cultura clandestina a lŽIran

Dos días para escribir un guión y dieciocho para rodar una película. El resultado: Nadie sabe nada de gatos persas, que el director Bahman Ghobadi estrena el día 16. Cine clandestino sobre música clandestina en Irán. Una redundancia que lleva al espectador a sentir el ritmo trepidante con el que se han obtenido las imágenes; el mismo frenesí con el que se desarrolla el trabajo de estos músicos. "Fue el tema que me eligió a mí", explica Ghobadi. Y recuerda cómo, preparando otro proyecto, se cruzó con estos artistas, y descubrió un tema que ni él -afirma- conocía.



Pero grabar sin permisos en Irán es peligroso. El director reconoce que sentía miedo por los chicos, pero "los jóvenes reclaman sus derechos y yo, como cineasta, debía reivindicar los míos". "El coraje de los chicos --añade-me ha enseñado a ser valiente y a olvidar el miedo". Ghobadi es ya un viejo conocido de los certámenes internacionales. Colecciona, por ejemplo, dos Conchas de Oro de San Sebastián - por Las tortugas también vuelan (2004) y Media Luna (2006)-en su casa de Teherán. Una casa que ha abandonado definitivamente, ya que no desea regresar a su país. Afirma: "Si vuelvo sé que voy a la cárcel; fuera estoy mejor y tengo las ideas más claras".

Hablamos, inevitablemente, de la situación del cine en Irán y de la persecución que sufren muchos de los directores que se sitúan fuera del régimen. No hay tonos intermedios y, por ello, existen cineastas encarcelados como Jafar Panahi - en prisión desde el 1 de marzo-."No es un criminal, han detenido a un director sensible", defiende Ghobadi. Y aunque algunas voces del cine internacional se han alzado en favor de Panahi, considera que no se ha hecho suficiente "porque sigue en la cárcel". Sugiere: "Cannes o San Sebastián deberían dedicar un día entero para pedir la liberación de todos los cineastas encarcelados en sus países". E ir aún más lejos y buscar la raíz: "¿Por qué detienen a cineastas por expresar lo que piensan?".



Hay pocas películas de jóvenes en Irán. En la suya, Negar y Ashkan son la pareja de jóvenes músicos que llevan el peso de la historia. Su objetivo: participar en un concierto en Londres. Para ello tendrán que encontrar visados para salir del país y músicos para formar un grupo. Es ese pretexto el que permite al espectador colarse hasta en un establo para descubrir algunos de los rincones de ensayo alejados del control oficial. Explica Ghobadi: "La juventud tiene fuerza vital y eso asusta al régimen. Ellos no vivieron la revolución ni la guerra así que no le tienen miedo. Están liberando a su generación y a las siguientes". Dentro de Irán, la película se está distribuyendo en copias gratuitas, "la juventud se siente orgullosa de salir a la luz". Ghobadi se compara con un carpintero que fabrica ventanas.

7-IV-10, A. Francis, lavanguardia