Obama defineix la seva estratègia

Estados Unidos enviará a Afganistán, de forma inminente y por un periodo definido, a 30.000 soldados adicionales para intentar derrotar a Al Qaeda e impedir que los talibanes derroquen al gobierno débil y corrupto del presidente Hamid Karzai.

La escalada, anunciada anoche por Barack Obama después de casi tres meses de tortuosas deliberaciones, eleva a unos 100.000 el número de soldados estadounidenses en una guerra que dura más de ocho años, y enunpaís en el que han naufragado imperios como el británico y el soviético. Con esta decisión, Obama, que la semana próxima recibirá el Nobel de la Paz y fue elegido hace un año con el apoyo de la izquierda antibelicista, mete de lleno a la primera potencia mundial en una guerra cuyo final, hoy por hoy, no se vislumbra. El objetivo más inmediato, según un alto funcionario de la Administración Obama, es "revertir el impulso que los talibanes han logrado en los últimos tres o cuatro años". Revestido con el manto del comandante en jefe de los ejércitos, el presidente demócrata –un opositor temprano a la guerra de Iraq que considera la de Afganistán una "guerra necesaria"– anunció anoche (madrugada de hoy en España) una de sus decisiones más arriesgadas desde que en enero llegó a la Casa Blanca. Y lo hizo en uno de los templos del militarismo estadounidense, la academia militar de West Point. Cada vez más estadounidenses son escépticos respecto a esta guerra. Y aunque apenas afecte sus vidas cotidianas y el paro sea la preocupación más urgente, prolongarla disparará los costes humanos y económicos, y puede pasar factura al presidente.

El plan fija una estrategia de salida para evitar una presencia indefinida en Afganistán. El presidente quiere empezar a reducir las tropas en julio del 2011, antes de acabar su primer mandato. "Los 30.000 soldados adicionales se desplegarán en la primera mitad de 2010 al ritmo más rápido posible, de modo que puedan atacar a la insurgencia y controlar los centros de población clave", dijo Obama. "Esto aumentará nuestra capacidad para instruir a unas fuerzas de seguridad afganas competentes, y asociarnos a ellas para que más afganos puedan luchar.Yellos nos ayudará a crear las condiciones para que Estados Unidos traspase la responsabilidad a los afganos". Sobre el presidente planea el antecedente de Lyndon B. Johnson, que en 1965 se decidió –presionado por los militares, como Obama– por la escalada bélica en Vietnam, sin establecer unos objetivos concretos.

Los escépticos con la guerra de Afganistán advierten del peligro de que el error de Johnson –que arruinó su presidencia– se repita. Otros subrayan que el problema no es Afganistán –origen de los atentados del 11-S–, sino el vecino Pakistán, que dispone de la bomba nuclear.

Los 30.000 soldados se suman a los 68.000 que Estados Unidos ya tiene en Afganistán,y alos cerca de 40.000 de otros aliados, entre ellos un millar de españoles.

La Casa Blanca estima que mantener a cada nuevo soldado costará en torno a un millón de dólares por año. A la hora de aprobar partidas presupuestarias en el Congreso, la izquierda demócrata puede plantear objeciones. Al fijar un calendario para iniciar la retirada, Obama hizo una concesión a los escépticos con la escalada bélica.

La escalada, aplaudida por los republicanos, responde con matices a la petición del general Stanley McChrystal, comandante aliado en Afganistán. McChrystal exigía un mínimo de 40.000 soldados más.

El presidente, que ha ideado la estrategia sin apenas consultar con los aliados europeos, espera que estos completen el número de tropas para alcanzar el nivel que requería McChrystal.

"Lo que nos jugamos no es simplemente una prueba para la credibilidad de la OTAN. Lo que nos jugamos es la seguridad de nuestros aliados, y la seguridad común del mundo", dijo Obama.

Desde que George W. Bush abandonó la Casa Blanca, Obama ha doblado la presencia en Afganistán, al tiempo que iniciaba la retirada de Iraq. Según el presidente, la guerra de Iraq desvió los recursos de Afganistán y Pakistán, prioritarios en la lucha antiterrorista.

La estrategia de Obama pasa por controlar ciudades con presencia talibán como Kandahar, entrenar a fuerzas afganas e incluso sobornar a los talibanes menos fanáticos para que se unan a los caciques y caudillos locales que apoyan a Estados Unidos.

Barack Obama tiene un año y medio - hasta verano de 2011-para comprobar si funciona.

2-XII-09, M. Bassets, lavanguardia

Nicolas Sarkozy temía el momento en que Barack Obama descolgara el teléfono para pedirle el envío de más tropas a Afganistán. Y el momento finalmente ha llegado. El presidente de Estados Unidos estuvo conversando durante cuarenta minutos con el presidente francés el lunes por la noche y le pidió el envío de refuerzos. Según diversas fuentes, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, concretó con su homólogo francés, Bernard Kouchner, el esfuerzo adicional solicitado cifrándolo en unos 1.500 soldados. Una petición embarazosa para París, que se resiste a una escalada militar en la zona pero a quien incomoda desairar a su aliado transatlántico, con quien las relaciones están sometidas últimamente a continuos vaivenes.

