īGordos y flacasī, Martina Klein

Empieza Pasarela Cibeles, escaparate y examen semestral de la moda patria, y allí están las modelos luciendo las creaciones arriba y abajo con la mirada perdida, funambulistas a las que si uno se esfuerza, se les oye el chocar de sus huesos. Largas, elegantes y ajenas. No buscan empatía, no representan a las mujeres terrenales. Esa no es su función.

Nacieron flacas, se hicieron flacas, heredaron ser flacas, se forzaron a ser flacas, da lo mismo, la cuestión es que están flacas. Perdón, flacas ma non tropo.Recuerden aquellos titulares de hace unos años cuando las flacas fueron el centro de las miradas, no por la ropa que lucían, sino por los huesos que traslucían. Se las acusó de enfermas, de incitar a la anorexia, de malas malísimas, y apareció la figura del exorcista blandiendo la fórmula del IMC (índice de masa corporal) y se acabó el problema. Hay quien dirá que están igual de flacas, ¡pues no!, se equivoca, porque a estas flacas la ecuación les da 18 (el límite sano), y ya me figuro que después de tanto ruido se ocuparán de que la norma se cumpla a rajatabla y con rigor: al ganado se le ha de pesar en ayunas y desnudo, con policías que controlen sus movimientos para que no haya trampa posible, porque ya se sabe lo que pasa cuando se hace la ley.

Una vez salvada la sociedad de los desajustes alimenticios que provocan las sílfides, el baile continúa y ahí están las pobres flacas-no-tan-flacas, paseando su disyuntiva: el ojo crítico penaliza la falta de carne, pero si acaso esta excede, pues no trabajan, porque cuanto más flacas más guapas, y no porque lo diga yo, sino porque así es como funciona. ¿Injusto? Sí, vale. Cítenme un trabajo en el que no se cometan injusticias.

Al fin y al cabo, qué más da; la película no va de flacas, va de moda, de colores, de hombreras…, muchas hombreras, de botines, de tejidos. El peso es lo de menos.

Es como si uno saliera del cine de ver Gordos,de Daniel Sánchez Arévalo (filme preseleccionado para los Oscar), y dijese que va de gordos.

Los protagonistas son gordos, están gordos y acusan las trabas de ser gordos, pero la peli no va de eso, el peso es lo de menos. La gordura de estos gordos viene dada por el sobrepeso de contradicción y culpa, fruto del choque entre lo que predican y lo que al final practican: sexo, religión, amor, compromiso. Gordos humanos que lucen cuerpos y problemáticas terrenales. Pura empatía.

Pero a los gordos no se les culpa del sobrepeso de la sociedad, ni se les demoniza por incitar a la ingesta, a pesar de representar a una franja mucho mayor y con problemas más serios de salud. ¿Por qué? ¿Porque no son modelos estereotipados?

El peso está mal repartido en esta sociedad loca y tiquismiquis en la que vivimos y no hay mucho que hacer. Por mi parte, un par de recomendaciones para esta semana: disfrutar de las propuestas de Cibeles y ver Gordos,porque merece mucho la pena.

Y por lo demás, cada cual es como es.

19-IX-09, Martina Klein, lavanguardia