´La libertad´, José Antonio Marina

Madame Roland fue uno de los personajes más conmovedores de la Revolución Francesa. Luchadora contra la tiranía absolutista, fue condenada a muerte por otra tiranía, la tiranía de Terror, arrastrada por el feroz oleaje provocado por Robespierre. Camino del patíbulo, pronunció una frase que se ha hecho famosa: “¡Oh, libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. Desde el punto de vista educativo tendríamos que corregir la expresión y decir: “¡Oh, libertad! ¡Cuántas tonterías se dicen en tu nombre!”.Enlos últimos decenios del siglo pasado se instauró en los sistemas educativos europeos una permisividad que pretendía defender la libertad de los niños. La acción de padres y maestros se consideró intelectualmente castradora. Françoise Dolto, la psiquiatra infantil que tanto influyó en la escuela francesa, lo predicaba con tenacidad: “No tenemos que imponer nada a los niños”. “Es preciso dejar que el niño viva su vida individualista y egoísta sin exigir ni solicitar de él sacrificios”. “La educación debe fracasar, de lo contrario la autonomía del niño queda anulada”.

Estas consignas se basaban en una idea falsa de la libertad. Dolto y sus seguidores defendían, con una ingenuidad sorprendente, que el niño nace libre y que es preciso proteger esa libertad contra la injerencia de la sociedad esclavizadora. “Obligar a los niños a obedecer reglas comunes no es más que gregarismo, es reducir al ser humano a ser un animal social”. No es de extrañar la epidemia de narcisismo egoísta que esta educacion produjo. Los errores se pagan.

La libertad no es una característica innata, sino aprendida. No nacemos libres, tenemos que ir “liberándonos” de muchas coacciones. El niño tiene que aprender poco a poco a regular sus emociones, a controlar su acción, a tomar decisiones, a ser responsable, a guiar su vida no sólo por sus deseos sino por valores pensados. En los programas educativos que he elaborado para laUniversidad de Padres (www.universidaddepadres.es) he explicado
cómo el niño va adquiriendo estas destrezas
que acabaran haciendo de él una persona más o
menos libre. “Todos los hombres nacen libres”
es una afirmación ética, no psicológica. La
educación permisiva, queriendo proteger
la libertad del niño, la debilita. Una de sus
nefastas consecuencias es la extremada
vulnerabilidad que provoca. La resistencia
al esfuerzo o la tolerancia a la frustración, que
son recursos esenciales para la vida libre, quedan
anuladas. CarolineMeyer nos hace saber que cada
vez hay más niños estadounidenses que consideran
agobiante el esfuerzo que implica comer una
manzana: demasiado trabajo para las mandíbulas y,
sobre todo, una cantidad de esfuerzo excesiva para
el placer objetivo que se consigue.

La libertad es un logro, no un punto de partida. Y uno de los objetivos principales de la educación es el aprendizaje de la libertad. El viejo Kant también se equivocó en esto. Jaleó tanto la autonomía que rechazó todo grado de heteronomía, es decir, de obediencia a normas exteriores. Olvidó que se aprende a ser libre obedeciendo. Primero a los demás, después al dictado de la propia razón. La libertad, es decir, la capacidad de elegir los propios proyectos y de empeñarse en realizarlos, no es innata, sino una creación cultural, que se adquiere mediante la educación.

8-V-10, José Antonio Marina, es/lavanguardia