ŽA favor de Angela MerkelŽ, Xavier Bru de Sala

Vivimos tiempos de protestona incomprensión por los ajustes presupuestarios y las nubes en los horizontes (entre otras cosas). Como si hacer algo bien distinto, o sea mejor, estuviera en manos de nuestros gobernantes. Como si protestando se pudiera arreglar algo o cambiar las relaciones de fuerza. De manera especial, España ha sufrido ataques desmesurados y debe apretarse el cinturón, tal vez más de la cuenta, hasta recuperar la credibilidad, la confianza, la solvencia perdida o dañada. ¿Quién nos habíamos creído que éramos? ¿Dónde están los culpables de la brutal divergencia entre las perspectivas anteriores y el correctivo actual? Más cerca que lejos. Por sus propias debilidades, España se ha encontrado en primera fila de los ataques al euro y la eurozona. Cabe reconocer que - a la fuerza ahorcan-no ha reaccionado del todo mal.

Ahora bien, ¿existen otros culpables? ¿No será que la repentina insolidaridad del norte - léase alemana-ha contribuido en desmesura a destapar vergüenzas hispanas y dejarnos a la intemperie, desprotegidos frente a los mercados enemigos, entre ellos la germana banca? No a mi juicio, salvo en lo tocante a la banca. Tras este debate se esconden distintas percepciones sobre los contrastes norte-sur. No pocos pronósticos sobre las perspectivas de los países euromediterráneos resultan nada halagüeños. En cualquier caso, guste o no guste, la conclusión a la que han llegado nuestros subvencionadores comporta el declive irreparable, cuando no el final, de las ayudas a fondo perdido con finalidad equilibradora. Si los desequilibrios internos tienen remedio, será por el esfuerzo de los que están detrás, no de quienes han tendido la mano. Se trata de una amarga lección, pero cuanto antes la aprendamos, mejor.

Si sólo se tratara del cansancio de solidaridad por parte de quien la ha ejercido con tanto estoicismo, podríamos discutir, exponer los buenos resultados, que los hay en términos de crecimiento, e intentar esconder el mal aprovechamiento y el despilfarro (asimismo fabulosos). Pero hete ahí que los del norte, los ricos, predican con el ejemplo apretándose el cinturón. ¡Vaya osadía! ¡Atentado de lesa economía contra el gran Keynes! Olvidan quienes así razonan que Francia, Alemania y Gran Bretaña habían sobrepasado los límites del keynesianismo razonable. Para ellos, los ajustes van a ser saludables. La idea dominante es que así el sistema, el bienestar europeo, corre menos peligro.

Abramos el foco. Europa representa un caso sin precedentes de pérdida de potencia sin entrar en decadencia. Aprovechando que a Europa nadie le disputa la hegemonía, por la simple razón de que no la tiene, se ha construido la sociedad más justa y equilibrada que ha conocido la humanidad. Los valores amables de futuro son europeos o si lo prefieren euroamericanos, aunque Europa es su primer laboratorio, su mejor, tal vez la única opción de futuro. Pero las desventajas son innumerables. Sin poder militar efectivo o creíble, con enormes dependencias energéticas, con un vecino proveedor chantajista, sin control de las fuentes ni claridad en las alternativas, sin influencia política verdadera, en cierto modo Europa pude compararse a Japón: dos gigantes económicos cercanos a polos de tensión donde la capacidad de intervención es secundaria, con un montón de debilidades geoestratégicas, sin vocación de cambiar el mundo o contender con nadie en beneficio propio. Es importante no perder de vista el bosque. Es el euro, la credibilidad del proyecto europeo lo que está en juego. Otros tienen múltiples bases de poder, Europa la economía.

En semejante contexto, no son irrelevantes las voces que auguran la ruptura de la cohesión europea, por la falla norte-sur, por la centro-este o por ambas. Algo así constituiría una auténtica debacle para todos, de manera especial para los países del sur. En vez de atacar a Merkel por insolidaria aprovechando su bajón de popularidad en Alemania (debido a su tardanza en acabar con toda esperanza de subvenciones perpetuas), nuestras mejores mentes deberían cavilar sobre el mejor modo que tiene España de ayudar a la cohesión, eso es mediante proyectos ambiciosos para un futuro que nos vuelva más competitivos.

Es improbable que algo así ocurra. España se contempla en el abismo de sus demonios históricos y encuentra irresistible la imagen  devuelta por el espejo. Por si eso fuera poco, comparte con Italia un sistema político desastroso. Las derechas española e italiana no son nada edificantes, su cinismo contrasta con el sentido de la responsabilidad pública de las derechas de la vieja Europa. Asimismo, las izquierdas de Italia y España se asemejan por oportunistas, diletantes, y por revestirse de un halo estetizante que encubre la ausencia de proyecto histórico para su país.

Como catalanes sentenciados, atrapados, maniatados y esquilmados, tenemos poco que hacer y nada que decir. Pero sí por lo menos una lección que aprender de Merkel: el fin de la solidaridad forzada o forzosa sin agradecimiento ni desarrollo del receptor.

2-VII-10, Xavier Bru de Sala, lavanguardia