´¿Qué podemos aprender del multiculturalismo canadiense?´, Enrique Fanjul

¿Qué podemos aprender del multiculturalismo canadiense?

Enrique Fanjul
ARI 66/2010 - 09/04/2010
realinstitutoelcano

Tema: ¿Qué lecciones puede ofrecer la experiencia canadiense con el multiculturalismo que puedan ser de utilidad para otros países, como España?

Resumen: Aunque la situación de la inmigración en Canadá presenta grandes diferencias con otros países, como España, algunas de sus experiencias podrían ser referencias de interés. Entre ellas se pueden destacar: (1) el multiculturalismo, tal como se aplica en Canadá, no significa en absoluto aceptar el relativismo cultural; (2) el multiculturalismo implica un núcleo de valores y principios compartidos; (3) una percepción favorable de la inmigración y de la diversidad que aporta; (4) el multiculturalismo es un instrumento para conciliar identidades diversas; (5) las políticas activas para favorecer la integración de los inmigrantes y para fortalecer la ciudadanía compartida tienen una importancia clave; (6) la importancia de los ritos y símbolos que fortalecen la cohesión y la unidad de la sociedad; y (6) los conflictos existen, pero se resuelven a través de procedimientos establecidos y que funcionen con eficiencia.

Análisis: En los últimos tiempos se han intensificado los conflictos y las polémicas relacionados con la integración de los emigrantes en las sociedades occidentales. El referéndum sobre los minaretes en Suiza, los debates sobre la identidad nacional y las propuestas para prohibir el burka en Francia, varios procesos judiciales en España en relación con supuestos intentos de imposición de la ley islámica, así como otros incidentes de diferente índole (como el caso de una abogada expulsada de una sala judicial por llevar velo), son algunos ejemplos que ponen de relieve las tensiones que genera la adaptación de personas inmigrantes con características culturales, religiosas o sociales distintas a las de las sociedades de acogida.

Algunas personas han visto en Canadá un modelo a seguir en cuestiones de inmigración. País de inmigración por excelencia, Canadá adoptó el multiculturalismo como filosofía para facilitar la convivencia de personas de distinta procedencia. Vista desde fuera, la experiencia canadiense resulta a muchos muy atractiva. La sociedad canadiense ofrece una imagen envidiable de armonía social, apenas se oye hablar de conflictos relacionados con la integración de los inmigrantes y los incidentes raciales son mínimos y aislados. En fin, el multiculturalismo canadiense, que goza de amplio reconocimiento y que pocos cuestionan, parece funcionar de forma razonablemente satisfactoria.

Concepto del multiculturalismo y las políticas multiculturalistas
Antes de entrar en el tema es conveniente definir algunos conceptos, fundamentalmente sobre qué es lo que se entiende por multiculturalismo y por políticas multiculturalistas.

Precisemos, de entrada, que el término multiculturalismo puede designar cosas de naturaleza distinta. En primer lugar, puede designar una “realidad”: el multiculturalismo es en este sentido la diversidad de hecho que existe en un país, o una ciudad, o un barrio. En segundo lugar, multiculturalismo puede designar una “política”, un tipo de actuaciones que un gobierno lleva a cabo para favorecer el acomodamiento de minorías de diverso origen cultural, étnico o religioso. Y, en tercer lugar, el multiculturalismo es un “ideal”, un objetivo: el multiculturalismo es una solución que se propone para afrontar el problema de la diversidad, para facilitar la armonía en sociedades con una importante población inmigrante.

La separación entre la segunda y la tercera dimensión (que son las que se van a considerar fundamentalmente en este artículo) es muy tenue, ya que el objetivo del multiculturalismo se traduce lógicamente en actuaciones, en políticas.

¿Qué son políticas multiculturales? ¿Cuáles son las actuaciones a través de las cuales se aplica efectivamente un “ideal” multiculturalista?

