´El protectorado francés´, Enric Juliana

Habrá que tomarse verdaderamente en serio la cuestión del independentismo el día que surja en Catalunya un partido profrancés. Esa sería la verdadera señal, puesto que con la independencia Catalunya se convertiría de inmediato en un protectorado francés, como ya ocurrió en 1640"...

Dije lo del protectorado francés para provocarles un poco; para imprimir ese punto de tensión que ayuda a cerrar un parlamento; y para pasar el dedo, también, por la capa de sentimentalismo independentista con la que los convergentes se protegen de la intemperie, del mismo modo que los esquimales se embadurnan con la beneficiosa grasa de foca. Hubo sonrisas. Y lo dije sin apoyarme siquiera - por despiste-en la gran noticia del día, que no era otra que la toma de control de Aguas de Barcelona por parte de la multinacional Suez, de la cual el Estado francés es el primer accionista. Me quedé corto, por tanto. No habrá que esperar a la independencia. En la actual fase autonomista, Catalunya ya va camino de convertirse en un protectorado de Francia, lo cual constituye seguramente uno de los destinos naturales de esta pequeña nación mediterránea que con tanto tesón se resiste a una plena asimilación española.

El cardenal Mazarino controlará desde el bello cilindro ovoidal de la plaza de las Glòries los grifos de la Barcelona metropolitana y la costosa depuración de sus aguas residuales. En sus centrales nucleares se genera buena parte de la energía eléctrica que consumen los catalanes. Suyo es el río Ródano, la eterna tentación para resolver de una vez el irritante problema hidrológico. Y en sus enguantadas manos está ese eje mediterráneo del que con tanta ilusión se habla. Sin el activo concurso de los ferrocarriles franceses, la Commonwealth catalano-valenciana de Boira se queda sin su principal atractivo: el engarce rápido con el centro-norte de Europa. Es sorprendente constatar, una y otra vez, en qué alta medida Francia condiciona las potencialidades hispánicas, y en qué escasa medida esa incontestable realidad halla un sincero reflejo en el atropellado pensamiento político español y catalán. Será por una cuestión de orgullo.

El cardenal Mazarino controla el grifo, el interruptor de la luz y las agujas del tren, de la misma manera que hace 370 años manejó el primer ensayo de independencia catalana. El ARCHIVO cardenal Mazarino es eterno. Rotas las amarras con el conde duque de Olivares en 1640, a la débil república catalana de Pau Claris no le cupo otra opción que fortificarse nombrando conde de Barcelona al rey francés Luis XIII. Detrás de los cortinajes estaba el cardenal Richelieu, que pronto cedería el testigo a un inteligente prelado de origen italiano, Giulio Mazarino, antiguo consejero del Papa. Suyo fue el protectorado catalán hasta que le estalló la Fronda, la revuelta aristocrático-popular (azuzada por España) contra la presión fiscal derivada de la guerra de los Treinta Años. Mazarino no podía atender tantos frentes y decidió devolver Catalunya a los Habsburgo (Felipe IV), quedándose un pedacito rosellonés en la Paz de los Pirineos.

Así fue antes de Suez.

25-X-09, Enric Juliana, lavanguardia