Hasta ayer, la respuesta de Francia hubiera sido un conciso y claro no. Como el que pronunció Nicolas Sarkozy en persona el pasado mes de octubre: "Francia no enviará ni un soldado más", declaró el presidente. Desde ayer, sin embargo, la posición oficial es un "de entrada, no". El representante especial de Sarkozy para Afganistán, Thierry Mariani, se mantuvo ayer en esta forzada ambigüedad. "Hoy, excluimos el envío de tropas de combate en tierra - afirmó-,pero podríamos enviar militares suplementarios para la formación de la policía y el ejército afganos". Hoy, es decir, por ahora...

"Nada está excluido", comentó al respecto un miembro del equipo del Elíseo al diario Le Figaro,según el cual Francia no descarta completamente la posibilidad de reforzar su actual contingente, integrado - después de la ampliación decidida en mayo del 2008-por 3.300 militares, una cifra que alcanza 3.750 si se suman los soldados encuadrados en la operación Libertad Duradera, desplegados en Tayikistán y en aguas del océano Índico. En noviembre, 150 gendarmes se sumaron al dispositivo para formar a la policía afgana.

París, sin embargo, quiere ganar tiempo y ya ha advertido a Washington que no tomará ninguna decisión antes de la celebración, el próximo 28 de enero, de la conferencia de Londres sobre Afganistán. El presidente afgano deberá concretar ahí sus planes en materia de seguridad y lucha contra la corrupción. Pero, además, París quiere consultar antes a sus socios europeos.

Francia no cree que un gran despliegue de tropas sea la solución más indicada para salir del atolladero afgano. Según fuentes del Quai d´Orsay consultadas por este diario, un refuerzo de la presencia militar extranjera en Afganistán no puede más que profundizar el descontento y el rechazo de la población. Los franceses apuestan, en consecuencia, por reforzar las acciones en materia de cooperación.

El portavoz oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores, Bernard Valero, insistió ayer en que la estrategia de Francia es acompañar la acción de su fuerza militar de intervención con la ayuda a la reconstrucción y el desarrollo civil. "Se trata de aplicar una aproximación más global de nuestra intervención", afirmó.

La participación de Francia en Afganistán - que ha costado la vida a30 soldados-no ha despertado en Francia un gran movimiento de contestación. Pero un sondeo realizado en el 2008 constató que el 55% de los franceses estaba a favor de la retirada.

2-XII-09, Ll. Uría, lavanguardia

La máquina militar estadounidense está mejor engrasada que el 40. º ejército de la URSS. Pero eso es una cosa y otra que a los americanos no les convenga aprender de las lecciones de la guerra afgano-soviética, un conflicto que en casi diez años dejó 15.000 bajas soviéticas y cientos de miles de víctimas afganas. Esta es una opinión compartida por expertos y veteranos militares rusos cuando se les pide que comparen ambos episodios.

Con cinco años en aquella guerra de los 80, el teniente general en la reserva Ruslan Aushev ha hecho hincapié en varias ocasiones en que es de gran importancia no repetir los mismos errores. "No hay que llevar a otro país nuestro modelo socioeconómico y político. Intentamos que gente de otra mentalidad completamente diferente viviese a la soviética. Comenzamos a cambiar su religión, su cultura, su ideología. No podíamos no perder", explicó en una entrevista en Nezavisimaya Gazeta.

Para este respetado militar, luego presidente de Ingushetia, en el Cáucaso, hay un error que se ha cometido tanto entonces como ahora: poner en el poder a un hombre débil, no querido por el pueblo. Babrak Karmal fue el elegido por Moscú para ser presidente de Afganistán en 1979. Siete años después lo sustituyó Mohamad Nayibulah.

Un experto en la historia y la sociedad afgana, el periodista Arkadi Dubnov, ha dicho que tanto la intervención soviética como la estadounidense tienen características ideológicas. Pero en Washington también existen intereses geopolíticos ("y por eso estimulan la acción más seriamente que nosotros").

Nadie quiere hacer de profeta y asegurar con rotundidad que el ejército norteamericano tenga más posibilidades de salir bien parado de las tierras del talibán.

Pero es cierto que Washington no se distrae de su objetivo construyendo carreteras, hospitales, escuelas, como hizo Moscú.

Otros generales que dirigieron los destinos de las tropas soviéticas creen que en EE. UU. están sufriendo el mismo síndrome afgano que les tocó padecer a ellos. En un reciente artículo del británico Financial Times el general Igor Rodionov coincide con Aushev cuando asegura que "Karzai no tiene popularidad". Y añade que al existir una guerra de guerrillas no hay otra forma que la solución política. "Podíamos bombardear un pueblo porque había un muyahidín. Las mujeres y los niños morían, y eso creaba un movimiento insurgente".

2-XII-09, G. Aragonés, lavanguardia