“El nuevo enclave de la Guerra Frķa“, Alessandro Gori

Después de una larga espera en la frontera entre Turquía y Georgia, el autobús reemprende el camino y se dirige hacia Vale, a través de la carretera más destruida del país. Es sorprendente encontrar la carretera en estas condiciones. En efecto, por aquí mismo pasa el gaseoducto Bakú-Tiflis-Erzurum y está muy cerca del más conocido oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, el segundo mayor del mundo, de un coste de casi 2.900 millones de euros y proyectado por Occidente (British Petroleum es el propietario del 30% y los demás son socios de menor tamaño). Tiene una capacidad de un millón de barriles diarios. Se inauguró en 2005 y recorre 1.768 kilómetros, desde las ricas reservas de Azerbaiyán hasta las centrales de Turquía. Une el Mar Caspio con el Mediterráneo, pero esquiva todo territorio ruso, también Armenia, así como cualquier otro lugar que pueda ser foco de tensión: el Alto Karabaj (región de mayoría armenia pero ubicada en Azerbaiyán), las dos repúblicas secesionistas de Georgia (Osetia del Sur y Abjasia) y las zonas inestables del Kurdistán turco.

La compañía italiana ENI ha firmado recientemente un convenio con Rusia y Turquía para ampliar ese oleoducto. Empezará en Ceyhan y acabará en Samsun y unirá el Mediterráneo y el Mar Negro. Basta acercarse a los barrios de las afueras de Tiflis para ver el nuevo y brillante palacio de la Compañía de Petróleo y Gas de Georgia. Y, de camino al aeropuerto, hay una calle dedicada nada menos que a George Bush, con motivo de su visita de 2005. En efecto, Georgia ha sido durante los últimos años uno de los principales escenarios de la renovada guerra fría entre Rusia y los EEUU. Georgia no es rica en recursos naturales, pero su ubicación no podría ser más estratégica. Georgia desempeña un importante papel en la región caucásica. No es nuevo. Actualmente, como si fuera una versión renovada del camino celta, Georgia es zona de paso de gas y petróleo.

En 1991, con la caída de la Unión Soviética, la gran mayoría de georgianos votó a Zviad Gamsakjurdia. Político nacionalista y populista, se mostró contrario al resurgimiento de las minorías étnicas de Georgia y se enfrentó a ellas militarmente; había olvidado, al parecer, que eran el resultado de los absurdos experimentos de las épocas zarista y estalinista. En 1992 un golpe de estado derrocó a Gamsakjurdia y Eduard Shevardnadze ocupó su lugar. En marzo de ese año fue nombrado presidente del Consejo de Estado, sin que así lo decidiera la ciudadanía. Después de pactar con la oposición, Shevardnadze logró mantenerse en el poder y, al tiempo, obtuvo el importante apoyo de Occidente, sobre todo gracias al crédito que le daba el haber sido ministro de Asuntos Exteriores de Mijail Gorbachov.

Shevardnadze en el poder

Entonces estallaron los conflictos de las regiones separatistas, tanto en Osetia del Sur como en Abjasia. Pero en septiembre de 1993, después de que las tropas georgianas salieran derrotadas de Abjasia, Gamsakjurdia volvió armado del exilio chechenio. Conquistó varias ciudades de la Georgia occidental, entre ellas la que sería su principal cuartel, Zugdidi. Ése fue el principio de la guerra civil. El 31 de diciembre de ese mismo año Gamsakjurdia murió en condiciones harto misteriosas.

En 1995 Shevardnadze cambió la Constitución e impuso un sistema presidencialista. En noviembre de ese mismo año fue nombrado presidente y en 2000 fue confirmado para otra legislatura. Durante el mandato de Shevardnadze los georgianos vivieron muy cerca de la anarquía: conflictos étnicos, pobreza, paro, mercado negro, mafias y una corrupción que se adueñaba de todos los ámbitos. Para entonces los EEUU ya habían empezado a intervenir en el Cáucaso.

A principios de la década de 2000 era muy habitual oír inglés en los bares de Tiflis. Eran, entre otros, marines estadounidenses que habían ido a impartir formación militar a las tropas georgianas. En mayo de 2002 se puso en marcha oficialmente el programa de formación y asesoramiento de los EEUU, pero Shevardnadze ya les había abierto antes las puertas de par en par.

Ya desde el mismo momento de la independencia, con la defensa de su interés estratégico como pretexto, organizaciones estatales de los EEUU habían empezado a entrar en Georgia. Georgia consiguió ayuda militar y económica y los EEUU, el control de Georgia. Lo mismo ocurrió en otros tantos países de la Europa del este. Gracias a la pasividad política de la Unión Europea, los que serían nuevos estados miembros de ésta y sus vecinos colonizados comían de la mano de Washington.

