´Europa en piloto automático´, Lluís Foix

Por primera vez en su corta historia, el euro ha superado al dólar como divisa de referencia. La moneda europea sigue subiendo y el dólar reduce su cotización en los mercados internacionales. Somos 500 millones de europeos, generamos un cuarto del producto interior bruto mundial, seguimos siendo la primera potencia comercial y representamos la mitad de la ayuda al desarrollo. Los obstáculos que han mantenido el tratado de Lisboa en punto muerto se van superando. Irlanda dijo sí en un segundo referéndum, el presidente de Polonia lo ratificó la semana pasada y las posiciones numantinas del presidente Václav Klaus cederán pronto y la República Checa cerrará el largo proceso para sacar de la interinidad institucional a la UE.

Europa no está dormida a pesar del escaso debate que suscita en sus países miembros. Islandia y Croacia llaman insistentemente a la puerta y serán los próximos en ingresar. Los pequeños estados balcánicos salidos de la antigua Yugoslavia quieren entrar todos. Turquía no desespera. Incluso el primer ministro Erdogan, líder de un partido islámico, reclama que Bruselas cumpla con la promesa de negociar en serio y poder formar parte de un club al que muchos quieren entrar y del que nadie quiere salir.

Se podría decir que la Unión Europa funciona con el piloto automático. No quiero imaginarme qué habría sido de muchas economías nacionales si hubieran tenido que gestionar la presente crisis por su cuenta. Tampoco me quiero imaginar cómo se habrían evitado los endémicos conflictos que han caracterizado nuestra vieja historia durante siglos. Europa es un espacio de normas y de derechos que se imponen todos sus miembros y que los exigen a los candidatos que quieren formar parte de la Unión. Su poder no radica en la fuerza, sino en la persuasión de leyes compartidas.

Y a pesar de todo, siguen calando los discursos antieuropeos que resaltan más los errores cometidos que los logros obtenidos. Esta Europa es un milagro que corre el riesgo de desbaratarse por la falta de liderazgo de los estados miembros que no se atreven a salir del gallinero de sus políticas internas y no ven más allá de las próximas elecciones. Si se desmorona el frágil edificio institucional europeo, podemos volver a las andadas con una cacofonía que convertirá nuestra fuerza en el mundo en una debilidad irreversible.

20-X-09, Lluís Foix, lavanguardia