´Puertas al campo´, Enric Llarch

El visto bueno de Europa a las iniciativas francesas e inglesas de cortar el acceso a internet a los usuarios que descarguen ficheros es el último episodio de los intentos desesperados para aplazar lo inevitable: el agotamiento del modelo de negocio empresarial basado en el copyright.El caso de las compañías discográficas es el más maduro. Su falta de agilidad para transformar sus estructuras y sus productos para adaptarlos a los cambios tecnológicos han comportado su pérdida de control sobre la industria. La generalización del intercambio de archivos musicales se ha traducido, por otro lado, en una mayor diversidad en el consumo de música registrada, que ahora está menos condicionada por las grandes campañas de marketing con las que las discográficas vendían sus productos. Los nuevos artistas tienen muchas más facilidades para autoeditarse y divulgar su trabajo y, sobre todo, han crecido exponencialmente las actuaciones en directo. Lo que los consumidores se ahorran en discos, lo invierten en entradas a conciertos. El volumen de negocio es el mismo, o mayor, pero los mayores réditos han cambiado de manos. Sólo en Catalunya, el negocio de la música en directo multiplica por siete el de las discográficas.

A nivel general pasa lo mismo. Nunca se han consumido tantos contenidos audiovisuales, pero buena parte del negocio ahora se lo llevan las compañías de telecomunicaciones. La generalización del acceso doméstico a internet sólo se justifican por la explosión de descargas audiovisuales a través del intercambio gratuito de ficheros. Las grandes compañías que operan en Francia o Inglaterra serían las primeras interesadas a evitar el corte de líneas o una huida masiva de usuarios si la persecución gubernamental de las plataformas P2P llegasen a tener éxito.

Pero incluso los intentos de cerrar alguna de dichas plataformas, como la Pirate Bay que operaba desde Suecia han fracasado: los artífices de la web liberaron el código fuente de la página para que los usuarios lo pudieran distribuir sin trabas y la oferta de páginas P2P se multiplicó por 300. Una eventual acción punitiva en Francia o en Inglaterra generaría centenares de iniciativas de nuevas aplicaciones tecnológicas para sortearla, si no se están generando ya. Las innovaciones, especialmente en este ámbito, siempre van mucho más deprisa que las regulaciones y las leyes. Todo esto no quiere decir que vayan a desaparecer la música registrada o las películas de cine. El negocio tradicional será mucho más pequeño y la parte del león se lo llevarán las compañías que sepan integrar el mayor número de componentes: contenidos, dispositivos, software y, sobre todo, nuevas formas de obtener ingresos a partir del consumo de audiovisuales.

Como apunta el Nobel Eric Maskin en el último número de la revista Paradigmes la imposibilidad de modificar un producto patentado sin permiso de su autor afecta negativamente a la innovación.

30-XI-09, Enric Llarch, lavanguardia