humil funcionari (autèntic Servidor Públic) destapa milers de Crims d´Estat

El candidato liberal a la presidencia de Colombia, Rafael Pardo, que fue el primer ministro civil de Defensa, dijo que Juan Manuel Santos, favorito para ganar la presidencia, "debe asumir su responsabilidad sobre los falsos positivos; le pasaron bajo las narices y no lo controló, siguieron de forma sistemática". "Manuel Santos era ministro de Defensa cuando ocurrieron, se debe investigar", añadió. Al preguntarle sobre la responsabilidad del presidente Uribe, dijo: "No se investigó la falta de control en los asesinatos de jóvenes inocentes. Todo combate con muertos y heridos tiene un informe escrito que explica los hechos. Sólo había muertos y heridos de un lado, ninguno del ejército. Era extraño, nadie investigó. La responsabilidad superior está en la falta de control por el mando político y militar".

El más humilde de los funcionarios ha puesto en jaque al Estado colombiano. Fernando Escobar, personero (representante del Defensor del Pueblo y del procurador que investiga los delitos de los servidores públicos) de Soacha destapó el mayor escándalo de la historia reciente de Colombia: el asesinato de al menos dos mil jóvenes por parte del ejército para hacerlos pasar por guerrilleros y cobrar recompensa.


              Fernando Escobar

Pese a recibir continuas amenazas, siguió investigando la desaparición de 19 muchachos que vivían en un municipio populoso al sur de la capital colombiana. Sus denuncias fueron clave al descubrir que los militares mataron no sólo a los jóvenes de Soacha, sino a otros cientos o miles del resto del país.

Escobar logró que el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, pusiera fin al macabro negocio de los militares: enriquecerse a base de matar a chicos inocentes. Aunque el ahora candidato uribista dice que puso fin a las ejecuciones extrajudiciales, el Centro de Investigación de Educación Popular (Cinep) señala que los crímenes de Estado no han cesado. Esta prestigiosa institución independiente afirma que desde noviembre del 2008 hasta el 31 de diciembre del 2009 se dieron nueve "falsos positivos", eufemismo para designar el asesinato por el ejército de jóvenes para hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate.

La misión del personero no es simple: defender los derechos humanos en una población de más de medio millón de habitantes que parece abandonada a su suerte. Fernando Escobar sigue investigando pese a estar en el punto de mira de los violentos, con uniforme y sin uniforme.

Escobar comenta a La Vanguardia que tuvo las primeras sospechas de dichas ejecuciones extrajudiciales cuando varias madres le hablaron de la desaparición de sus hijos; todos los casos tenían el mismo perfil: chicos de familias muy pobres, sin trabajo formal y escaso nivel de estudios. Los cadáveres aparecían al cabo de pocos días en una fosa común de Ocaña, a cientos de kilómetros de Bogotá.

"No encontré ningún eco al denunciar las desapariciones. Las autoridades lo negaban. Decían que era ridículo acusar al ejército de asesinatos. El presidente ÁlvaroUribe indignó a las madres cuando dijo que ´esos jóvenes no fueron a recoger café´", comenta Escobar.

El personero no podía seguir denunciando sin presentar casos concretos de desapariciones. Las madres no hablaban por miedo. Hasta que en el mes de septiembre del 2008, una madre, Luz Edilia Palacios, le dijo que su hijo había sido asesinado y que rechazaba que fuera un guerrillero como decía el ejército. Con Luz Edilia se planteó la primera denuncia de falso positivo.

"El hijo de Luz Edilia y un amigo fueron engañados por reclutadores que les ofrecían trabajo. En esos días se habían recibido otros cuatro cadáveres de chicos que, según el ejército, eran guerrilleros muertos en combate", destaca Escobar.

El personero convenció a las familias para que denunciaran las muertes. Al exponer los hechos a la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Interior y la comisión de Derechos Humanos, el tema saltó a los medios de comunicación. Y el ministro ordenó poner fin a los asesinatos.

24-III-10, J. Ibarz, lavanguardia