´Sin prisa, cada día un poco menos´, Quim Monzó

Dentro de quince días el Gobierno de Maldivas celebrará su habitual Consejo de Ministros, pero esta vez lo hará bajo el agua. Yo diría que será el primer Consejo de Ministros submarino de la historia. Han tomado esa decisión no por ganas de hacer el payaso, sino porque llevan años pidiendo al mundo que tome medidas para frenar el cambio climático y nadie les hace caso. Tampoco así se lo harán, pero esa es su esperanza.

Maldivas es un archipiélago de unas mil doscientas islas, en el océano Índico. Dicen algunos sabios que el nombre del archipiélago deriva de las palabras sánscritas mal,que significa miles, y diva,que significa islas. Tener tantas islas es bonito; el problema es cuando, como sucede también en otros archipiélagos, tienen poca altura. En el caso de Maldivas, la superficie media está a tan sólo metro y medio del nivel del mar. Con ese panorama, si las predicciones se cumplen, a finales de este siglo Maldivas estará tan sólo a cincuenta centímetros del nivel del mar y buena parte de su territorio habrá desaparecido bajo el agua.

Es para llamar la atención sobre ese drama que Mohamed Nasheed, presidente del país, ha convocado ese Consejo de Ministros subacuático. Todos los ministros vestirán trajes y gafas de submarinista (y botellas de oxígeno, supongo, porque si hacen el consejo a pulmón libre y cada pocos segundos tienen que volver a la superficie para coger aire, no van a acabar nunca). La mayoría de los ministros maldivos no había practicado nunca submarinismo y por eso llevan semanas preparándose. Como no podrán hablar, durante el consejo se comunicarán a base de escribir en pizarras vileda y de hacerse gestos con la mano.

Saben incluso cuál será la resolución final de ese consejo: un comunicado pidiendo al resto de los países del planeta que reduzcan las emisiones de CO2. En unas declaraciones a 2 France Presse, Nasheed explica que, para ellos, lo de la subida del nivel del mar no es ninguna broma y que no quieren acabar viviendo en tiendas de campaña en un país extranjero, como refugiados climáticos. Por eso hace años que planean comprar un territorio -no muy grande, para sus 330.000 habitantes- en Australia o en India, para cuando (si todo sigue igual, antes de un siglo) tengan que abandonar su país. A más de ocho mil kilómetros de distancia intento imaginar qué debe sentir uno cuando las aguas que te rodean van subiendo de nivel poco a poco, hasta que la tierra sobre la que tus pies descansan desaparece bajo ellas. Para que, luego, desaparezcan también tus pies. A la que te despistas -cien años más-, ya te llega hasta el pecho. Cuando décadas más tarde te sube a las orejas estás ya tan acostumbrado que ni se te ocurre pensar: "Quizá deberíamos haber hecho algo...". No sé si es porque soy catalán, pero me resulta fácil imaginar el lento devenir de los hechos.

10-X-09, Quim Monzó, lavanguardia