Después de la época de pausa general de Yeltsin, y con la llegada al poder de Vladimir Putin, Rusia también se hizo mucho más activa y agresiva en esa región que estaba ya en primera línea del tablero geopolítico mundial. Así, desde que logró poner fin a la voluntad secesionista de Chechenia, Rusia ha apoyado  ─directa o indirectamente─ a los rebeldes de Osetia del Sur y Abjasia. Pero, al tiempo, aplica una política contraria con Serbia. En el enmarañado contencioso kosovar, los rusos se han alienado con los serbios. Y, como en un espejo, los EEUU han defendido fogosamente la independencia de Kosovo; en cambio, a las dos regiones rusófilas de Georgia les ha negado ese mismo derecho.

En abril de 2003, Shevardnadze estaba ya políticamente acabado. El conductor de un Marxrutka ─así llaman a los minibuses típicos de los territorios que eran de la URSS─ recuerda cómo se encendía con sólo oír el nombre del presidente. Era uno de los que levantaba el puño contra Shevardnadze ante el Parlamento. Muchos georgianos eran de esa opinión en aquella época y eso quedó claro con la Revolución del Arroz, a finales de 2003. George Soros y su Open Societytambién tuvieron su parte de responsabilidad. Pero, como ha sucedido en otros países ex soviéticos, la efervescencia de aquellos días no tuvo consecuencias temibles.

La guerra de 2008

El nuevo presidente, Mikjaíl Saakashvili, llegó con el apoyo de los EEUU. Estudió allí, en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Tan pronto como accedió al poder negó que fuera a haber cambio en la dirección del país. Antes bien, Georgia se aproximaría aún más a la OTAN y eso provocó la cólera de Rusia, puesto que ésta no quería tener tan cerca bases militares estadounidenses. Hace ya algún tiempo que Rusia y Georgia se hacen la contra peligrosamente y, en ese conflicto, utilizan a los territorios rebeldes en interés propio.

Saakashvili ha ganado todas las contiendas electorales hasta la fecha, haciendo frente a los múltiples obstáculos aparecidos en el camino y a las masivas protestas de la oposición. Y en 2008, con las armas y el apoyo de los EEUU, decidió reconquistar por la fuerza Osetia del Sur (de sus 70.000-80.000 habitantes, 17.500 son georgianos). Era el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos (8 de agosto de 2008). Acaso pensó que todo el mundo se quedaría mirando hacia otro lado. Sin embargo, como podía esperarse, la reacción militar de los rusos, que protegen a Osetia, fue muy enérgica. El ataque fue bastante más allá de Osetia, ya que Rusia bombardeó y ocupó durante varios días la ciudad de Gori. En septiembre del mismo año, Rusia reconoció oficialmente la independencia de Osetia del Sur, así como la de Abjasia. También las reconoció Nicaragua y, un año después, la Venezuela de Chávez.

Después de esa experiencia la mayoría de la ciudadanía dio la espalda a Saakashvili. No obstante, en los georgianos no se ha apagado en modo alguno el odio a Rusia y a todo lo que huela a ruso. Con todo, la tensión ha bajado notablemente desde que Barack Obama llegó a la Casa Blanca y también desde que han mejorado las relaciones entre Armenia y Turquía. Sabiendo que Saakashvili no se podrá presentar de nuevo a las elecciones, los EEUU han empezado a alejarse de su pupilo caucásico.

Independientes de facto

Abjasia está en el suroeste de la cadena caucásica y tiene costa en el Mar Negro. Con la caída de la URSS, en 1991, y la independencia de Georgia, Abjasia ─que era república autónoma─ se quedó dentro de ésta. Pronto empezaron los conflictos étnicos entre abjasianos y georgianos y en 1992 Abjasia se declaró independiente. Ello desencadenó la guerra entre tropas georgianas y milicias abjasianas y, a pesar de que entre 1994 y 2008 hubo un alto el fuego, en 2008 estalló la segunda guerra. Rusia apoyó a los abjasianos y en 2008 la Duma y el Senado ruso reconocieron la independencia de Abjasia, ya establecida de facto. Los EEUU y la OTAN se pronunciaron en contra y tampoco la reconoció la UE. Abjasia tiene 8600 kilómetros cuadrados y su capital es Sujumi. El presidente de la república es Serguéi Bagapsh y el jefe de gobierno, el primer ministro Alexander Ankvab.

Osetia del Sur

No es de origen caucásico, sino indoeuropeo y ha sido desde siempre aliada de Rusia. En la época soviética fue una república autónoma dentro de Georgia, pero en 1989 derrotó en guerra a los georgianos y desde 1991 es una república independiente de facto, aunque no la reconozcan más que Rusia, Venezuela y Nicaragua. Después de la segunda guerra, de 2008, Rusia fue la primera en reconocer su independencia. Georgia la considera aún una región suya y tiene formado un gobierno autónomo. Pero Osetia del Sur ha proclamado la república que tiene como presidente a Eduard Kokoiti, con el apoyo total de Rusia. Kokoiti tiene como objetivo la unificación con Osetia del Norte. En 2006 se celebró un referéndum. El 91% de la población participó y el 99 se pronunció por la unificación con Osetia del Norte ─y, por tanto, con la Federación Rusa─. Osetia del Sur tiene 3.900 kilómetros cuadrados y la capital es Tsjinval.

28-II-10, Alessandro Gori, periodista, sinpermiso