Will Kymlica y Keith Banting, dos destacados especialistas canadienses, han elaborado una lista de ocho políticas especialmente significativas y emblemáticas:

  1. Afirmación del multiculturalismo en las leyes, en la constitución.
  2. Adopción del multiculturalismo en los planes de estudios en las escuelas.
  3. Inclusión de representación y sensibilidad étnica en las regulaciones sobre medios de comunicación públicos.
  4. Posibilidad de exenciones en las normas de vestido, legislación sobre días festivos y otras cuestiones, con el fin de reconocer las prácticas de las minorías.
  5. Aceptación de la doble nacionalidad.
  6. Apoyo económico a organizaciones étnicas para apoyar sus actividades culturales.
  7. Financiación de educación bilingüe y la enseñanza de la lengua materna de los grupos minoritarios.
  8. Acción afirmativa para grupos inmigrantes desaventajados.

Muchos cuestionarán el que la experiencia de Canadá en inmigración pueda servir de referencia para países como España, dadas las diferencias tan grandes que existen entre uno y otro. La situación de Canadá es efectivamente muy distinta a la de España y de otros países europeos. Canadá ha sido un país de inmigración desde hace varios siglos. La inmigración es un elemento fundamental en la definición de la identidad del país, mientras que en España es un fenómeno muy reciente.

Canadá tiene, no obstante, la gran ventaja que le da el haber sido un país de inmigración desde sus comienzos. Ha acumulado a así una amplia experiencia sobre políticas de inmigración, los efectos beneficiosos que aportan los inmigrantes, los criterios que hay que seguir para autorizar su llegada y qué tipos de política hay que aplicar para favorecer su establecimiento y su integración en la sociedad. Esta experiencia podría ser de gran interés para España, siempre teniendo en cuenta las diferencias que existen con respecto a Canadá.

Vamos a repasar a continuación, de forma breve, cuáles serían seis grandes “lecciones” o experiencias de utilidad que puede aportar Canadá.

(1) El multiculturalismo no implica relativismo cultural o tolerancia de prácticas contrarias a los derechos humanos y los valores democráticos
Con frecuencia el multiculturalismo se presenta de una forma caricaturesca, que presupone que defiende el respeto sin límites a la diversidad y el relativismo cultural y social más absoluto.

Puede que haya alguna concepción del multiculturalismo que defienda que en aras del respeto a la diversidad se debe permitir y aceptar la lapidación de las adúlteras y la ablación de las niñas, y que todo tipo de práctica cultural, por el simple hecho de existir, debe ser respetada.

Pero ésa no es la concepción del multiculturalismo que se acepta y se defiende de forma mayoritaria, del multiculturalismo que se aplica en Canadá o del multiculturalismo que propugnan la mayor parte de los intelectuales y pensadores partidarios del mismo.

El multiculturalismo, tal como se aplica en Canadá, no implica un reconocimiento ilimitado de la diversidad; ésta, como vamos a ver en el punto siguiente, debe someterse a unos valores y principios básicos de la sociedad.

(2) El multiculturalismo implica un núcleo central de valores y principios compartidos que está por encima de la diversidad
El multiculturalismo defiende el respeto a la diversidad de las minorías religiosas, étnicas y culturales, pero siempre con el sometimiento a unos valores comunes básicos, a un núcleo central de valores ciudadanos que debe respetar todo el mundo y todas las culturas.

¿Y cuáles son los elementos básicos, esenciales, en los que se basa la unidad del país? ¿En qué consiste ese núcleo central de valores al que debe someterse todo el mundo?

El primero y fundamental es la democracia, como forma de organización política, con sus elementos aparejados como la igualdad de sexo, raza, religión, etc. En concreto, la igualdad de sexo es un elemento esencial. En una filosofía multiculturalista como la canadiense no tienen cabida actitudes o planteamientos que supongan una discriminación de las mujeres.

