Aunque una nueva ley electoral que acabe con la legislación transitoria de 1979 con la que se han celebrado las ocho elecciones autonómicas habidas hasta la fecha en Catalunya sería una buena noticia, ya les avanzo que mi escepticismo al respecto es total: no habrá ley electoral porque los dos grandes partidos no la quieren y el precio que tendrían que pagar por consensuarla no están dispuestos a asumirlo a menos de un año de la próxima convocatoria. Porque, al final, ciudadanos y políticos caminan en dirección contraria: los primeros queremos listas abiertas o un modelo mixto, circunscripciones más pequeñas, poder exigir responsabilidades a nuestros elegidos y limitación de mandatos de los gobernantes. Mientras, los partidos están trabajando todo el día en fórmulas aritméticas que les den ventaja respecto a sus adversarios. Por eso no habrá nueva ley electoral. Asistiremos a una puesta en escena magnífica, se tirarán los platos a la cabeza y veremos cómo se culpan mutuamente de no haber alcanzado un acuerdo. Es una historia que ya hemos visto en otras ocasiones y quizás quede bien hablar de la reforma en una etapa políticamente tan confusa y compleja como la actual, aunque la espuma del momento nos impida ver que detrás no hay nada.
12-XI-09, José Antich, lavanguardia