´La Constitución es el problema´, Toni Soler

NOSOTROS. Y cuando digo nosotros no quiero ser frentista, como lamenta mi admirado Carles Francino. Hablemos claro. Lo que está en juego es la defensa de un Estatut aprobado por el 90% del Parlament, y refrendado ampliamente por una población que, si en parte se abstuvo, fue por hastío, pero también porque se indignó con los recortes posteriores; porque la mayoría aspiraba a algo más, y no a algo menos. Llevamos demasiado tiempo llorando la falta de unidad y el tacticismo de los políticos, así que la iniciativa conjunta de la prensa catalana tiene mi fervoroso aplauso, aunque su contenido, a mi entender, contiene una contradicción flagrante: No se puede exigir al Tribunal Constitucional una sentencia favorable, al mismo tiempo que se le niega legitimidad. Hablemos claro. Lo que cuestionamos no es la solvencia jurídica del tribunal, sino su derecho a tenernos tres años esperando ante la ventanilla, sin saber si nuestra norma básica, que hemos aprobado con tanto esfuerzo, sacrificios y recortes, es aceptable o no. ¡Hablemos claro! Esta espera afecta, ciertamente, a la Dignidad de Catalunya; pero lo indigno no es el Tribunal en sí, sino su derecho de veto, y eso no es culpa de los magistrados, sino de la Constitución, de la que son intérpretes. Creemos que nuestra existencia como nación y nuestros derechos emanan de nosotros mismos, de nuestro pasado y nuestro presente colectivo... ¿o acaso se deriva de un texto redactado en 1978 bajo la atenta mirada de la división acorazada Brunete? Hay que coger el toro por los cuernos y asumir que lo que tanto nos indigna es, también, plenamente constitucional.Que la Constitución ya no es nuestra garantía, sino su coartada. No es un manto protector, sino una camisa de fuerza. ¿Queremos respeto? Hablemos claro, por una vez.

ELLOS. Lo más revelador de todo esto ha sido la respuesta de la prensa derechista madrileña. No sólo por el tono pretendidamente castizo que gastan algunos, por la evidente falta de educación, sino también por la bajeza de los argumentos, que van del insulto a la insidia, pasando por un falso paternalismo que me lleva a pensar que, efectivamente, esta gente considera que somos una población enferma. Enferma y desamparada, claro; porque resulta que los catalanes normales (que son, supongo, las interminables legiones de lectores de ABC,La Razón y El Mundo)no está representada ni por sus políticos, ni tampoco - a partir de ahora-por sus periódicos (ni por sus sindicatos, ni por sus colegios profesionales, ni por sus ayuntamientos, ni por sus clubs deportivos… que también han salido en defensa del editorial conjunto). Entiendo que la unanimidad les desconcierte, que la transversalidad del catalanismo les joda vivos, que el hecho de que todo este tsunami civil se produzca sin violencia les irrita profundamente; pero ni siquiera esto justifica tanto delirio y tanta bilis por parte de la prensa más sectaria y más coactiva de Europa, que sin embargo se permite acusar a los diarios catalanes de presionar al Tribunal Constitucional.

Y lo hace de acuerdo con el PP, que ha intentando manosear al Alto Tribunal desde hace años (igual que el PSOE, por otra parte). Yde acuerdo con Ciutadans/ Ciudadanos, que, para su vergüenza, utilizan el viejo y manido tópico del catalán avaricioso: El órdago de los doce periódicos catalanes, según Albert Rivera, es su pago por las subvenciones públicas. ¡Ya se sabe, aquí sólo nos mueve el dinero!. Al menos, el PP catalán se ha quedado calladito… con un silencio tan hipócrita como su enésimo giro catalanista.

29-XI-09, Toni Soler, lavanguardia