En segundo lugar, se podría mencionar el compromiso con la comunidad. En Canadá se fomenta activamente la idea, y creo que efectivamente es una idea que está arraigada en la población, de que los ciudadanos tienen una obligación de colaborar con el conjunto de la sociedad. El espíritu cívico está muy arraigado. Probablemente se dirá que esto es algo reconocido y aceptado oficialmente en muchos países, pero en Canadá tiene un alcance real, práctico y palpable, que llama la atención para el observador exterior.

Ello se refleja, por ejemplo, en la importancia que tiene el voluntariado. La práctica del voluntariado se enseña en los colegios, desde niños, para los cuales es “obligatorio” (valga la aparente contradicción) realizar trabajos de voluntariado.

El propio multiculturalismo, finalmente, sería en Canadá otro de los componentes esenciales de la identidad del país, del núcleo central de valores.

Democracia, compromiso con la comunidad y multiculturalismo: éstos podrían ser tres componentes fundamentales de ese núcleo central de la identidad de Canadá.

Otros elementos, no tan básicos pero también importantes, podrían ser el respeto al medio ambiente y la cooperación internacional (Canadá ha sido tradicionalmente un país muy activo en las misiones internacionales de paz).

(3) Una percepción favorable de la inmigración y el multiculturalismo: la inmigración es un fenómeno positivo y el multiculturalismo contribuye a la riqueza de la sociedad
Existe una sensible diferencia en cómo es vista la inmigración en España, y otros países europeos, y en Canadá.

En España la inmigración es un fenómeno sobrevenido, que se ha producido por una combinación de factores económicos, sociales y políticos, entremezclados con las nuevas fuerzas de la globalización. Pero no ha sido un fenómeno buscado. Para muchas personas es un fenómeno necesario, inevitable, pero que acarrea consecuencias negativas.

Aparte de su contribución directa al proceso productivo, a la realización de actividades que, si no fuera por los inmigrantes, quedarían sin realizar, se perciben pocos aspectos positivos en la inmigración.

Por el contrario, las ventajas económicas de la inmigración son reconocidas ampliamente en Canadá. Contrariamente a la idea extendida por muchos países, no existe una percepción de que los inmigrantes quitan puestos de trabajo a los canadienses. Los inmigrantes tienden a cubrir puestos que los canadienses no pueden cubrir, sobre todo en los dos extremos del mercado laboral: en trabajos de alta y de baja cualificación.

El multiculturalismo es un activo, una riqueza del país, algo de lo que se sienten orgullosos los canadienses. Más que un mal necesario, derivado de la irremediable necesidad de contar con inmigrantes para satisfacer las necesidades del mercado de trabajo, como puede ser visto en muchos países europeos, el multiculturalismo es una ventaja para Canadá, un elemento diferencial positivo frente a otros países.

Por ejemplo, para Canadá, la diversidad de su población es un activo para abordar los negocios en un mundo crecientemente globalizado. Los inmigrantes, en primer lugar, pueden actuar como puentes, como intermediarios, para negocios entre Canadá y sus países de origen. Los inmigrantes aportan contactos, relaciones, algo fundamental para los negocios internacionales. Aportan un conocimiento de la cultura, de las formas de actuar, en sus países de origen. Así, los chino-canadienses han desempeñado un papel muy positivo para trabajar en el mercado chino. Igual sucede con los indio-canadienses en la India y los árabe-canadienses en los países árabes.

Las encuestas muestran un apoyo mayoritario a favor del multiculturalismo. Según un sondeo publicado en 2003 por el periódico The Globe and Mail, un 54% de la población declaraba que el multiculturalismo les hacía sentirse muy orgulloso de ser canadiense. Sólo el 8% declaraba no sentirse en absoluto orgullosa, mientras que un 37% daba una respuesta neutral.

En la Tabla 1 se recogen los datos correspondientes  a una encuesta realizada en el verano de 2005 por el Centre for Research and Information on Canada, un importante think tank canadiense con amplia experiencia en el estudio de la inmigración. La encuesta solicitaba a los encuestados que expresaran si estaban de acuerdo o no con unos supuestos beneficios que la inmigración y el multiculturalismo aportarían a la sociedad canadiense.

