´De Macià a Colón´, Xavier Bru de Sala

Que no se quede como está. Los  partidarios de no tocar la Diagonal tendrían perdida la partida aunque fueran muchos. Si la dibujáramos hoy, quién se atrevería a poner allí dos paseos donde no se puede andar con placidez, dos aceras ridículas y diez carriles para el transporte rodado. Seguro que se puede aprovechar mejor, mucho mejor. Más vale, pues, centrarnos en cómo se va a reformar, si tendrá paseo central, tipo rambla, o aceras anchas como el paseo de Gràcia. Y sobre todo poner en cuestión el tranvía. Es agradable, silencioso, no contamina. Pero también requiere espacio exclusivo y es agresivo. ¿Son de veras imprescindibles las vías? ¿No es anacrónico tender una maraña de cables aéreos cuando en el mundo ya están circulando autobuses totalmente eléctricos, y es la propia Barcelona una de las pioneras europeas? Todas las ventajas son para el autobús eléctrico, los inconvenientes para el tranvía.

El tranvía es del siglo XIX, el bus eléctrico del XXI. Encontrarán convincentes vídeos en YouTube. La conclusión es obvia, el tranvía decae por su propio peso.

Descartado para mí el tranvía, no he podido llegar, en cambio, a formarme una opinión concluyente sobre las dos cuestiones que de veras interesan en el debate, si bien, se lo digo de entrada, me inclino por las aceras anchas, más que nada en atención al comercio.

Desde luego sin tranvía, pero aunque persistieran en el error de mantenerlo. Tal vez la mejor reforma sea la más sencilla y económica, convertir los laterales en acera y dejar el resto como está, o como mucho delimitar mejor el espacio para bicis.

De este modo, el tráfico se vería menos perjudicado, ya que una cosa es ir yugulando carriles y otra cortar por lo sano. En lo primero, tenemos experiencia múltiple y positiva. Recordarán sin duda los gritos en el cielo cuando se ensancharon las aceras de Aragó. No ocurrió nada entonces, ni ahora que - ¡por fin!-las calles Balmes y Urgell participan de la misma fortuna.

La lista de las vías que han mejorado a base de ensanchar aceras e incorporar espacio para bicis es casi interminable. A medida que se suprimen carriles, el tráfico busca y encuentra alternativas. Sin embargo, el cierre de la Diagonal al transporte privado parece de entrada temerario. Con una reforma más modesta pero incluso más efectiva para los usuarios de esta ajetreada arteria, alejaríamos el peligro de caos.

Tal vez lleven razón quienes defienden otras alternativas. Lo importante de la consulta no es que llegue a realizarse, porque es imposible que no esté manipulada. Cuenta más el debate, que se despierte el interés por la ciudad, se discutan alternativas, se sopesen pros y contras, se ensanchen los argumentarios, se formen juicios y se vaya decantando un consenso ciudadano. Después que decidan el alcalde y su equipo, que para eso están.

Imaginemos un recorrido que empieza en Francesc Macià y llega hasta el cruce con paseo de Gràcia. Desciendan por allí quienes no hayan tomado la rambla Catalunya. Dado que la rambla Catalunya es inmejorable, o en todo caso intocable, observemos la diferencia con su vecino y paralelo paseo de Gràcia. Algunos de los errores garrafales de su gran transformación se han medio resuelto, otros persisten o no tienen solución. A pesar de ello, el comercio es incomparablemente mejor. La rambla Catalunya es para pasear, mientras que el paseo de Gràcia invita a detenerse. Por donde hayan escogido, llegamos a la Gran Via. ¡Qué desastre! De Espanya a Glòries, la arteria que atraviesa Barcelona no sólo soporta un exceso de tráfico, sino que invita al viandante a esquivarla o alejarse de ella cuanto antes. ¿Para cuándo un proyecto de reforma? ¿Por qué no se atreven a suprimir carriles y ensanchar aceras?

Huyamos en dirección a la Rambla. Mucho se ha polemizado sobre el personal que deambula por allí. Aunque me permito dudarlo, parece que algún día cuadraremos el círculo que une tipismo y señorío, golfería y seguridad. En todo caso, eso no sucederá mientras sea el balcón al que se asoma un urbanismo que en buena parte sigue degradado, pero para cuando se erradique la pobreza, la diversidad y la inmigración de sus alrededores inmediatos (el objetivo es ese, seamos claros), hay que tener recambio. ¿Qué tal la cultura? En ella estamos, y en sus más diversas formas. Sin embargo...

Sin embargo, persisten por lo menos un par de mancha negras. La menor, el edificio de la antigua Foneria de Canons, al final a mano izquierda, propiedad de la Generalitat, cuyo uso está por imaginar. La gorda, más imperdonable, que el teatro Principal o de la Santa Creu, antiguo corral de comedias, el más antiguo y venerable de la ciudad, siga cerrado. Corre la voz de que unos promotores privados, al socaire de la compra, permuta, alquiler o lo que sea por parte de las administraciones, proponen una cesión a bajo coste para programar música, la mejor música que se pueda oír aquí y en el mundo sin necesidad de estar sentado. ¿Se lo imaginan? ¡Un Zeleste actualizado, culto y popular, en la parte baja de la Rambla! Un poco de apoyo, sin sangría presupuestaria, y estaría hecho.

9-IV-10, Xavier Bru de Sala, lavanguardia