ŽLa guerra secreta de ObamaŽ, Marc Bassets

La guerra secreta de la CIA no terminó con George W. Bush. Barack Obama ha seguido aplicando algunas prácticas antiterroristas de dudosa legalidad, e incluso las han intensificado. Es el caso de las ejecuciones extrajudiciales de islamistas violentos en Pakistán con aviones teledirigidos, ejecuciones que, con frecuencia, dejan un reguero de víctimas civiles.

Desde el 20 enero pasado, cuando Obama llegó a la Casa Blanca, Estados Unidos ha lanzado en Pakistán - un país soberano con el que no está en guerra-45 ataques con los llamados zánganos (drones,en inglés), aviones no pilotados que localizan y disparan con supuesta precisión a su objetivo, sin riesgo alguno para el agresor. En el 2009 ha habido un total de 47 ataques, según un informe de Peter Bergen y Katherine Tiedemann, del laboratorio de ideas de Washington New America Foundation. En el 2008, con Bush en la presidencia, hubo 34 operaciones de este tipo.

Según Bergen y Tiedemann, que han realizado el recuento más preciso de estos ataques secretos ejecutados por la CIA, estos han matado este año a unas 460 personas. Entre ellas, media docena de líderes de Al Qaeda o talibanes, como Baitullah Mehsud, ejecutado en agosto con un ataque por control remoto. Del resto, en torno a un75% de muertos serían militantes de bajo rango y un 25%, civiles.

El martes, poco antes de recoger el Nobel de la Paz, Obama anunciará en la academia militar de West Point su nueva estrategia para Afganistán. Lo más probable, según las filtraciones, es que envíe entre 30.000 y 35.000 soldados más. Estos se sumarían a los 68.000 soldados estadounidenses que ya se encuentran en este país.

Los partidarios de enviar más soldados, encabezados por el general Stanley McChrystal, comandante aliado en Afganistán, promueven una estrategia que pasa por proteger a la población civil y fomentar el buen gobierno. Esta estrategia de contrainsurgencia pasaría por limitar los ataques con aviones teledirigidos, como mínimo en Afganistán.

La otra opción consistiría en limitar la presencia militar y ejecutar a los líderes terroristas con los zánganos.La decisión sobre Afganistán repercutirá en Pakistán. Este país, potencia nuclear, sirve de base a Al Qaeda y los talibanes para atacar a las fuerzas estadounidenses y aliadas que invadieron Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Preguntada por si la nueva estrategia de Obama tendrá algún efecto en los asesinatos selectivos en Pakistán, Tiedemann, de la New America Foundation, responde en un correo electrónico:

"Como la estrategia todavía no se ha anunciado, y sólo ha habido especulaciones, no puedo hablar de este tema".

Tiedemann subraya que "los ataques con zánganos han conseguido eliminar algunos de los principales líderes rebeldes, así que, como mínimo, parecen ser relativamente útiles como arma táctica". Pero añade: "Sin embargo, las implicaciones estratégicas más amplias de la campaña deberían ser evaluadas con cuidado".

En un artículo publicado en mayo en The New York Times,David Kilcullen y Andrew Exum, militares expertos en contrainsurgencia, advertían que los ataques aéreos en Afganistán y Pakistán - y las consiguientes muertes de civiles-han ayudado a disparar la popularidad de los radicales, además de absorber recursos de Estados Unidos con resultados contraproducentes.

"Creemos que ampliar o simplemente continuar con la guerra de los zánganos es un error", escribieron Kilcullen y Exum. Según sus cálculos, distintos de los de Bergen y Tiedemann, la tasa de acierto de estos ataques ronda el 2%. De cada cien muertos, dos son enemigos;el resto son civiles.

29-XI-09, Marc Bassets, lavanguardia

"Combatir una rebelión es complicado y lento, como comer sopa con un cuchillo". La frase es de Lawrence de Arabia y define las dificultades de la contrainsurgencia, la guerra contra combatientes irregulares como los que derrotaron a la Francia napoleónica en España y a Estados Unidos en Vietnam.

Ahora, en Afganistán - y en el vecino Pakistán-,Estados Unidos se enfrenta a un desafío similar. Y, como comprobó en Vietnam y en los primeros años de la guerra de Iraq, los métodos tradicionales no sirven.

Cada vez que Estados Unidos o sus aliados han bombardeado un pueblo, o han matado por error a inocentes en un ataque con aviones no pilotados a líderes talibanes o de Al Qaeda, el número de rebeldes se ha multiplicado y los enemigos han avanzado.

El general Stanley Mc-Chrystal, comandante de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, promueve una estrategia de contrainsurgencia, que justo ahora empieza a imponerse en la cultura militar de este país.

La guerra clásica prescribe bombardear al enemigo; la contrainsurgencia prescribe proteger a la población de los insurgentes.

La guerra clásica prescribe usar la fuerza militar disponible para derrotar al enemigo; la contrainsurgencia prefiere usar instrumentos políticos, conocer el país, ganarse a los locales (si hace falta, con sobornos, pero también con una estructura institucional mínimamente estable y unos servicios que garanticen un nivel de vida mínimamente decente).

La guerra clásica, en fin, busca la victoria total; la contrainsurgencia asume la dificultad para un país extranjero de derrotar definitivamente a los rebeldes locales.

"Quizá sólo exagere levemente al sugerir que, por sí solas, las fuerzas extranjeras no pueden derrotar a una insurgencia; lo máximo que puede esperar es crear las condiciones que permitan a los locales derrotarlas en su lugar", escribe el militar John Nagl en un ensayo de referencia sobre la contrainsurgencia, titulado precisamente Aprendiendo a comer sopa con un cuchillo.

Nagl, coautor también del Manual de campo de contrainsurgencia del ejército de Estados Unidos y los marines,explica que, desde la fundación de Estados Unidos, su ejército tuvo como modelo a los ejércitos tradicionales europeos. En este país había lo que Nagl describía "una naturaleza binaria": o había guerra o había paz, y no había espacio para estrategia política en la guerra. Esta cultura pervivió durante el siglo XX.

Si Obama sigue los consejos del general McChrystal para combatir la insurgencia, Afganistán podría representar también un giro en la cultura militar de la primera potencia mundial.

29-XI-09, Marc Bassets, lavanguardia