activa política Obama...

El supuesto número dos de los talibanes, el mulá Abdul Ghani Baradar, ha sido capturado por la CIA en la metrópoli pakistaní de Karachi, según informaba ayer en exclusiva The New York Times.Baradar es el jefe militar de la guerrilla talibán y mano derecha del mulá Omar, por lo que su detención supune un gran éxito para Washington. Su captura es la de mayor importancia desde el arresto del antiguo ministro de Defensa talibán, el mulá Obaidulah, hace tres años. Dicho arresto abrió a Baradar las puertas de la llamada Shura de Quetta - por la ciudad pakistaní que se suponía refugio de la cúpula talibán-,el consejo de diez miembros que encabeza Omar.

El diario aseguraba conocer desde el jueves pasado la detención de Baradar, pero accedió a retener la información a petición de la Casa Blanca. No obstante, no ha facilitado ninguna imagen que corrobore la captura, que fue desmentida por un portavoz habitual de los talibanes, calificándola de intento de desmoralizar a los guerrilleros que plantan cara a la ofensiva norteamericana en Marja. Baradar, de 42 años y talibán de primera hora, fue viceministro de Defensa del desgobierno talibán.

A finales del 2009 empezaron a circular rumores de que el ISI - la inteligencia pakistaní-había conducido a Omar y su círculo inmediato desde su escondite en Quetta hasta Karachi para eludir un posible bombardeo. Ninguna fuente oficial ha confirmado la detención de Baradar. Esta se produjo, según The New York Times, a principios de la semana pasada en un suburbio pastún de Karachi. En la mezquita Binoria de esta ciudad fue donde un joven mulá Omar conoció a Bin Laden, a quien protegió al precio de propiciar el derrocamiento de su Emirato Islámico de Afganistán en el 2001. La CIA localizó a Baradar por sus propios medios, lo queforzó al ISI a intervenir.

Algunos analistas dudan de que se trate de una captura y creen que puede ser un paso más en el guión para justificar un acuerdo con la resistencia talibán y una retirada honorable de la OTAN de Afganistán.

De ser cierto, el arresto de Baradar es una patata caliente para el Gobierno pakistaní. Por un lado, certifica que Pakistán es el refugio de la cúpula talibán. Por otro, reconocer que la CIA opera dentro de su territorio podría desencadenar la ira de una opinión pública profundamente antinorteamericana. Por eso hay que coger con pinzas las declaraciones del ministro del Interior, Malik Rehman, que calificó de "propaganda" la noticia: "Somos un Estado soberano, compartimos información, pero ni investigamos juntos ni hacemos batidas conjuntas con nadie". Ahora está por ver si la captura de Baradar puede facilitar la del mulá Omar.

En diciembre pasado debían aterrizar en Karachi 125 cooperantes norteamericanos de US Aid, cobertura habitual de operativos de espionaje. Este asunto, en el marco de un reforzamiento de los efectivos diplomáticos y de seguridad estadounidenses en Pakistán, ha creado no pocos recelos en el Gobierno y, sobre todo, en el ejército. Muchos de estos supuestos cooperantes han visto cómo se eternizaban las verificaciones para recibir su visado.

Islamabad toreó a George W. Bush durante ocho años, brindándole algunas piezas codiciadas de Al Qaeda mientras protegía a los que dirigen el combate contra la OTAN en Afganistán. Con Obama, la presión ha aumentado, con visitas constantes al más alto nivel. La fecha de la revelación de The New York Times ha coincidido con la entrevista del presidente Zardari y el senador John Kerry, y con la visita del ministro de Exteriores, Shah Mahmud Qureshi, a la sede de la OTAN.

Karachi fue el refugio del cerebro del 11-S, Jaled Sheij Mohamed - luego detenido en Rawalpindi-y su cómplice Ramzi bin al Shibh. En los dos últimos años llamó la atención que la ciudad más violenta de Pakistán quedara al margen de las campañas terroristas de los talibanes locales, algo que ahora cobra sentido. Las razzias entre los mohayires (de origen indio y lengua urdu) que dominan la ciudad y los pastunes (pakistaníes y refugiados afganos) rebrotaron el mes pasado tras una larga tregua, lo que puede haber facilitado delaciones.

Por otro lado, la ofensiva de la OTAN en Marja (Afganistán) es más complicada de lo que pintan los partes oficiales, según la poco sospechosa versión del enviado de The New York Times,un ex marine que habla de emboscadas y de problemas para que los soldados puedan recibir refuerzos, ante el hostigamiento de los talibanes. Una web insurgente habla de la caída de un helicóptero y siete carros de combate y de la muerte de 25 soldados de EE. UU., e invita a periodistas extranjeros a acudir a Marja para ver quién domina la situación.

17-II-10, J.J. Baños, lavanguardia

El portavoz del ejército pakistaní, general Athar Abbas, confirmó ayer la detención de la mano derecha del mulá Omar, el mulá Baradar, corroborada finalmente por el ministro del Interior, Malik Rehman, que ayer lo negaba. Pero estas aclaraciones no han hecho más que aumentar las especulaciones sobre las circunstancias de su detención, y sobre cómo va a afectar a esta fase decisiva de la guerra de Afganistán.

Ni Islamabad ni Washington han revelado detalles. En un primer momento, la detención de Baradar -jefe militar y enlace entre el campo de batalla y la llamada Shura de Quetta- se ha interpretado como un duro golpe a la moral de los talibanes. También como un cambio de tercio del ejército y los servicios secretos pakistaníes, que hasta ahora han apostado veladamente por los talibanes como el único aliado fiable para que Pakistán vuelva a ejercer su dominio en su área de influencia afgana el día cada vez más cercano en que los soldados de la OTAN se retiren.

Sin embargo, la detención ha provocado sorpresa entre los que seguían de cerca las discretas negociaciones entre Afganistán y los talibanes, empujadas por Washington y anunciadas por el presidente Hamid Karzai. Baradar es el hombre de la cúpula más favorable a una salida negociada.

El ejército de Pakistán y su principal servicio de inteligencia, el ISI, no veían con buenos ojos una negociación entre Kabul, Washington y Baradar que soslayara a Islamabad (capital política de Pakistán) o, mejor dicho, a Rawalpindi (cuartel general del ejército de Pakistán). Antes de que le arrebataran al peón, Rawalpindi lo ha destapado bajo su custodia, garantizándose un papel en futuras negociaciones. Pakistán no quiere volver a ser ninguneado en asuntos afganos como le sucedió con la colocación del proindio Karzai.

En Marja, objetivo estos días de la mayor ofensiva de la OTAN contra los talibanes desde el 2001 en Afganistán, el triunfalismo del inicio ha dado paso a un tono defensivo. Tras cinco días de combates, los marines han tomado poco más de una tercera parte de esta pequeña ciudad y continúan encontrando resistencia.

18-II-10, J.J. Baños, lavanguardia