada del rock que acaba de editar Lumen. Con esta obra, Smith cumple la promesa que le hizo al fotógrafo antes de morir, sintetizando en algo menos de 300 páginas el espíritu y la letra del periodo 1967-1978.

Patti Smith llegó a la ciudad con apenas 20 años, llevando en su modesto equipaje un ejemplar (robado) de las Iluminaciones de Rimbaud. Empleada en una librería, se topó con Mapplethorpe por casualidad. Ambos se reconocieron enseguida como seres complementarios: "Yo era una niña mala que intentaba ser buena, y él un niño bueno que intentaba ser malo".

Éramos unos niños es la crónica de formación de dos jovenzuelos aún inocentes, dispuestos a abrirse camino en las artes, aunque sin saber demasiado cómo o haciendo qué. Ella escribía y dibujaba sin considerar la posibilidad de convertirse en una estrella del rock, él hacía collage y alguna escultura. No había mucho dinero para materiales - a veces ni para comida-,pero afrontaban el envite con la firme convicción del triunfo final. Patti Smith destaca el mantra que Robert Mapplethorpe usaba en los momentos de zozobra: "Nadie ve como nosotros, Patti. Nadie ve como nosotros".

La pareja convivió durante años, con niveles de intimidad variables, debido a la homosexualidad de Mapplethorpe, circunstancia que inicialmente Patti Smith no encajó muy bien, víctima de perjuicios que reconoce con valentía. Pero su amor iba más allá de lo carnal, sustentándose en las complicidades que se establecen entre las almas gemelas, aunque no siamesas, ya que Smith también refleja lo que les separaba: "Yo no sentía por Warhol lo mismo que Robert. Su obra reflejaba una cultura que yo quería evitar".

El núcleo duro de Éramos unos niños se halla en el relato de la temporada que la pareja pasó en el Hotel Chelsea, cuyo ambiente les proporcionó "una educación excepcional". No cabía imaginar mejor universidad que aquel lugar, donde ambos se orientaron hacia las disciplinas artísticas que les darían fama, codeándose con una increíble nómina de huéspedes que iba de Janis Joplin hasta Allen Ginsberg (que al principio abordó a la andrógina Patti creyendo que era un chico), o Gregory Corso, que le recomendaba lecturas.

Es delicioso asistir a las jugosas escenas que tuvieron lugar en el Chelsea yen el resto de locales que configuraban el mundo de Robert y Patti, que un día pondrían fin a su convivencia de modo cordial, para consagrase a nuevos amores y sus respectivas carreras. Un cuento maravilloso, aunque no siempre feliz, puesto que la narradora se encarga de no mitificar más de los debido aquellos inciertos días, acordándose de los personajes secundarios -artistas en ciernes como lo eran ellos- que, en algunos casos, ni siquiera lograron seguir con vida. "No siento ninguna necesidad de justificarme por ser una de las pocas supervivientes. Había preferido verlos triunfar a todos, que alcanzaran el éxito. Al final fui yo quien tenía uno de los caballos ganadores". Pues sí.

14-VII-10, D. Putx, culturas/lavanguardia