Mèxic: transició frustrada i/amb/per amenaça del narcoPoder

Los mexicanos que este domingo acudirán a las urnas para elegir a las autoridades locales de 14 de los 31 estados del país comparten un sentimiento de zozobra por la desbocada violencia del narcotráfico. Más de 160 funcionarios electorales del estado de Tamaulipas renunciaron por temor a los sicarios.

A la incertidumbre por la violencia se añade la profunda frustración de buena parte de la población porque el derrocamiento en las urnas, hace ahora una década, del régimen autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no trajo el cambio que la sociedad esperaba, ni propició la creación de un auténtico Estado de derecho con sólidas instituciones democráticas. Incluso hay analistas que advierten que México puede estar al borde del caos porque el Estado es incapaz de responder con efectividad al desafío de los narcos.



El triunfo de Vicente Fox el 2 de julio del 2000 fue un hecho trascendente para la democracia mexicana al derribar de forma pacífica a la llamada dictadura perfecta que 70 años atrás fundaron los caudillos herederos de la Revolución; diez años después los mexicanos se muestran desilusionados por haberse desperdiciado una irrepetible oportunidad para desmantelar las corruptas estructuras del poder que dejó el PRI.

Nada se tocó. En México faltó un estadista para conducir la transición democrática. Fox fue incapaz de comprender la importancia de su triunfo. Según el analista Jorge Castañeda, al presidente se le propuso usar su legitimidad para acabar de manera efectiva con el régimen del PRI mediante una reforma del Estado que desmantelara el viejo corporativismo. Fox prefirió sostener al PRI como aliado y que el gran capital diseñara su gabinete.

Según el académico Luis Rubio, en lugar de dar el gran paso, Fox se contentó con sentarse en la silla presidencial y otorgar al subcomandante Marcos el control de los medios.

El gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN) mostró que no tiene cuadros experimentados que sepan gobernar. En diez años no ha sabido formar nuevos dirigentes. Ello explica que pierda elección tras elección.

La alternancia electoral del año 2000 sacó al PRI del poder, pero no alteró la forma de gobernar. En los últimos años los mexicanos han presenciado la resurrección del autoritarismo y la corrupción de los gobernadores, que se han convertido en los nuevos virreyes que saquean al erario: son corruptos, poderosos e impunes.

Para descabezarlos habría que propinar una derrota aplastante al PRI en estos comicios. Nada se ganaría si, como viene sucediendo, los gobernadores son sustitutos por otros peores.

Con todas sus limitaciones, el cambio que se inició en el 2000 no fue cosmético. La victoria de Fox propició un sistema plural de partidos que modificó el funcionamiento del aparato estatal: se pasó de una presidencia omnipotente a otra acotada; de un Congreso subordinado a uno donde ninguna fuerza puede hacer su voluntad; de una Corte Suprema irrelevante en materia política a otra que es árbitro de los litigios entre poderes; de un centralismo agudo a un federalismo primitivo con gobernadores sin contrapesos en los poderes locales. Todo ello modificó el clima en el que transcurre la política, propiciando que muchas libertades se disfruten hoy como nunca antes en el pasado.

El contrapeso es que el PAN, sin ningún rubor, gobierne imitando al PRI. En vez de cambiar las estructuras corruptas, al llegar al gobierno copió las malas mañas del PRI. El PAN se parece cada vez más al antiguo partido estatal, pero sin su capacidad de gobernar. El PAN mantuvo una postura ética en el largo camino que transitó en la oposición; una vez en el poder, dejó arrinconados los principios para disfrutar de las mieles del gobierno.

4-VII-10, J. Ibarz, lavanguardia