´Estereotipos, sumisión y culpa´, Carmen García Ribas

A mis alumnas les digo que no busquen las palabras en el diccionario, que sientan la experiencia que les aporta una palabra para conocer su auténtico significado. Por ejemplo familia es un concepto que se usa para todo, para vender turrón de Navidad, para llenar de expectativas los discursos políticos, incluso para provocar grandes dosis de culpa y sumisión. Es un concepto protector más intenso aún que Dios o que el dinero, en su función de ahuyentar el miedo al fracaso, al rechazo o al desamparo, que sentimos todos.

Pero para las mujeres la experiencia del término familia va mas allá, es un estereotipo que deben cumplir para ser aceptadas.

Veo cada día a mujeres profesionales, universitarias, buenas - en el mejor sentido de la palabra buena, como dijo el poeta-que viven mutilando su identidad para responder a los mandatos familiares. Deben complacer las expectativas del padre "que tanto creyó en su valía", obedecer los deseos de la madre que, muy probablemente y sin tener conciencia de ello, les transmitirá las mejores maneras de ser sumisa, continuando la cadena que ha ubicado a las mujeres del mundo y de la historia en la perpetua insignificancia. Muchas de las profesionales con las que trato se desesperan al no poder conciliar (término peligrosamente femenino, por cierto) los mandatos de su familia, con la construcción de su identidad, que es su salud, su vida y su poder. ¿Por qué tiene la palabra familia ese poder subyugante y demoledor?

¿Por qué muchas familias se construyen en la sumisión y no en el respeto y la aceptación? He buscado la etimología y familia viene del latín famulus,grupo de siervos y esclavos patrimonio del jefe de la gens.¡Ah!, ya. Está claro.

Hombres y mujeres deseamos pertenecer, a un grupo, una etnia, un país, un equipo de fútbol o a una familia. La familia es el grupo que acoge tu identidad, la nutre y la protege, esto es respeto y cariño. Las otras redes humanas construidas sobre la sangre, el apellido o el techo, solo son familia si se cumple el requisito anterior, si no son redes de sumisión donde sucumbe el talento y la felicidad de las mujeres. Pero ¿y los hombres…? Hablaremos de ellos en otra ocasión. Y siguiendo con el poder evocador de la palabra, me pregunto: ¿por qué la mafia se llama la familia?

25-II-10, Carmen García Ribas, directora del máster en Liderazgo Femenino de ESCI-UPF, lavanguardia