´Ciencia y milongas´, Susana Quadrado

El lunes el sincrotrón Alba, situado en Cerdanyola del Vallès, será inaugurado oficialmente con toda pompa y solemnidad. El enigmático anillo acelerador de partículas, cofinanciado por el Gobierno y la Generalitat, está llamado a convertirse en la infraestructura científica más importante del país por el simple hecho de existir y porque aglutina a su alrededor una importantísima concentración de espacios de investigación orientada a la transferencia de tecnología y a la producción de valor añadido. Es una buena noticia: es a la vez un salto tecnológico e histórico. Alba no es tan sólo (o nada menos) un balón de oxígeno en términos de competitividad y proyección internacional, sino una magnífica excusa para el Gobierno tras la que parapetarse ante la lluvia de críticas de la comunidad científica por los recortes en I+ D de este año. Que los árboles no nos impidan ver el bosque.

Los investigadores en España se quejan del escaso apoyo que reciben del Gobierno. Ahí está para la reflexión la respuesta de Josep Baselga cuando se le preguntó qué tiene Boston que no tenga Barcelona: "Barcelona lo tiene todo menos la ayuda del Gobierno y la universidad". Baselga se va. Su trayectoria ha sido de ida y vuelta..., y vuelta a irse. Comparto con otro excelso investigador como Joan Guinovart que la lógica de un país científicamente normal y la libre movilidad del talento en un mundo globalizado depara sorpresas como la marcha de Baselga. Tampoco albergo duda alguna de que Vall d´Hebron gozará de más oportunidades de intercambio de profesionales y conocimientos si tiene a uno de los nuestros en el hospital General de Massachusetts que si no lo tiene allí. Pero ¿qué pasa con el efecto catalizador que ejercía Baselga? Ni España ni Catalunya pueden permitirse el lujo de dejar escapar a sus mejores cerebros. El talento recae donde se le ofrecen más oportunidades. Es así de simple. En Estados Unidos preguntan a su senador cuánto dedica a investigación y se vota en consecuencia, nos recordaba hace poco otro eminente catalán, Manel Esteller. Aquí se recorta el presupuesto en I+ D un 10 por ciento y nadie (o casi) da la cara. Sólo Garmendia apechuga. Con estos mimbres resulta poco creíble el discurso de que vamos hacia un cambio del modelo económico que deje atrás el ladrillo. ¿Una economía cimentada en el conocimiento? Ja.

Además de fondos, la investigación científica necesita prestigio social. No sólo para tener y retener a las estrellas. También para formar cantera, sea desde la investigación hospitalaria sea desde la universitaria, esta incluso más abandonada a su suerte. Estamos ante la tremenda paradoja de que la realidad expulsa fuera a jóvenes científicos altamente formados en nuestro país. Jóvenes excelentes que, después de quemarse las cejas investigando por mil euros al mes, se ven forzados a irse. Hablemos de un país en el que la motivación por crear y descubrir tenga el valor que se merece en todos los niveles. Que no nos cuenten milongas.

18-III-10, Susana Quadrado, lavanguardia