Como puede verse, en las cuatro cuestiones planteadas una amplia mayoría de los encuestados cree que efectivamente la inmigración representa un beneficio. El mayor respaldo (un 79%) corresponde a la idea de que la inmigración enriquece a Canadá porque los inmigrantes contribuyen con su cultura y conocimientos. La inmigración es valorada también de forma claramente positiva porque mantiene el crecimiento de la población y con ello contribuye al sostenimiento del sistema de pensiones y de sanidad (un 65% respalda esta idea), y porque mejora la competitividad internacional de la economía (idea respaldada por el 73% de los encuestados).

Finalmente, el multiculturalismo es percibido como una barrera frente a las ideas y acciones extremistas por un 68% de los encuestados.

Tabla 1. Beneficios que aportan los inmigrantes

 

Completamente o bastante de acuerdo
 (% de encuestados)

Poco o nada de acuerdo
(% de encuestados)

La inmigración mantiene el crecimiento de la población lo cual sostiene nuestro sistema de pensiones y sanidad

65

33

La inmigración enriquece Canadá porque los inmigrantes contribuyen con su cultura y conocimientos a Canadá

79

19

La inmigración mejora la competitividad internacional de nuestra economía

73

24

El multiculturalismo de la sociedad canadiense ayuda a prevenir que las ideas o acciones extremistas se conviertan en problemas serios

68

26

Fuente: “Regional and Multicultural Diversity in Canada”, Centre for Research and Information on Canada, 2005.

El multiculturalismo no tiene por qué suponer fragmentación o “guetoización”, como muchos de sus críticos señalan, sino que puede y deber ir acompañado por una creciente interacción entre las comunidades. Por ejemplo, en Canadá ha habido una tendencia en las últimas décadas hacia un aumento de los matrimonios interculturales, entre miembros de diferentes comunidades étnicas o religiosas. Algunos defensores del multiculturalismo señalan que éste llevará hacia el “interculturalismo”, es decir, a intercambios culturales entre las diferentes culturas, en la que cada una podrá aprender de las otras.

(4) El multiculturalismo es un instrumento para conciliar las diferentes identidades con el fin de favorecer la armonía en la sociedad: mantener las identidades de origen no es un factor de división sino que favorece la cohesión
Tiempo atrás se veía la diversidad cultural como un problema para la integración de los inmigrantes y se defendía, para resolverlo, la asimilación. La asimilación sería el proceso por el cual las características de los miembros de los grupos inmigrantes y de la sociedad que los recibe pasan a ser parecidas o similares.

Es decir, los inmigrantes tenían que dejar atrás sus tradiciones étnicas y culturales e integrarse en la cultura del Canadá inglés (o francés en el caso de Quebec). Esta idea de la asimilación fue abandonada a favor de la idea multiculturalista. En 1988, la aprobación de la Canadian Multiculturalism Act sentó las bases legales de la política del multiculturalismo y convirtió a Canadá en el primer país del mundo que hacía del multiculturalismo un valor fundamental de la sociedad.

Según el multiculturalismo, la armonía social no se conseguirá intentando unificar al máximo las costumbres de los habitantes. La armonía se reforzará, más bien, permitiendo que las personas conserven su identidad de origen, sus costumbres y sus tradiciones, permitiendo que se puedan conciliar las dos identidades: la “nueva” y la de origen. Uno es polaco-canadiense, chino-canadiense o etíope-canadiense. Los dos componentes, el de origen y el canadiense, son esenciales para el éxito de la fórmula.

En Canadá se permite, e incluso se favorece, el que la población conserve su identidad de origen. En absoluto se pretende que los inmigrantes se vuelvan exclusivamente “canadienses” y se olviden de –o releguen– su anterior identidad. Desde 1977 Canadá reconoce oficialmente la multiplicidad de ciudadanías. Los ciudadanos canadienses tienen derecho a tener la nacionalidad de otro país. Los inmigrantes que obtienen la nacionalidad canadiense tienen derecho a conservar su nacionalidad anterior.

