īSuiza, los minaretes y la libertadī, Juan Pina

Suiza siempre se ha caracterizado por ser un país particularmente proclive a la libertad, y también por importarle poco lo que piensen sus vecinos. “Son muy suyos” es un comentario frecuente entre los políticos de cualquier color ideológico al referirse a los ciudadanos del país helvético, cuya famosa neutralidad se toma a veces por indiferencia ante lo que sucede a su alrededor. Esa independencia de criterio generalmente ha sido beneficiosa para el individuo, por ejemplo al adoptarse políticas liberales respecto a las drogas o al favorecerse la confidencialidad bancaria. Sin embargo, el referéndum de hoy ensombrece la hoja de servicios de Suiza a la causa de la libertad individual.

En palabras de Ayn Rand, la función política de los derechos es proteger a las minorías y al individuo frente a las mayorías. La democracia, cuando se torna absolutista, se convierte en un régimen tan iliberal como cualquier dictadura. En una sociedad libre, ni las minorías ni los individuos tienen que aceptar las imposiciones de las masas. La democracia es un mecanismo correcto (el mejor y más justo conocido) sólo cuando se trata da adoptar decisiones colectivas, y éstas no pueden conculcar los derechos individuales ni invadir el ámbito de soberanía de la persona. Parece mentira que al borde de 2010 haya que recordar este principio básico que antepone, en beneficio de todos, la libertad a la democracia en caso de conflicto entre ambas.

Lo que hoy se ha producido en Suiza ha sido un abuso del principio de adopción mayoritaria de decisiones, propio del sistema democrático, al “legitimarse” en las urnas la vulneración de los derechos de cuatrocientos mil musulmanes por parte de casi el sesenta por ciento de la población suiza. Aunque hubieran sido el noventa y nueve por ciento, no tienen derecho a impedir que la minoría musulmana construya mezquitas provistas de su correspondiente minarete. Cada persona, en su terreno, puede construir por supuesto lo que quiera: minaretes, pagodas, catedrales o hamburgueserías. Si el referéndum suizo se considera válido en Derecho, por la misma regla de tres podría prohibirse a la gente llevar bigote o fabricar zapatos verdes, siempre que la mayoría así lo decidiera en las urnas.

El referéndum ha sido impulsado por la derecha nacionalista de inspiración cristiana, de manera que lo sucedido en Suiza puede repetirse en otros países donde ese sector político tiene una amplia parroquia. De hecho, la italiana Liga Norte recibió con júbilo el resultado y quiere forzar al Estado italiano a incorporar la cruz cristiana a la bandera del país. Y entre nosotros, debemos recordar que fue José María Aznar durante su presidencia quien, junto al presidente polaco, intentó por todos los medios inscribir las “raíces cristianas de Europa” en el preámbulo de la constitución de la UE. Cabe preguntarse hasta dónde puede llegar el discreto fanatismo de cuello blanco y corbata, tan similar en realidad a otros más llamativos.

En este blog he denunciado el fanatismo islamista en casos como el de las caricaturas de un diario danés. Hoy debo denunciar el fanatismo cristiano que impide a los musulmanes suizos construir inofensivos minaretes.

Suiza no debería olvidar que su desarrollo y su riqueza, como las del resto de Occidente, no se deben al predominio de una religión u otra, sino a haber sido capaces de circunscribir el hecho religioso al ámbito estrictamente privado de cada persona y construir una sociedad y un marco jurídico basados en la razón y en su consecuencia política: la libertad.

Porque, recordémoslo frente a los impulsores de cualquier cruzada y de cualquier yihad, la humanidad ha alcanzado el progreso gracias a que ha tenido un Siglo de las Luces. Fue la sustitución de fe por razón en los asuntos públicos la que favoreció la libertad económica y nos permitió conquistar cotas de bienestar nunca antes imaginadas. Si no hubieran triunfado aquellas Luces hoy seguiríamos malviviendo sometidos al oscurantismo religioso, generador de pobreza, ignorancia, infelicidad y represión del potencial humano.

29-XI-09, Juan Pina