celibat, amor furtiu i hipocressia vaticana

Que los curas puedan amar plenamente,  "como la naturaleza lo exige". Es decir, el fin del celibato. Eso es lo que pide un grupo de mujeres italianas, amantes o ex amantes de sacerdotes, en una insólita carta abierta a Benedicto XVI. La valiente iniciativa nació de las duras -y a menudo tristes- experiencias de estas mujeres, víctimas de furtivos amores envueltos en sentimientos de culpa y vergüenza. No quieren que se mezcle su problema con la pederastia, pero sí creen que, en el fondo, deriva también del tipo de formación que reciben los sacerdotes.



Entre las firmantes de la carta está el caso de Luisa, de 38 años, quien tuvo una relación con un cura, tres años más joven. Llegaron a convivir y lo sabía todo el pueblo. De su amor nació un hijo. Ya habían decidido que él se pasaría a la Iglesia anglicana, para poder seguir siendo sacerdote, pero al final él decidió romper la relación. "Fue muy doloroso", declaró la mujer. Cuando acudió al obispo, este le aconsejó que diera el niño en adopción.

Algunas de las signatarias optaron por permanecer anónimas, pero otras, como Stefania Salomone, de 43 años, quisieron dar la cara. En una entrevista con el diario turinés La Stampa,Salomone explicó que su historia con un cura duró cinco años. También en su caso él decidió poner fin a la relación "para poder continuar siendo sacerdote sin avergonzarse". Las reflexiones de Salomone no tienen desperdicio. Según ella, es necesario "poner remedio a la inmadurez emotiva" de los sacerdotes, que no pueden establecer relaciones en términos de igualdad. Salomone piensa que la manera en que son educados en los seminarios los marca. "Son educados para ser personas elegidas, elevadas a una condición especial, y eso, inevitablemente, los condiciona y altera su vida, también en las relaciones sentimentales", afirmó Salomone, responsable en Roma de una multinacional estadounidense. "(Los curas) sufren y hacen sufrir a quienes tienen al lado las consecuencias de una visión distorsionada que los pone en un pedestal -añadió Salomone-. Es un estado de cosas que favorece el fenómeno patológico y trágico de la pederastia en el ámbito eclesiástico".

10-VI-10, E. Val, lavanguardia