´Supina estupidez blavera´, Pilar Rahola

Resulta difícil pedir inteligencia al fanatismo, no en vano se basa en practicar el grado cero neurológico. El fanatismo no sabe de matices, ni entiende el proceso dialéctico, pero lo peor es que tampoco tiene sentido del ridículo. Al fin y al cabo, si se pertenece a una secta ideológica, el exterior no cuenta. Yes la falta de sentido del ridículo la que, generalmente, los lleva a perpetrar burdas acciones. La última víctima de esta tendencia a la estupidez, por parte del ultrismo ideológico, ha sido el venerable Coro de la Generalitat Valenciana, que tuvo la osadía de programar una obra de Ruperto Chapí, para la festividad de la Diada del 9 de Octubre. La composición, titulada Roger de Flor,fue compuesta en 1878, cuando las huestes de la fobia anticatalana aún no habían hecho mella en el sentido de la mesura levantino y se tenía un cierto respeto por la historia. En su estreno en el Teatro Real cosechó grandes aplausos, y fue considerado un drama intenso, quizás la más wagneriana de las obras de Chapí. Por supuesto, Chapí no fue un Eliseu Climent de la época, ni perteneció a la conjura judeo-catalana para furtar la paella a los valencianos, ni nunca tuvo delirios pancatalanistas. Sólo fue un gran compositor, cuya vocación musical nunca extrapoló hacia territorios más espinosos. Pero cometió un error que, 131 años después, han detectado los aplicados funcionarios de la Inquisición del PP valenciano, y, raudos, han exigido corregir la falta. Chapí incluyó el término "pueblo catalán" en una frase de su composición, y ni tan sólo su enorme prestigio lo libra de la implacable tijera de la censura. Émulos de los censores del franquismo, que no sólo eliminaban párrafos y censuraban obras de la época, sino que obligaban a reescribir la historia, estos comisarios políticos de baja estofa se atreven con el maestro Chapí y meten su pataza extremista para hacer lo mismo: tachar de la memoria histórica aquello que no cuadra con su mentira ideológica. Y obligan a decir "pueblo valenciano o aragonés", no vaya a ser que la palabra catalán les causara una enfermedad vírica. Se trata de una auténtica lobotomización del cerebro colectivo valenciano, cuya historia merecería más respeto y algo más de cultura.Nada es nuevo bajo el sol de este mundo de tontos. Pero cabe destacar algo importante. La osadía de tocar la obra de un maestro, para hacer cuadrar una ideología, es propia de regímenes totalitarios. Milan Kundera lo explicó en La insoportable levedad del ser,cuando las autoridades checas borraban las caras de las fotos de los líderes comunistas que habían sido depurados. De Franco a Stalin, el miedo a la libertad también es el miedo a la verdad histórica.

Pero no estamos en una dictadura, sino en una democracia. Y ¿puede una democracia permitirse la censura histórica? Parece que en Valencia es posible.

3-X-09, Pilar Rahola, lavanguardia