Hay más de cinco millones de canadienses que fueron anteriormente ciudadanos de otro país. Algo más de medio millón tienen doble nacionalidad, e incluso hay un pequeño grupo (unos 4.000) que son ciudadanos de Canadá y de al menos otros dos países.

De esta forma, a través del multiculturalismo se persigue eliminar o suavizar el conflicto de identidades que puede sufrir el inmigrante, entre la identidad de su país de origen y la identidad del nuevo país en el que se integra. En muchos países el inmigrante se enfrenta a un conflicto de identidad: siente que tiene que elegir y asumir la identidad de su nuevo país y, por tanto, renegar de su identidad de origen. Con la idea multiculturalista ese conflicto, en teoría, no tiene por qué presentarse. Ambas identidades son válidas, no hay que renegar o rechazar ninguna de ellas.

(5) Las políticas activas para favorecer la integración de los inmigrantes y para fortalecer la ciudadanía compartida tienen una importancia clave
En donde sí tiene Canadá una experiencia de gran importancia es en el desarrollo de políticas hacia los inmigrantes. Hay tres tipos de políticas que son de especial interés: (a) favorecer el aprendizaje del idioma; (b) la enseñanza del núcleo de valores comunes; y (c) la existencia y promoción de diversos tipos de acciones, ritos y símbolos, cuyo objetivo es fortalecer la cohesión social y el sentido de pertenencia a la comunidad.

En el primer caso, para que un ciudadano extranjero pueda integrarse en una comunidad probablemente el requisito primario, más allá de las diferencias culturales, religiosas o étnicas, es que pueda comunicarse con los demás ciudadanos, que pueda hablar la lengua del país. En este sentido Canadá dispone de un amplio sistema de escuelas de inglés (francés en Quebec) para los inmigrantes recién llegados, a las que éstos pueden asistir de forma gratuita.

En segundo lugar, en Canadá existe también una política muy clara y firme de enseñanza de ese núcleo de valores comunes al que nos hemos referido anteriormente, de esos elementos de ciudadanía compartida.

En 2009 se aprobó una nueva guía de ciudadanía, un documento cuyo objetivo es enseñar, en primer lugar, a los inmigrantes cuáles son los valores que definen a Canadá y que deben ser aceptados y asumidos por todos aquellos que quieran vivir en el país. Con este documento, Canadá señala de forma clara y firme que el multiculturalismo no significa relativismo sin límites, sino que hay unas fronteras que marcan lo que es o no es aceptable en la sociedad canadiense.

La guía se llama “Descubriendo Canadá. Derechos y responsabilidades de los ciudadanos”. A destacar el término “responsabilidades”, entre las que se incluyen la obligación de respetar la ley, servir en un jurado, votar en las elecciones, prestar servicios de voluntariado y proteger el medio ambiente.

La guía deja claro, de forma diáfana, que el multiculturalismo y la aceptación de la diversidad no significa que todo tipo de “costumbres” son aceptables, sino que existen unos límites marcados por la ley y los valores comunes de la sociedad. La guía tiene un capítulo dedicado específicamente a “La igualdad de las mujeres y los hombres”, en el que se señala que “la apertura y generosidad de Canadá no se extiende a prácticas culturales bárbaras que toleran el abuso en el matrimonio, los crímenes de honor… y otros tipos de violencia de género”.

Al presentar la guía, el ministro de Ciudadanía, Inmigración y Multiculturalismo indicó de forma elocuente: “El multiculturalismo no significa que todo vale. El multiculturalismo significa que celebramos lo mejor que tenemos en nuestros orígenes, pero lo hacemos en base a los valores comunes de los canadienses y el respeto de nuestras leyes. No es un secreto que hemos visto ejemplos de prácticas abusivas sobre las mujeres con ciertas raíces culturales, los denominados “crímenes de honor”, matrimonios forzados, abuso del cónyuge, e incluso mutilación genital femenina. Queremos asegurarnos que la gente entiende que el multiculturalismo no crea una excusa para poder llevar a cabo este tipo de prácticas culturales bárbaras”.

