´Por favor, que otro verdugo me corte la cabeza´, Jordi Barbeta

Es un poco raro que los partidos catalanes insistan tanto en la renovación del Tribunal Constitucional y al mismo tiempo reivindiquen la primacía de la voluntad democráticamente expresada por los catalanes. Cualquier sentencia, incluso una que avalara el Estatut de cabo a rabo, juzgaría y, por lo tanto, se situaría por encima de la decisión de los catalanes.

Desde este punto de vista, centrar todos los esfuerzos en pedir la renovación del Tribunal Constitucional sólo tiene sentido si lo que se pretende es aplazar del problema (hasta después de las elecciones). Equivale a que un condenado suplicara: "Por favor, cámbienme este verdugo, prefiero que sea otro quien me corte la cabeza... la semana que viene".

En todo caso, los nuevos magistrados volverían a ser cooptados por el PSOE y por el PP, con lo que el fenómeno volvería a reproducirse de inmediato. Pero tampoco hace falta darle muchas vueltas porque la renovación del Tribunal Constitucional depende de que se pongan de acuerdo el PSOE y el PP y ambos partidos han dejado claro ya que no piensan cambiar a su árbitro hasta que ganen el patido.

La cruda realidad es que no va a haber renovación a corto plazo y que el actual ponente, Guillermo Jiménez, tiene prácticamente escrita una sentencia inspirada por el magistrado Aragón de la que no sabemos si está bien o mal redactada, pero sí sabemos que será demoledora. Y no hay vuelta atrás.

Lo del Estatut ya no es una cuestión jurídica, sino un problema político que exigirá respuestas políticas. Hay una cosa clara: la voluntad mayoritaria en España es rechazar la aspiración de autogobierno votada por los catalanes. Lo que no está tan claro es a lo que están dispuestos los catalanes, a tenor de cómo actúan sus representantes, para salir del atolladero.

23-IV-10, Jordi Barbeta, lavanguardia