´Un equivocado pisotón a los aragoneses´, Enric Juliana

¿Era necesario este pisotón a los aragoneses? Nuestros vecinos de Poniente han mostrado siempre una gran susceptibilidad ante las iniciativas catalanas. Unas veces con razón, otras veces sin ella. (En realidad, la relación entre los pueblos peninsulares sólo puede explicarse a partir de Sigmund Freud.)

Las Cortes de Aragón acaban de aprobar la ley que reconoce el uso del idioma catalán en ese territorio que nosotros llamamos La Franja de Ponent, y ellos, Aragón Oriental (de nuevo Freud y el narcisismo de las pequeñas diferencias). Hubo recogida de firmas en contra, la prensa madrileña de combate intentó sembrar cizaña a propósito del "imperialismo catalán", pero el presidente aragonés Marcelino Iglesias, que habla catalán en público y en la intimidad puesto que es hijo de Bonansa (Ribagorça), no se arrugó. (Y en Catalunya, excepto un editorial de La Vanguardia,muy pocos se lo han agradecido.)

Aragón está a punto de autorizar la transferencia de agua del río Segre a cuatro localidades de la Conca de Barberà, sin los aspavientos defensivos del pasado. Son sólo 0,6 hectómetros, pero nadie ignora que el reparto del agua sigue siendo un asunto estructuralmente no resuelto en España. (Y para resolverlo será necesario el pacto con los aragoneses, como muy bien saben los tenaces impulsores del Compromís per Lleida, plataforma que pretende dar un nuevo enfoque a las posibilidades del canal Segarra-Garrigues.)

Aunque el espeso litigio sobre el museo diocesano de Lleida sigue abierto, todo parecía ir un poco mejor en las complicadas relaciones entre catalanes y aragoneses.

La iniciativa olímpica del alcalde Jordi Hereu, claramente ideada para atemperar los agobios preelectorales del socialismo barcelonés, lo va a estropear. Y lo puede estropear por un largo periodo de tiempo. Evidentemente, la alcaldía de Barcelona tiene todo el derecho del mundo a regresar a la estrategia coagulante del Gran Evento, que parecía superada tras el naufragio ideológico del Fòrum 2004. Pero la idea de emular a Turín la tuvo primero Zaragoza y entre caballeros estas cosas no debieran pasar olímpicamente por alto.

"Yo soy fiel a mi proyecto de ciudad", dijo ayer Hereu, utilizando alegremente la jerga del oficialismo municipal como si fuera lenguaje común (al parecer, los barceloneses cuando salen de casa se dicen: "vamos a ver cómo tenemos el proyecto de ciudad").

¿Y el proyecto de Catalunya? ¿Y las necesarias alianzas de Catalunya?

14-I-10, Enric Juliana, lavanguardia