En España, sin embargo, hemos asistido a una fuerte oposición de fuerzas políticas y sociales contra la introducción en las escuelas de una asignatura de educación para la ciudadanía, cuyo objetivo sería precisamente enseñar a todos los niños, de cualquier origen, los valores esenciales que se deben respetar en la sociedad.

En tercer lugar, en Canadá existen y se promueven diversos tipos de acciones, ritos, símbolos, cuyo objetivo es fortalecer la cohesión social y el sentido de pertenencia a la comunidad.

Se podrían mencionar diversas prácticas de este tipo. A un visitante en Canadá no puede dejar de llamarle la atención el hecho de que al comienzo de los acontecimientos deportivos (como un partido de hockey sobre hielo, que es el deporte mayoritario) se entone el himno nacional. El ejército, y los veteranos, son objeto también de homenajes. Hay un día oficial de recuerdo a los veteranos y a los soldados que murieron en guerra; por todas partes, en oficinas y en colegios, se colocan coronas de flores (con la leyenda lest we forget, “para que no olvidemos”).

Se trata en fin, de una serie de actividades, símbolos y “rituales” en los que se sienten identificadas todas las personas, al margen de su religión, cultura y origen étnico, y que por tanto contribuyen a crear un sentimiento de ciudadanía compartida, de pertenencia a la comunidad.

(6) Aplicando el multiculturalismo: los conflictos y problemas son inevitables, pero se resuelven a través de procedimientos establecidos y que funcionen con eficiencia
Como es lógico, se presentan conflictos. Una vez definida la teoría, hay que pasar a su aplicación práctica. ¿Cómo se traduce la política multiculturalista en la práctica? Aquí es inevitable el caso por caso. No existe una plantilla que permita determinar de forma automática qué es aceptable y qué no es aceptable desde el punto de vista de los valores comunes de la sociedad.

El multiculturalismo se va aplicando en temas concretos, de una forma que, me atrevería a decir, no es traumática, sino relativamente tranquila y, lo que es más importante, con unos procedimientos claros y aceptados por la gran mayoría de la población. Hay que asumir que se presentarán estos conflictos.

A principios de 2005, por ejemplo, desde algunos medios islámicos se propuso en la provincia de Ontario la posibilidad de que tribunales islámicos pudieran aplicar la ley islámica, la sharia, para los musulmanes, de forma paralela a la ley civil.

Surgieron inmediatamente voces que se opusieron a esta idea. Si se aceptaba la aplicación de la sharia, señalaron algunos, se terminaría aceptando la poligamia: era una prueba de que la idea del multiculturalismo es peligrosa y debería ser abandonada.

Finalmente, la propuesta de implantar tribunales islámicos para cuestiones familiares fue descartada por el gobierno de la provincia de Ontario, porque se estimó que iba en contra de la igualdad y de los valores centrales de la sociedad. No hubo prácticamente oposición o crítica contra esta decisión, ni entre la población en general, ni entre los defensores del multiculturalismo, ni entre la población musulmana. El tema se acabó y desapareció definitivamente del debate político.

En suma, no hay que asustarse, pues es tal la diversidad de situaciones posibles que es inevitable que surjan situaciones dudosas y conflictivas. La ley hay que aplicarla a situaciones específicas. Y lo mismo hay que hacer con las situaciones de conflicto que tienen un origen religioso y cultural. Lo clave es que la ley esté clara, y que sus mecanismos de aplicación funcionen.

Conclusión: Aunque en los últimos tiempos han aumentado las críticas al multiculturalismo, la experiencia de Canadá –país en el que tiene carta oficial de reconocimiento y que se caracteriza por un notable grado de armonía social y de integración de la población inmigrante– ofrece lecciones que pueden ser de utilidad para otros países, como España.

Enrique Fanjul
Economista y ex consejero comercial de la Embajada de España en Ottawa